viernes, octubre 27, 2006

LA MAESTRA QUE ME ENSEÑÓ EN UNA TABLA DE MADERA


Nació hace 64 años, en 1942, en el valle de Bulariah, una legendaria montaña anclada en la meseta sur de Tiris. Hija de Omar y Nicha, quienes tuvieron ocho hijos. Ella fue la segunda después del primogénito Alati.

A los 17 años conoció a mi padre en las sabanas cercanías de los montes de Leyuad, allí estaba acampado el frig de su familia, Ahel Omar Ali Embarek Fal. Un año más tarde se casó con mi padre. Me lo contó mama por teléfono en agosto pasado.

Se llamaba Jadiyetu, pero nunca lo pronuncié como suena, lo aprendí para siempre como me sonaba de pequeño “Detu” y también le decía “mamá” en español porque ella entendía muchas cosas de nuestro segundo idioma, así hasta hoy mismo era sólo para mí mamá o Detu.

El 20 de octubre pasado nos dejó la maestra que me enseñó las primeras letras del abecedario en una tabla de madera llamada elouh. Somos ocho hermanos y a todos nos enseñó a escribir y leer, a excepción de la más pequeña de mis hermanas nacida en 1981 en los campamentos de refugiados.

De mi madre aprendí muchas historias escuchándola en amenas tertulias que hacía con la familia o amigos en infinidad de ocasiones. Era un caudal inagotable de anécdotas, relatos, historias, era una enciclopedia de literatura hasania y árabe. Nos comentaba que el año 1958 España y Francia, enfrentadas para dominar el territorio y trazar los límites coloniales, bombardeaban los frig y los ganados y tiraban desde los aviones cientos de octavillas en árabe diciendo que los saharauis tenían que trasladarse hacia el interior del Sahara para salvarse. Ella era la única que sabia leer, de noche bajaban sus hermanos de las montañas para recoger las octavillas, leerlas y avisar los demás.

Desde que me separé de ella por la guerra a los 15, en el otoño de 1975 hasta volver a verla en 1985 pasado diez años sin que supiera de mi paradero, jamás me he sentido con ella como el hombre ya maduro. Fue una madre coraje cuando tomó aquella decisión en plena guerra “Vete de aquí con los Polisarios, ellos te cuidarán, esa gente que nos está atacando te matarán”. Ella a lo mejor sentía que su hermano, que desertó en 1974 del ejército español incorporándose al Polisario, le daba seguridad en mi evasión, sufrió mucho mi huida en el éxodo.

Yo para ella era aquel niño tropezón, gracioso, inocente, que le hacia reír en cualquier momento cuando menos lo pensaba. Decía que no me asustaba de pequeño y que los amigos de mi padre venían a casa para gastarme bromas. Cuando crecí no cambié esa relación, sabia que ella se sentía muy bien porque le trasladaba a tiempos de su juventud. Todo lo que aprendí de literatura árabe y hasania me lo transmitió en multitud de ocasiones en nuestra jaima y nuestras casas en Auserd. Amaba mucho a Tiris y la conocía como la palma de su mano.

Recuerdo que el año 1973 mi colegio nos invitó para pasar el verano en Castellón de la Plana, pero ella estaba preocupada por lo que pudiera pasarme y se negó a dejarme ir. Mi profesor don Francisco fue a nuestra casa y le aseguró que estaría bien y ella cedió, diciéndole a mi profesor “eres el responsable si me lo roban”.

Para ella yo no quería crecer, sentía que podría perder esa amistad de niño con la que me conoció en mis primeros 15 años, le confesaba todos mis secretos y le sacaba conversación sobre temas de historia y literatura. Tenía una memoria asombrosa, memorizando casi toda la obra original en árabe del príncipe poeta Kais Ibnu Al Mulauah, versión occidental Romeo y Julieta de William Shakspeare. Sabía incluso el motivo de inspiración de cada poema que dedicaba a su amada Leila Al Amiria. A principios de 1975 recuerdo que me apuntó un par de meses a clases particulares de poesía clásica árabe que nos daba un mauritano.

También dominaba selectos poemas de grandes poetas en Hasania como Mohamed uld Telba, Badi Mohamed Salem, Mohamed El Mami y otros resonados nombres de poetas de la familia los Chej Malainin, que cantaron a Tiris en diferentes épocas. Y no se limitaba en ese don a solo los poetas saharauis sino cuando escuchaba un poema en hasania del país vecino de Mauritania pronunciaba enseguida el nombre del autor sin titubeos. Hablaba en sus tertulias como si recitara versos, voz pausada, serena, dulce y con peculiar inteligencia.

Siempre recuerdo el límite de su bondad con los indefensos, cuando una vez en los años 60 dejó arruinado el negocio de la familia, una tienda de ropa, cosméticos de uso femenino y miel pura de colmenas que mi padre importaba de Mauritania. Prestaba a la gente que no tenía dinero y al final el capital empezó a desplomarse porque no había ganancias por la deuda que había tenido con la gente que no pagaba.

Mi padre se enfadaba con ella porque muchas veces daba su ropa y la nuestra a otros que lo necesitaban. Decía la gente que la conocía bien que fue los ojos y el cerebro de mi padre durante los 31 años que estuvo con él hasta que se separaron en 1988 siendo refugiados en Argelia.

La ultima vez que estuve con ella fue en Semana Santa de este año, la encontré cansada y un poco débil, se notaba la factura que le pasaban los años de exilio. Tenía ilusión de grabar con ella algunas historias que quería para un trabajo pero no estaba en condiciones. A nuestro regreso a Madrid estaba bastante bien. Hablaba con ella por teléfono cada semana y me recitaba algunos poemas y le preguntaba de otras historias de la familia.

Tenia la voz firme alegre, se reía conmigo de algunas preguntas que le hacía como “mamá, donde conociste a mi padre” y ella me decía “nos lo ha traído en Aboilay Leyuad Agmeini uld Nayem” un intimo amigo de mi padre. Yo me reía de la naturaleza con que me daba la respuesta: “nos lo ha traído”

Este verano le alquilé una casa acondicionada en Tinduf para que pasara el fuerte verano que vivieron los refugiados y al cabo de un mes y medio me dijo “me voy a los campamentos donde tengo mi jaima, ya estoy bien”, traté de convencerla para que se quedara hasta que se refrescara el tiempo pero siempre respeté todo lo que ella quiso. Tenía el corazón con deficiencia debido al asma que padecía desde muy joven y un físico por naturaleza muy delgado y frágil.

Mi forma de ser siempre la he sentido reencarnada en la suya, sociable, tierna, amable, sembrando amigos en cualquier momento y sin saber odiar. El pasado día viernes 20 de octubre, correspondiente al 27 de Ramadan visitó por la tarde a su mamá, mi abuela Nicha, le entregó sus regalos de pascuas y le pidió el perdón de los creyentes y al terminar instantes después, dejaba de existir a raíz de un infarto. Estará presente siempre en mi corazón como ella me ha enseñado a quererla.
Bahia Mahmud Awah

miércoles, octubre 25, 2006

Liman Boicha presenta en Las Palmas "Los versos de la madera"




El pasado jueves, 19 de octubre de 2006, 20 horas se presentaba en Las Palmas de Gran Canaria el libro “Los versos de la madera”, del poeta saharaui Limam Boicha, con gran éxito de público y presencia de medios de comunicación.

En la poesía de Liman Boicha se destila, junto a sus sentimientos más íntimos, la vasta cultura milenaria de su pueblo, de los hijos del Sáhara Occidental. A través de sus versos podemos saborear la hoja verde del té, contemplar los galabba del Tiris, jugar a la guerra sobre la arena, seguir las huellas del camello o retroceder a los años con nombre de la mitología. Todo ello envuelto en un sutil mundo de sensualidad, donde queda patente, además, su mestizaje de culturas y su capacidad integradora. (Prólogo de María Jesús Alvarado al libro de poemas de Liman Boicha "Los versos de la madera")

martes, octubre 17, 2006

‘Gritando lo que se siente’


Es el hermoso título de un libro de poesía escrito por poetas saharauis agrupados bajo el nombre de Generación de la Amistad.

Tuve el privilegio, en el año 2005, de asistir a la creación de este proyecto que hoy es un sueño hecho realidad. Este libro sabe y huele a dolor y a esperanza, a exilio y a discriminación.

Está escrito en español y, como ellos dicen, «no perdemos la esperanza de volver al mar, volver más temprano que tarde. Los poetas saharauis escribimos en español porque es nuestra segunda lengua. Nos dirán que somos árabes, pero España ha estado con nosotros más de 100 años. El español es parte de nuestra vida y no puede desaparecer».

Espero, en estos momentos difíciles, que no desaparezca de nuestro corazón el compromiso firme con el legítimo derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación. Y que desaparezca para siempre la imagen de los niños saharauis alargando la mano al vacío de la justicia.
Ellas dan la nota Cristina del Valle 16.10.2006

jueves, octubre 12, 2006

Recuerdos

Del número de otoño de la revista Ariadna R-C

Al maestro le bastaba con atravesar la puerta hacia dentro, para que un silencio de sarcófago se apoderase de la clase. Un silencio denso, que afianzaba su indiscutible protagonismo, e incrementaba el miedo, que tan solo su presencia provocaba.

Entraba con aire marcial, haciendo sonar sus tacones sobre el suelo de cemento. Recuerdo su constante ir y venir por el aula, se paseaba lentamente como si desfilaba. Se tardaba casi un minuto en recorrer el aula de punta a cabo, desde la pizarra hasta el mapa de España, incluyendo sus territorios de ultramar, colgado en la pared opuesta.

Recuerdo la primera vez que nos enseñó el mapa del Sáhara.

Lo recuerdo perfectamente porque, quizá fuese aquella la primera vez, que volvía la cabeza sin el temor de ser castigado.

“Esta es la provincia del Sáhara” dijo cuando todos nos volvimos “Yo vengo de aquí” continuó, mientras señalaba con una enorme regla de madera un punto del Levante español.
Ese día lo recuerdo, con mucha emoción, porque me liberó de un miedo que nació conmigo. Me enteré con suma satisfacción, que la tierra no terminaba en el horizonte, y que el mundo no se limitaba a la inmensidad del desierto; y que más allá del horizonte, no había ningún riesgo de precipitarse al vacío.

Me invadió un urgente deseo de llegar hasta el mismo horizonte y comprobarlo.
¿Cómo iba a saber yo, que en pocos años pasaría casi la mitad de mi vida al otro lado de mi mundo, y que iba a descubrir que el horizonte o los horizontes, por muy presentes que estén en todas partes, no son más que meros espejismos?

De vez en cuando evoco esos lejanos mundos de mi vida, intentando cada vez encontrarme con un recuerdo extraviado. Es la paradoja de recordar el olvido. Recuperar o rescatar, aunque sea un mínimo detalle de lo que un día ocurrió o dejó de ocurrir. Cuando se logra vislumbrar ese detalle, comienza la aventura de resucitar paso a paso una realidad, que no por añeja deja de ser verosímil. Es como restaurar la historia.

Nos convertimos en rastreadores, como los expertos nómadas deyara , del Tiris, o los baqueanos de la Pampa. Resueltos a encontrar e identificar la más intrincada de las huellas, que el viento va borrando. Sólo ellos saben encontrar los caminos que llevan a la meta definitiva.
Rastros que seguimos, sin saberlo, guiados por un simple instinto, un olor, un ruido, o una inexplicable sensación que brota de pronto, como si alguna extraña fuerza o razón suprema nos incitara a buscar entre los recovecos de nuestra memoria.

Comenzamos la pesquisa al interior del olvido, oteando desde las atalayas desperdigadas por la geografía de la memoria. Posando la mirada del recuerdo sobre la oscuridad pretérita de las entrañas del pasado. Mientras nos empeñamos en la búsqueda de un destello que nos indique el lugar exacto de un callado ruido, un marchito aroma, o un leve dolor gastado.

Lo intentamos una y otra vez hasta cansarnos.

De pronto, un día o una noche, a cualquier hora se ilumina el horizonte y a lo lejos un recuerdo rompe el cascarón del tiempo y emerge como un retoño.

Lentamente comienza a crecer y crecer, haciéndose gigante, vivaz e inexorablemente cruza la inmensa frontera del olvido.

El recuerdo más reciente que he rescatado, tiene casi mi misma edad y el tierno aroma de la melhfa de mi madre.

Mohamed Salem Abdelfatah (Ebnu). Nació en Amgala, Sahara Occidental, en 1968. Es licenciado en Lengua española y Literatura por el Instituto Superior Pedagógico de Pinar del Río, Cuba. Actualmente vive en España y ha participado en las antologías de poesía saharaui contemporánea “Añoranza” (Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de las Islas Baleares, 2002), “Bubisher” (Editorial Puentepalo. Las Palmas de Gran Canaria, 2003) y “Aaiun, gritando lo que se siente” (Universidad Autónoma de Madrid, 2006). La Universidad de Las Palmas de Gran Canaria publicó su poemario “Voz de fuego” en 2003. Es miembro fundador de la "Generación de la Amistad saharaui".

sábado, octubre 07, 2006

Presentación de "Los versos de la madera" de Limam Boicha en Canarias


“…Allí donde esté un saharaui, allí estará el Sáhara. Allí donde esté su voz, estará la voz de su pueblo. Los que luchamos por dar a conocer la realidad del pueblo saharaui, sabemos que sus poetas son su corazón, y que en la medida en que extendamos sus versos, estaremos llevando el latido del Sáhara al corazón del mundo. ”
M.J. Alvarado.




Jueves, 19 de octubre de 2006, 20 horas

Centro de Iniciativas Culturales de la Caja de Canarias
(CICCA) Las Palmas de Gran Canaria

El poeta saharaui Limam Boicha presenta su libro Los versos de la madera



Ven a conocerlo, a escucharlo, a sentirlo…porque nadie que escuche recitar a Limam Boicha puede quedar indiferente.

Mitología

“Los años son un pozo de memorias”
Mario Benedetti


Mi padre me dijo:
“Yo nací en año
de los dientes verdes
de los dromedarios”

Ahora yo me pregunto:
¿Qué hemos hecho de nuestros años,
tan lejanos y estrechos?

¿Cayeron malbaratados
entre el olvido de la tradición
y la sed de las dunas?

¿Se esfumaron en el aire
como haces de leña?

Buscad en la poesía,
huesos de la memoria,
como nuestros antepasados.

Nuestros años son versos,
como una lluvia de estrellas
como la hermosa yerba
o el parto de las abejas.

Estos son nuestros años
abandonados
esqueletos trágicos,
como grandes tormentas
como una lluvia roja
o un vendaval de langostas.
Y no son estos otros
Incipientes y artificiales
que ahora colgamos
del almanaque
de nuestros sueños.

domingo, octubre 01, 2006

El Eclipse

La noche del viernes todos los maestros habían ido a ver a sus familias. Era extraño que aquella noche, después de la siempre tenebresa hora del Magreb, no se escuchara el inconfundible sonido del generador que abastecia al internado de luz. Habían colocado unos candiles que desprendían un horroroso olor a aceite quemado o algo parecido, en algunas esquinas del comedor. Fuimos a cenar a oscuras y en medio de aquella oscuridad muchos perdimos el apetito. Salí hacia afuera sólo, y deambulé por el enorme patio de la escuela. Alguién habló de que la luna estaba "tomada". ¿Por quién? todos nos preguntábamos sin encontrar una respuesta. Algún "iluminado" habló con dramatismo de que había llegado la hora del "Juicio Final". Tuve mucho miedo y deambulé en busca de compañía. Busqué la de mi querida hermana mayor, para que "el Juicio Final" me pillara en protectora compañía. Otros sin saber qué hacer se refugiaron en las aulas. Hubo quien corrió a ver si podía abordar un coche a las afueras, para llevarlo a su familia.

No había ni una persona adulta. Una hora después apareció Suadah. Los niños se alegraron y muchos formaron un círculo alrededor de él. Todos hablaban y preguntaban al hombre qué era lo que pasaba con la luna. Cuando Suadah, que era el encargado de la lavandería, comenzó hablar todos los niños callaron. Suadah, era un hombre enorme, fuerte como un león. Habló con voz firme y serena, y dijo: "Hijos míos deben tranquilizarse, eso es una "operación" hecha por los americanos, para demostrar su poderío al mundo, han tapado una parte de la luna con una toalla".

Limam Boicha