viernes, enero 15, 2021

Y el Sáhara... ¿está cerca de Islandia?


Por: Larosi Haidar. Ilustración: Hijos del desierto,de Roberto Maján
La primera vez que leí en una novela los términos skyr, skald y gothi, y sus respectivas definiciones, supe que los pueblos, en su esencia, se parecen mucho más de lo que parece y sus historias suelen diseñarse de forma semejante y paralela. Las palabras hacen referencia, respectivamente, a una bebida de leche cuajada, al cantor de odas y al jefe de clan en la Islandia medieval, lo que de manera espontánea activó en mi mente los términos saharauis zryg, igguiu y shij, y que salvando los matices vendrían a ser las traducciones de los primeros.
Otra similitud que descubrí entre los dos pueblos es el uso del patronímico para identificarse, algo así como Juan, hijo de Pedro. Así, encontramos nombres islandeses como Alnaldur Indridason, Alnaldur hijo de Indrid; Ava Ólafsdóttir, Ava hija de Olafs, al igual que saharauis como Mohamed wald Brahim, Mohamed hijo de Brahim, o Jadiyettu ment Baba, Jadiyettu hija de Baba. También está el hecho de la utilización exagerada del diminutivo en su lenguaje cotidiano, algo también notable en nuestra lengua hassaní y que enriquece su fina ironía benévola al igual que su cruel sarcasmo cáustico.
Sin embargo, la coincidencia que me pareció más reveladora del espíritu igualitario imperante en las dos sociedades es la casi inexistencia del tratamiento de cortesía usted, pues su uso es rarísimo y pedante. Lo que es una evidencia clara de la igualdad de los individuos en el seno de ambos sistemas sociales, independientemente del cargo o título que ostenten, pues se tratarán entre sí de tú a tú. Es de suponer que se debe, en los dos casos, a la escasa población y a la rudeza del hábitat que les ha tocado vivir, donde la solidaridad anclada en el respeto entre individuos era condición indispensable para la supervivencia. Eso sí, cuando esta última peligraba, los clanes y grupos se veían obligados a realizar incursiones en territorios remotos para saquear y pillar lo que se ponía en su camino. Los islandeses se hacían vikingos y se hacían a la mar en sus temibles drakkars, mientras que los saharauis se unían a los ghazzis, de allí razias, y montaban sus inquebrantables dromedarios y caballos para atacar a poblados lejanos que asolaban en un abrir y cerrar de ojos.
Más cerca en el tiempo y de manera más anecdótica, las coincidencias curiosamente persisten. El 20 de mayo, ese mayo beduino nacido por cesárea un lustro después del mayo galo, los saharauis iniciaron la vía de la lucha armada para alcanzar la tan ansiada libertad. Como si fuera ayer, sin embargo, acaban de celebrar con cierta amargura y frustración el cuadragésimo aniversario de tan simbólico acontecimiento en la historia moderna del Sáhara Occidental. Mas sí, también para los islandeses esa fecha es muy significativa, dado que fue un veinte de mayo, concretamente del año 1944, cuando el pueblo de Islandia votó en un referéndum  para acabar definitivamente su vinculación a la monarquía danesa.
Varios años antes de recurrir a las armas, los saharauis habían intentado autodeterminarse de manera pacífica y partiendo del diálogo y la negociación cívica y civilizada. Pero la metrópoli no lo permitió y puso todo tipo de trabas ante dicho proyecto recurriendo, incluso, a las malas artes de la corrupción y compra de conciencias. La gota que colmó el vaso fue la disolución a balazos de una manifestación pacífica llevada a cabo en el barrio aiunense de Zemla, manifestación que el historiador Pablo Dalmases denominó atinadamente El grito de Zemla. Como es de esperar, esa fecha igualmente es simbólica y significativa para el pueblo saharaui, por lo que cada año se celebra su festividad el día 17 de junio y, curiosamente, también lo es para los islandeses, pues es el día en que su país se convirtió oficialmente en una República: el 17 de junio de 1944.
Llegados aquí, lo mismo no es tan descabellado decir que el Sáhara Occidental está, de alguna manera, cerca de Islandia. Lo está por la similitud y la afinidad subyacente que caracteriza al género humano, pero también, y desgraciadamente, por la lejanía causada por el desconocimiento y la ignorancia de todo lo relativo a la que hace poco, muy poco, era la provincia 53 de España. Y aunque a muchos les suene a Reikiavik, esa bella Bahía humeante capital islandesa, en realidad su capital es Aaiún, esos Manantiales que beben de las entrañas de Saguia al-Hamra, Acequia Roja que surca el desierto para besar el Atlántico, mientras sus Ojuelos acarician llorosos las antaño blanquecinas paredes de las moradas vecinas de su ribera sur. Hoy, sin embargo, esas mismas paredes tiemblan rojizas bajo el peso humillante de un rojo sangre venido del norte. Mientras, en lares no tan lejanos, la relaxing indiferencia hacia todo lo saharaui campa a sus anchas.
Y sí, aunque parezca mentira, el Sáhara está cerca, muy cerca, de Islandia.

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