Texto y fotos: Bahia MH Uld Awah 2019
Dice el proverbio hasaní امشي الين اتشوف ابعينك“viaja y lo verás con tus propios ojos”, en el mismo sentido de aquella expresión de la epopeya de Roma pronunciada en latín por Julio Cesar tras volver victorioso de la Batalla de Zela, librada en el año 47 a.c: Veni, vidi, vici, que expresa “Vi, vine y vencí”. Ambos aforismos me introducen a este texto sobre mi viaje a Nouakchott, la ciudad refugio de bibliotecas y bibliófilos hasanófonos. La primera vez que visité a esta ciudad fue en el verano de 1994, cuatro años después del acuerdo del cese el fuego en el Sahara Occidental. Entonces conocí una ciudad detenida en el tiempo donde la vida latía a su particular ritmo entre el mar y el desierto africano. Debo confesar que aquella visita para mí fue ocasional. Me he criado en una sociedad genuinamente beduina, atenta a todo cuanto le rodea. Sin embargo, en aquel viaje aún ignoraba los procedimientos metodológicos y herramientas que acompañan un antropólogo cuando va observando un sujeto desde su condición de objeto de estudio.
Dice el proverbio hasaní امشي الين اتشوف ابعينك“viaja y lo verás con tus propios ojos”, en el mismo sentido de aquella expresión de la epopeya de Roma pronunciada en latín por Julio Cesar tras volver victorioso de la Batalla de Zela, librada en el año 47 a.c: Veni, vidi, vici, que expresa “Vi, vine y vencí”. Ambos aforismos me introducen a este texto sobre mi viaje a Nouakchott, la ciudad refugio de bibliotecas y bibliófilos hasanófonos. La primera vez que visité a esta ciudad fue en el verano de 1994, cuatro años después del acuerdo del cese el fuego en el Sahara Occidental. Entonces conocí una ciudad detenida en el tiempo donde la vida latía a su particular ritmo entre el mar y el desierto africano. Debo confesar que aquella visita para mí fue ocasional. Me he criado en una sociedad genuinamente beduina, atenta a todo cuanto le rodea. Sin embargo, en aquel viaje aún ignoraba los procedimientos metodológicos y herramientas que acompañan un antropólogo cuando va observando un sujeto desde su condición de objeto de estudio.
En mi apartamento redactando mis impresiones para la crónica "Nouakchot, la ciudad de las incógnitas bibliotecas" |
En septiembre de este año 2019, tras veinticinco años, he
regresado a Nouakchott por cuestiones de investigación y encuentro familiar. Todo
ha sucedido en un momento en el que estoy entregado al trabajo de mi tesis
doctoral; condición que me obligaría a estar más atento a todo proceso que
observaran mis ojos y oyeran mis oídos, cumpliendo la virtud del beduino “atento
a todo cuanto le rodea”, una peculiaridad cantada en versos que atribuyen al
amir de Adrar, Sidahmed Uld Ahmed El Aida, y también al beduino poeta saharaui
Omar Uld Mreizig.
عيشتي في
الساحل بطيش اتمر ؤ ورك انيش
بالق الكمح ؤ
دهن الريش و افاك المزازي (...)
Mi vida en el Sahara es gozo
me alimento de tishtar[1]
dátiles,
hojas de anish[2],
feliz reboso de trigo,
rica manteca de avestruz
y olor al orín del mazazía (…)
Mi viaje fue de esos que se dan cuando menos están previstos, aunque
en mis instintos de persona inquieta siempre ha estado muy presente en mí la
vuelta a Mauritania. Un periplo en el tiempo de esos que resultan muy fructíferos,
donde se cosechan saberes, se descubren procesos invisibilizados y se revelan cualidades
humanas. En esta ocasión he podido conocer anónimas personalidades de las
letras hasanófonas mauritanas y saharauis que velan por tutelar de manera
familiar y anónima relevantes obras del registro del pasado cultural e
histórico, tanto de Mauritania como del Sahara Occidental.
Sin este viaje no me
hubiera sido posible llegar a conocer interesantes datos sobre lo incógnito de
esa ciudad, en el contexto que decía el místico poeta anticolonial saharaui
Bahia Uld Mohamed El Alem, tras un viaje a lomo de camello que le llevó a
compartir evidente experiencia con los hijos del sabio y teólogo Chej Malainin,
El Heiba y Mohamed Laghdaf, a principios del siglo XX.
Retrato del poeta Bahia Uld Mohamed El Alem, del pintor Fadel Jalifa |
هيبتنا بعد ؤ محمد بلعينين امعايل مسند للقلذ ؤللدين
نعرفهم
كنت امخابرهم وابذ يشهد
لمجاورهم و امخابرهم
في السفر عيل معلومين فقد سافرت معاهم
A nuestro Heiba / y a Mohamed Ben Malainin/ innegables
mozos eruditos, / fuentes de generosidad y de devoción. / A ellos les conocí y /
con ellos me relacioné, / y esto lo atestiguan / los que fueron sus vecinos / y
los que con ellos / compartieron saberes. / Si viajaras junto a ellos / observarás
que son / gentiles y magnánimos mozos.
Volviendo
al aforismo hasaní امشي الين اتشوف
ابعينك
“viaja y lo verás con tus propios
ojos”, debo decir que vi una nueva vieja ciudad, de esas que no fueron heredadas
del periodo colonial, sino surgida del tiempo posterior a la independencia del
país. Una villa cuyos orígenes me llevan a los prolegómenos de Ibn Jaldun, en
su concepto Al Hadara Albadawiya, الحضارة البدويةla civilización nómada. Una parte de la historia de Mauritania que
representaron y registraron las seis امرات imarat[3] que existieron sin núcleos urbanos, como
Imaret Oulad Embarec, Imaret Trarza, Imaret Ida Wi Ish, Imaret Lebrakna, Imaret
Mashduf e Imaret Oulad Yahya Ben Ozman. O en el caso del Sahara Occidental con دولة البادية
Dawlat Albadía, el País del Nomadeo, entidad política pantribal precolonial que
estudió el sabio saharaui Chej Mohamed El Mami en su obra Qitab Albadia.
Nouakchott para el inquieto observador es una ciudad recóndita que
no pasa desapercibida; una urbe horizontal caótica con visible rostro del
pasado y del presente. Huérfana del origen del que emergieron las antiguas
ciudades, sin alcazaba ni un casco viejo donde buscar el pasado de la ciudad.
Tampoco se asienta sobre lujosos barrios que habrían surgido de un posterior
proceso de modernización urbana, simplemente es heterogénea y se extiende a la
horizontalidad en su espacio donde socialmente coexisten africanos bidan[4],
negros, ricos y pobres.
Librería Al Islah, una de las más antiguas de Nouakchott |
Sin embargo, al pasear por las calles de Nouakchott uno podría percatarse
de un cierto equilibro, donde la pobreza y la riqueza en paz y armonía se
mezclan en el polvoriento y húmedo ambiente que domina el calor desértico tropical
de los meses de agosto y septiembre; un antagonismo climatológico que subsiste
y dialoga entre las costas del Océano Atlántico y los límites del gran desierto
saheliano del África. Y cuando uno conversa con los apacibles habitantes al son
del ritual اتاي
té cargado del aroma de انعناع naana[5] se le desprenden muchas incógnitas
sobre el origen de una nueva ciudad que tiene sus inicios en la memoria de los
viejos habitantes que la vieron nacer de la nada. “En los años sesenta de la
independencia del país, recuerdo que el gobierno y la Asamblea, parlamento, montaban
jaimas para hacer sus sesiones. Solo había un pequeño edificio donde se alojaba
el presidente Mojtar Ould Dadah y su esposa”, afirmaba uno de mis familiares
que fue funcionario e intérprete en la primera infraestructura de esta antigua
y reciente nación africana. “Francia no dejó construido nada en absoluto para
este país”. La misma lacra del pasado colonial que advirtió Frantz Fanon a los
dirigentes poscoloniales, “Muchos de los africanos aprendieron que esa lucha
para la libertad, la democracia y los derechos humanos son llevadas contra los
gobernantes del orden neo-colonial que los protege, los utiliza para robar los
recursos y los descarta cuando ya su tiempo se acaba”. Sin embargo, parece que estos últimos años el
país ha ido progresando hacía un mejor futuro para sus habitantes.
De izquierda a derecha el antropólogo Juan Carlos Gimeno de la UAM, Mohamed Uld O. Uld Awah exinterprete de la independencia de Mauritania y Bahia MH Awah |
Durante mi estancia en el barrio Tafragh Zeina, “La vida acaba y
es bella”, nombre que denota parte de la idiosincrasia de la cultura hasanófona
saharaui y mauritana, descubrí las puertas por donde acceder a un sujeto en
estudio. En este distrito me alojé en el acogedor hospedaje Maison Jeloua,
donde tuve la ocasión de conocer investigadores mauritanos a través de los que pude
revelar lo que esconde Nouakchott, desde la existencia de milenarias bibliotecas
familiares y cofradías que con sumo entusiasmo aún cuidan y mantienen amorosamente
familiares descendientes directos de sabios y de eruditos de siglos atrás.
Marta Cabré, una antropóloga que lleva varios años trabajando en
el país saheliano, siempre generosa, me propuso visitar una biblioteca
personal, y sin dudarlo enseguida acepté, partiendo del proverbio saharaui المئ ما يرتفد منو لعوين es decir “del agua no te limites a llevar lo suficiente”. Antes había oído en más de una
ocasión en la British Broadcasting Corporation, más conocida con las siglas “BBC”
de Londres, en sus emisiones lengua árabe afirmar que “Mauritania es el país
del millón de poetas”. Un dato subjetivo que también induce pensar en la
existencia de miles de bibliófilos omitidos en ese país, desde herederos de
sabios, eruditos, morabitos, poetas hasta de emires guerreros anticoloniales… Especial
mención para el bibliófilo Ahmed Mahmud Ould Mohamed, alias Yamal, vinculado a
la Cellule BIBLILMOS Mauritanie, con quien mis compañeros y yo tuvimos la suerte de conversar. Pude visitar
su biblioteca que es un auténtico fondo patrimonio de la hasanofonia y compartir
una distendida charla al son del té y la degustación de la recolecta del
apetitoso teglaa[6]
de Elgueytna[7] racimado
en julio de ese mismo verano.
Este amante de los antiguos manuscritos atesora en la segunda planta de su casa, cientos de volúmenes de antiguos fondos bibliográficos, libros y manuscritos que integran parte de ese registro ancestral de la historia de ambos pueblos, mauritano y saharaui. Tratados de los sabios de ambos pueblos que el pensador y politólogo ghanés Ousmane Kane define en su obra “África y la producción intelectual no eurófona” como “La biblioteca nacional africana”, esa de autor africano no eurófono que ha sido omitida por la bibliografía colonial.
Este amante de los antiguos manuscritos atesora en la segunda planta de su casa, cientos de volúmenes de antiguos fondos bibliográficos, libros y manuscritos que integran parte de ese registro ancestral de la historia de ambos pueblos, mauritano y saharaui. Tratados de los sabios de ambos pueblos que el pensador y politólogo ghanés Ousmane Kane define en su obra “África y la producción intelectual no eurófona” como “La biblioteca nacional africana”, esa de autor africano no eurófono que ha sido omitida por la bibliografía colonial.
Mohamed M. Yamla; Bahia MH Awah, Marte Cabré, Lopez Alberto Bargados, Quique Bengochea y Abdelkader |
Los fondos de la biblioteca se componen de obras de casi todos los
eruditos y sabios mauritanos y saharauis de los siglos XVII al XXI. Fondos que
integran desde manuscritos originales de la literatura aljamiada de hasania y obras
producidas en árabe clásico, incluyendo la producción de autores saharauis y
mauritanos contemporáneos. Las estanterías de la biblioteca de Yamal rebosan
cuidadosamente relevantes reliquias encuadernadas con pieles y decoradas con
cuadros de dibujos geométricos tradicionales en colores rojos, amarillos y
verdes, de las escuelas de la artesanía del Tiris saharaui y del Chenguetti
mauritano.
Libreria Al Islah, una de las mas antiguas de Nouakchot, en mis manos un ejemplar de la obra Antología de Mohamed Uld Tolba |
En la biblioteca de Yamal mientras charlábamos un grupo de amigos
en compañía con su hermano, Abdelkader, hubo un momento en el que no pude
resistir a echar una ojeada, y me levanté para observar las estanterías de
libros y objetos de la antropología de la cultura africana que llenaban el
acogedor espacio. Pude ver objetos y fotos de incalculable valor posados en las
estanterías y paredes de la biblioteca que atrapan el ojo del observador. Bien
organizados y clasificados por secciones, descubrí una estantería con el rótulo
“Sahara Occidental”. Me detuve en ella y pude ver las dos obras del difunto
diplomático e intelectual saharaui Mohamed Fadel Uld Smail, entre otros autores.
“¿Cómo has podido reunir todos esos importantes fondos bibliográficos?”
pregunté a Yamal, quien me respondió, “Desde mi infancia tuve especial amor y obsesión
por el libro, los objetos de arte, todo lo que se relaciona de cerca o de lejos
con el país y el espacio sahariano. Y debido a eso, mi desafío fue recolectar, archivar
y mantener cualquier registro bibliográfico y objetos de la antropología
cultural que caen en mis manos”. Y concluyó, afirmando con sosiego, “Y gracias
a Dios al realizarme en mi vida profesional, pude cumplir gran parte de mi
sueño, tener todo esto aquí". No es extraña la vinculación de este
bibliófilo y su relación con el saber y los libros. Yamal resultó ser
descendiente del sabio saharaui fundador de la primera universidad itinerante
del Tiris, Chej Mohamed Uld Mohamed Salem, muerto en 1884 en Tiris, más
concretamente en el monte Dumes.
En cuanto al uso de este espacio privado, Yamal, me comentó “Esto
es una biblioteca café para los amigos a fin de reflexionar e intercambiar
opiniones y saberes de forma general. Interactuamos con préstamos con el
objetivo de dar a conocer el patrimonio cultural, la historia y los antiguos
manuscritos”. Tras la interesante velada con Yamal y su hermano nos despedimos
con la intención de no dejar de volver a visitarle.
|
Una noche en el acogedor patio de Jeloua, donde las mesas
desbordan la vista con sus agradables manteles de vivos colores africanos, me
senté a conversar con el antropólogo mauritano Abdel Wedoud Ould Cheikh,
persona con la que tuve especial sintonía desde el primer día que nos
presentamos en Nouakchott y también porque seguía su trabajo intelectual de
mucho antes. Esa empatía puede deberse a que es el único antropólogo que tiene
Mauritania, aunque reside en Europa, y porque él se declara de manera
consciente y crítica “producto de la escuela colonial francesa en Mauritania”.
Le comenté sobre este caso de los bibliófilos y sus fondos de
registro invisibilizados y sin apoyo ninguno. Así descubrí que estos casos no
se limitan a Nouakchott sino también están presentes en las ciudades antiguas
mauritanas como Chenguetti. En la ciudad descubrí durante mis charlas con
profesores de la Universidad de Nouakchott la biblioteca de Mohamed Mahmud Ould
Wadadi, exministro de cultura, un hombre jubilado que aprendió de su padre la
importancia de recolectar registros de la historia. La sede de su fondo
bibliográfico está en su propia casa, que reúne muchas obras descatalogadas y
manuscritos de los sabios y eruditos de la hasanófonia. Otras bibliotecas
personales de igual relevancia que las anteriores son la del exembajador de ese
pais en la ONU Mohamed Said Ould Hmoudi o la Cofradía del sabio saharaui Chej
Mohamed El Mami, de la que pude saber a través de uno de sus biznietos en la
ciudad, con quien compartimos una extensa cena y con quien tuve la ocasión de charlar
y descubrir mucha información en compañía de varios investigadores de
universidades españolas
Si buscamos la historia de los fundadores de esas bibliotecas nuakchoteñas, probablemente encontramos similitudes en cómo emergió en el siglo pasado la biblioteca de Tombuctú y la historia de su fundador, Mamma Haidara. Una ilustre figura de la historia del libro y sus autores del Sahel africano, nacido a finales del siglo XIX en Bamba, ciudad del entonces Sudán francés. Este personaje según el libro “Los contrabandistas de libros y la epopeya para salvar los manuscritos de Tombuctú” fue un hombre bibliófilo que tuvo una vida viajera y estudiosa. Tras un largo viaje fuera de su pueblo regresó desde Sudán, Egipto, Nigeria y Chad con diversos manuscritos y coranes “iluminados”, algunos de un valor enorme, y las sumó a la colección que su familia había recogido en el siglo XVI. Más tarde se estableció en Tombuctú, donde escribió sobre astrología y genealogía de los clanes de la ciudad, según cuenta el autor de esa obra, el periodista estadounidense de Newsweek, Joshua Ives Hammer.
Junto al antropólogo e intelectual y académico mauritano Abdel Wedoud Ould Sheikh |
El patio de Maison Jeloua con sus acogidos y alegres colores de tonos africanos |
Si buscamos la historia de los fundadores de esas bibliotecas nuakchoteñas, probablemente encontramos similitudes en cómo emergió en el siglo pasado la biblioteca de Tombuctú y la historia de su fundador, Mamma Haidara. Una ilustre figura de la historia del libro y sus autores del Sahel africano, nacido a finales del siglo XIX en Bamba, ciudad del entonces Sudán francés. Este personaje según el libro “Los contrabandistas de libros y la epopeya para salvar los manuscritos de Tombuctú” fue un hombre bibliófilo que tuvo una vida viajera y estudiosa. Tras un largo viaje fuera de su pueblo regresó desde Sudán, Egipto, Nigeria y Chad con diversos manuscritos y coranes “iluminados”, algunos de un valor enorme, y las sumó a la colección que su familia había recogido en el siglo XVI. Más tarde se estableció en Tombuctú, donde escribió sobre astrología y genealogía de los clanes de la ciudad, según cuenta el autor de esa obra, el periodista estadounidense de Newsweek, Joshua Ives Hammer.
Si hacemos una analogía con la historia de los bibliófilos
mauritanos y la de Mamma Haidara, encontramos que éstos son de descendencias
eruditas y que habían heredado obras y prestigio de sus antepasados, con los
que asentaron interesantes espacios de saberes que hoy son accesibles al mundo
de la investigación centrado en el registro de autor africano no eurófono de la
hasanofonía. El mérito de Haidara fue el de salvar de la destrucción fanática
más de trescientos mil volúmenes en Tombuctú, cuando la ciudad fue ocupada por Al
Qaeda y destruidas parte de sus bibliotecas y monumentos históricos. Al mismo
tiempo el esfuerzo y labor de los bibliófilos mauritanos como Ahmed Mahmoud
Ould Mohamed, Yamal, y los otros, es de enorme consideración patrimonial y merecen
ser visibilizados por el mundo académico y de investigación. Saldar la deuda
con ellos es escribir sobre ellos, haciéndolo en el sentido de las palabras del
escritor y poeta estadounidense William Faulkner, “Los que pueden actúan, y los
que no pueden y sufren por ello, escriben”. Así podemos actuar visibilizando a los
invisibilazados que conservan y aportan sus fondos bibliográficos al bien de la
humanidad.
[1] Exquisitas cecinas secas de la
carne del camello, llamadas Tishtar, pero el poeta solo usó la primera sílaba Tish de la palabra en busca de ritmo y asonancia en los versos
[2] Brotes de las ramas de la acacia
cuando está en su máximo afloramiento
[3] Principados o emiratos
[4] Raza blanca mayoritaria de
orígenes árabes y antiguos pobladores de Sanhaya o Zenetas.
[5] Hierbabuena
[6] Mezclas de las dos variedades de
los dátiles de las palmeras de Mauritania. Leblah de color rojo intenso y dulce
que es la primera fase de los dátiles antes de madurarse y convertirse en un
dátil de color negro y sabor dulce y tesura suave.
[7] Recolectas de frescos dátiles de
las palmeras autóctonas mauritanas que se realizan entre los meses de junio a
agosto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario