jueves, enero 24, 2008

Ebnu participa en unas Jornadas de la Universidad de Sevilla y publica su segundo poemario


El poeta saharaui Mohamed Salem Abdelfatah Ebnu, integrante de la Generación de la Amistad participó el pasado 16 de enero en las Jornadas "Derechos culturales y políticos del pueblo saharaui y cooperación" en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla, con un recital de poesía saharaui.

En estos días sale a la venta el segundo poemario en solitario de Ebnu "Nómada en el exilio" del que se ofrecerá cumplida información en cuanto esté en la calle. Los versos de Ebnu son versos de amor y de arena, de sangre y de sudor, de sed y espejismos, de sueños y esperanzas.


Nómada en el exilio

Un beduino
se hizo a la mar.

A sus espaldas,
solas, se quedaron las dunas.

El eterno abrazo con el mar.

En el mar un nómada,
en la inmensidad.

El océano parece desierto.

Desierto azul y verde
blanco y oscuro infinito.

El color de los peces
las algas y los misterios

¡Tierra a la vista!

Montañas y ríos.
Belleza en otros ojos.

Por el mundo
se extravió un camello.

Un dromedario del Tiris

De la Habana a Madrid
de Árgel a París

se le agotaron las provisiones
de arena y silencio.
Se le arrugó el corazón.

Se extravió su mirada
buscando el horizonte.

Buscando amaneceres.
Buscando reencuentros.

En la orilla
de un mar de esperanzas
un triste dromedario,
un nómada gris espera
volver la mirada y ver
desdibujarse las huellas.

Espera las caricias
de un vendaval.
Contar las estrellas
antes de dormir

Cruzar el Tiris
de sur a norte.
Llegar hasta la mar.

La mar de dunas
donde danzan en libertad
los dueños de su vida,
los amos de su muerte.

Un dromedario del Tiris
se hizo a la mar...

sábado, enero 12, 2008

¿El enfermo o el equipo?


Aquel viernes el médico de guardia del hospital militar se sorprendió al ver subir en la ambulancia del centro a varios de sus compañeros de trabajo, con el uniforme deportivo, animándose y vociferando sus cánticos de guerra. Se acercó hasta ellos y, al darse cuenta de su propósito, les indicó que la ambulancia iba a trasladar un paciente al hospital de Tinduf, que padecía un fuerte dolor abdominal, su dolor era cada vez más intenso, con vómitos y aspecto extraño. Los gritos y cánticos se pararon, hubo silencio y decepción. No había otra posibilidad para jugar el partido de la final contra sus eternos rivales del “12 de octubre” que ir en la ambulancia.

- Imagínese, perder la final, por no asistir. Lo que van a decir los del “12”- dijo el capitán del equipo.

- Van a creer que tenemos miedo y, lo peor, es que no saben que nuestro camión se le han estropeado las ballestas y, no puede llevarnos - argumentó uno de los defensas.

- El paciente puede esperar - dijo el portero en broma, como quitándole hierro a la situación.

- Hay que evacuar el enfermo a Tinduf - insistió el médico de guardia.

- ¿El enfermo o el equipo? - preguntó el conductor de la ambulancia para poner en aprieto a los jugadores.

Unos querían que la ambulancia se llevara al equipo, otros al paciente. La polémica duró largo rato. Finalmente resolvieron llevar a los jugadores y dejar al paciente.


Limam Boisha

lunes, enero 07, 2008

A aquella resplandeciente generación de los años 60


Al principio el homenaje me resultaba difícil y hasta llegué a imaginarlo imposible debido a la escasez de información seria y fidedigna para escribir sobre aquellos jóvenes que estudiaron en los primeros años de aquel auge colonial español en el territorio. Pero la tarea me la tracé como una meta y empecé a contactar con quienes estimé que podrían recordar aquella época después de transcurridos más de 30 años.

La idea venía rondando mi cabeza buen tiempo, pero no sabía cómo arrancar sin referencia y empezar a carburar la materia. Entonces pensé que Bujari Ahmed podría darme pistas, me decidí a escribirle un correo electrónico; pero resultó que justo en esos momentos estaba enfrascado en otras preocupaciones de sus tareas diplomáticas por lo que opté por escribirle en otra ocasión mas propicia. Lo intenté entonces con otros jóvenes de aquella generación.

Escribí a Bazoca en México, y me dio pistas sobre otros, me recomendó que preguntara a Mohamed Ali Ali Salem y Brahim Mojtar Ali, entre otros. Mohamed Ali, el poeta, y Mohamidi Fakal-la, que envía puntualmente relatos sobre aquella época, me proporcionaron valiosa información. Además, reflexionando sobre todo esto, me acordé que mi amigo Sidi Saleh Tayeb vivió esa etapa al formar parte de aquella juventud, así que no le di más vueltas y me acerqué a la delegación saharaui en el barrio de Lavapies, donde me recibió en su despacho.

Allí estuvimos conversando, sin que faltara el ilustre compañero de la conversación saharaui, el té verde, alrededor de una hora y media. A pesar de no ser suficiente tiempo para recoger la información y procesarla, aproveché cualquier detalle que me pareció relevante. En la charla aparecieron muchos nombres que yo no conocía, otros sí me eran conocidos. Pero mi intención era ir más a fondo y precisar datos de algunos personajes que me servirían para realizar mi propósito con minuciosidad y documentarme acerca de la vida de cada uno. Insistí en recabar datos sobre Bujari Ahmed, El Hanafi Mohamed Chej, Brahim Mojtar Ali, Moulud Said, Ozman Habib Kentaui y Bol-la Ahmed Zein, entre otros.

Hice hincapié sobre estos nombres por el nivel y formación que adquirieron en aquellas circunstancias. Me pareció importante tomarlos como punta del iceberg en toda esta temática. Debo reconocer que Sidi Saleh o “Buyemin” como yo lo llamo cariñosamente, demostró en nuestra entrevista una buena memoria de aquel período colonial, teniendo en cuenta que pasaron muchos años desde entonces para retener y especificar detalles en algunos casos.

Enfrascado en la tarea llegó el momento de presentar mi libro “Versos refugiados” en Casa de África, era el día 14 de diciembre de 2007, día de San Juan de la Cruz, patrón de los poetas, como me comentó mi amiga la escritora Ana Rossetti, fecha que no podría ser más alentadora para darme buena suerte y sorpresas.

El día anterior había llamado a un gran amigo del pueblo saharaui, Javier Perote, para que asistiera a la presentación del libro y en nuestra conversación saltó el tema de una revista que yo tenía anotada para buscar en la Biblioteca Nacional, me la recomendaron ya que en ella tal vez se podría encontrar trabajos sobre ese grupo de estudiantes. Entonces Javier me comentó que no me preocupara porque él tenía esa revista, y con ella me prestaría además una selección del Semanario de la Provincia que se editaba aquellos años en El Aaiun. Se trataba de una recopilación de varios números del periódico que recogía temas selectos de la vida de la población en los años cincuenta, sesenta y setenta.

El hallazgo era de incalculable valor para mi trabajo, y me sirvió de catalizador para dar comienzo a un homenaje que no esperaba más y que brotaba de mi corazón desde que empecé a escribir en el exilio.

Y sin más preámbulo emprendí la lectura de la revista Irifi, del Instituto General Alonso de El Aaiun, tomando como primer paso estas líneas del prólogo de la revista, en las que se dejaba claro el cometido de la edición en la ex provincia española Sahara Occidental: “(…) que en su primer número fue un mensaje del desierto y que en su segunda edición pretendió ser un envío que el Instituto Mixto de Bachillerato de El Aaiun hace a otros alumnos y a otros centros”.

Me enfrasqué en su lectura en el metro, en mis horas de descanso en el trabajo y en casa, viajando por tren y de tanta alegría que me daba la información se me empezaban a mezclar las averiguaciones, pero a la segunda lectura ya estaba asimilando los apartados y los autores de los trabajos literarios que aparecían en sus gastadas y grisáceas hojas. En estas líneas se dejaba entender qué trabajos contenía la revista “los amaneceres del Sahara, su flora y su fauna, poéticas leyendas y cuentos que corren de boca en boca, verso y prosa, periplos por el desierto, todo un mundo real, pero lleno de encanto y de poesía, desfilan en esas páginas escritas por los alumnos en las clases o enviados por los que han sido y están hoy en facultades universitarias o en escuelas especiales”.

Indudablemente esos jóvenes sin saberlo estaban progresando para ser el motor de la metamorfosis de un cuerpo que produciría la conciencia nacional saharaui y las aspiraciones de la futura nación.

Subrayé en la revisa Irifi unos párrafos de un artículo escrito por Bujari Ahmed cuando cursaba el tercer año de Derecho en 1972, y mantenía su colaboración con la revista del instituto; aún no había nacido el Polisario en aquellos años “(…) solamente la juventud que va a las escuelas, a los institutos o a las universidades, puede tener conciencia de su misión. Se necesita una juventud que tenga las manos desatadas, pues no se puede trabajar en una obra de arte con una camisa de fuerza”. Este planteamiento dejaba entrever hasta qué nivel llegaba la conciencia que poseían esos jóvenes en aquellos años y coyunturas; estaban maduros para enfocar sus ideas en pleno auge colonial y no estar aislados de la fiebre de emancipación que disfrutaban los países africanos y asiáticos que lograron su independencia de las potencias occidentales en los años 60, y de las revoluciones que surgieron en latinoamérica.

Ya había señalado anteriormente lo difícil que me resultó al inicio el trabajo, pero la frase de Bujari me ayudó mucho “no se puede trabajar en una obra de arte con una camisa de fuerza”, la revista, el Semanario de la Provincia y los contactos que hice rompieron las barreras y me adentré en la historia de esa brillante generación de la que apenas se conoce su esplendida trayectoria.

Recogí nombres de los alumnos saharauis que escribían relatos y poesía en la revista, curso 1971-1972 en El Aaiun, como Bujari Ahmed, ex alumno y estudiante de 3º de Derecho; Chej Ramdan Nas, estudiante de 6º y residente en el Colegio Menor; Lehbib Braica Brahim, del consejo de redacción de Irifi; Brahim Mojtar Ali Buyema, alumno de COU; Buyema Masaud Embarec, estudiante de 1º de Filosofía y Letras; Ahmed Mohamed Mulay Ali; Malainin Mohamed Ahmed, estudiante de 6º curso; Ahmed Salec Caid Saleh, Sleiman Ramdan y Ahmed Fal Mohamed, de éstos tres últimos no hay referencia de sus estudios en la revista; Malainin El Hach Embarec, de 5º de letras. Algunos de ellos formaban parte del consejo de redacción como Lehbib Breica, Chej Ramdan Nas, Ozman Habib Kentaui, junto a estudiantes españoles y profesores del Instituto General Alonso de El Aaiun.

Para no alargarme en este homenaje he recogido de forma muy breve parte de sus trabajos literarios que aparecían publicados en la revista. Sin restar ninguna importancia a ello, sería muy adecuado abordarlo como tema de investigación y análisis en próximos proyectos de estudio, ya que es un fondo muy importante para trasladar con más detenimiento e información a las actuales y futuras generaciones.

Malainin El Hach Embarec escribía “a veces me pregunto por qué se tienen deseos que no se pueden realizar, por qué el alma aspira a tanto y luego se encuentra con tan poco”, pasaje de un artículo aparecido en Irifi en una edición de 1972 y titulado “Falta de ilusión”.

Brahim Mojtar Buyema dedicaba esta reflexión a la mítica ciudad de Smara, destruida en parte y quemada su biblioteca por las tropas meharistas del coronel francés Mouret en 1913. “Mientras estos sueños me envolvían, el Sol desaparecía en poniente y sus rayos dibujaban mil formas caprichosas entre los arcos de la piedra negra de la mezquita en ruinas”.

Buyema Masaud Embarec recogía en un artículo publicado con título “Mustafa, el diablo y la nube”, un cuento sobre la voluntad de dios en el desierto. “Mustafa, humano al final, estaba ya apunto de decidirse a vender su alma al diablo por un poco de agua, mientras luchaba heroicamente en su interior. En el horizonte comenzó a llover. ¡Gracias, Dios, gracias! – murmura Mustafa -. El desconocido, vencido por Alá, se aleja con la cabeza baja, mientras un trueno retumba”.

Bujari Ahmed Barical-la, dedicaba un amplio trabajo de dos columnas publicado en aquellos últimos años de presencia española al “Cambio de vida en el Sahara”, centrado en el rol que debería desempeñar la juventud saharaui de la época: “Este ideal está limpiamente enfasado con la juventud; una juventud que se desvincula de todos los prejuicios del pasado que no son útiles, y es más, son un freno para ese ideal”.

Chej Ramdan Nas, en alusión a la unidad y en cerrar filas entorno a un ideal saharaui sin fisuras y por la paz, reflexionaba “aportad vuestro esfuerzo para el logro de un mundo mejor donde haya paz y amor, justicia y comprensión”. Lo escribía en “Carta a mis compañeros saharauis” publicada en la revista del Instituto de El Aaiun 1972.

Quisiera constatar que aparecen muchos trabajos colectivos realizados por otros jóvenes de esa misma generación sobre la fauna y flora, y es el ejemplo de Ahmed Fal Mohamed, Habib Kentaui, Sleiman Ramdan y Mohamed Saleh El Bachir. Este trabajo emerge explicado en una nota de redacción como dirigido y supervisado por el profesor encargado de la cátedra de ciencias naturales, don José Luis Marco Bueno.

Muchos de esos jóvenes seguro que se acordarán de Carmen Gómez Juste, ex alumna del Instituto, que en aquel entonces cursaba 4º de Económicas y 2º de Periodismo. Me detuve para leer minuciosamente una carta de despedida que escribía a El Aaiun, el joven moreno, inteligente y simpático que llenaba su corazón y que abandonaba aunque no era ese su deseo.

He querido destacar algunas líneas que me parecen un homenaje a aquellos jóvenes, recuerdo para muchas chicas y chicos españoles que compartieron pupitres y recreos en los patios de colegios, institutos, facultades, un mundo mezclado de amor, amistad y complicidad que se vivió intensamente por muchos y muchas en aquellos últimos años de presencia de la metrópoli en el territorio. Carmen escribía: “Querido Aaiun: son las últimas horas que estoy contigo. Últimas por ahora. Quiero volver. Siempre sueño con volver. Pero siempre vuelvo más tarde de lo que yo querría. Quiero pensar como si no me fuera. Y, sin embargo me voy. Y no quiero. Me voy y me detengo en cualquier lugar para sentir tu sol. Me gusta cuando me quema”. Seguro que Carmen sentía en su propia carne la ya preparada traición de sus conciudadanos.

Lamento no haber podido hasta ahora encontrar algún trabajo de El Hanafi Mohamed Chej y Bol-la Ahmed Zein. No me doy por vencido en la búsqueda. Me consta que El Hanafi estudió en el mismo instituto, pasando luego a la universidad, se matriculó en la Faculta de Biología en Madrid. Miembro fundador de la Unión de estudiantes saharauis con varios de estos jóvenes en 1974, fue una gran promesa pero el destino le tenía reservado otro fin, caer por la causa con la que estaba comprometida esta brillante generación. Hanafi murió en 1976 dejando un gran recuerdo entre todos sus condiscípulos.

Bol-la estudiaba en Dajla, antiguo Villa Cisneros, cursó la carrera de Medicina en la península y fue Ministro de Sanidad en el primer gobierno saharaui; cayó donando su sangre para salvar a los heridos de los bombardeos marroquíes a la población del campamento de Um Draiga en 1976.

Muchas dignas historias protagonizaron aquellos estudiantes años más tarde. Algunos formaron parte del Movimiento de Basiri en el año 1970, que luego sirvió como embrión para el nacimiento del Frente Polisario. Otros cayeron luchando en los primeros años contra la invasión mauritano marroquí del territorio. Otros más son hoy carismáticos dirigentes y diplomáticos que siguen luchando por los mismos ideales y principios que abrazaron en aquellos años de estudiantes.
Bahia Mahmud Awah
*Ilustración: nº 11 Revista Irifi (Curso 1971-72)

miércoles, enero 02, 2008

La noche del silencio



Hermosa era aquella noche bajo el cielo azul y brillante del Sahara, aquella fue una noche remota de silencio y paciencia, todo estaba tranquilo y quieto en aquel frig que había acampado en Aguerguer, la lluvia inundó el desierto y entonces sembró el milagro y lo convirtió en tierno pasto para que aquellos nómadas quedasen en esa tierra.

Los guerreros nómadas del desierto lo primero que hacían para asentarse en un lugar era asegurarse del suministro del agua, sin el agua nada se podía hacer. El más anciano de todos era quien inspeccionaba detalladamente la arena del uad y hacía una lectura profunda del tipo de tierra y vegetación, después planteaba a los demás varias sugerencias y entre todos decidían donde iban a empezar a cavar para encontrar agua en buenas condiciones que pudiera servir para el consumo de las personas.

Corría 1970, el año de la sublevación de Zemla, en el desierto del Sahara aún se podían encontrar gacelas en estado natural pastando cerca de los oasis, los niños en su mayoría estudiaban el louh y con ello aprendían las primeras palabras del alfabeto, luego empezaban a observar a los mayores cómo cuidaban del ganado, calculaban las distancias e intentaban interpretar el tiempo y saber entre el tipo de tormenta de arena qué podía hacer; la badia era un ejercicio constante de subsistencia y sobriedad, la mayoría de los hombres saharauis estaban dotados para caminar largas distancias, consumir poco agua y comida mientras las mujeres eran dueñas de las jaimas, ellas tenían la capacidad de asumir todo tipo de riesgos y tomar cualquier decisión para sacar su familia hacia delante. Así siempre ha sido en el Sahara desde tiempos antiguos.

Otear en busca de comida para los animales era una de las tareas constantes a la que se veían sometidos los habitantes del Sahara Occidental; el ganado tenía que estar en un lugar seguro donde podía sobrevivir, porque todo estaba interrelacionado. La experiencia de nuestros abuelos había demostrado que el desierto era un ejercicio de búsqueda permanente de la vida, las distancias trazadas eran permanentes historias contados de unos para otros, sólo mediante las leyendas narradas por los beduinos acerca de pastores y camellos que habían muerto en desiertos lejanos y misteriosos donde nada podía sobrevivir, uno podía tener una idea de cuán lejos puede estar un lugar; La hamada era ese entorno estéril que los saharauis no conocían, una inmensa llanura pedregosa llena de pequeñas colinas que anuncian un paisaje casi de aspecto lunar en el que nada crece. Sin embargo los saharauis con un enorme sacrificio y una voluntad de hierro pudieron arrancarle vida, amor y resistencia a un sitio en el que jamás se pensó que podía desarrollarse algún tipo de actividad humana.

Una vez delante de la comisión de identificación de votantes para el referéndum en el Sahara Occidental un marroquí de la ciudad de Tánger me dijo: “¿cómo podéis sobrevivir en un sitio tan duro?”

Yo me quedé sorprendido como quién no se esperaba la pregunta y le contesté con cierta rabia, diciéndole que cuando llegamos a este lugar yo era un niño muy pequeño y no había nada pero la impotencia y la injusticia obligaron a nuestro pueblo a arrancarle vida a esta estéril inmensidad.

El hombre comprendió la magnitud de mis palabras y con una sonrisa pícara me volvió a preguntar “¿por cuánto tiempo más estáis dispuestos a permanecer en este lugar?”

El tiempo que haga falta, porque nosotros nacimos nómadas y libres, sólo estamos atados a las nubes, el viento, las noches profundas y estrelladas del Sahara.

Ali Salem Iselmu