El pasado miércoles 12 de octubre, en el
marco del Festival de Literaturas Migrantes (Palermo, 12-16 de octubre),
concretamente del panel “Nomadismos. Tierras en camino”, en los locales de
“Palazzo delle Aquile”, se celebró el acto “Le parole non hanno radici. Letteratura
saharawi” (Las palabras no tienen raíces. Literatura saharaui), protagonizado
por los poetas Limam Boisha y Luali Lahsen y moderado por Giulia Maltese,
doctoranda de la Universidad de Bolonia.
Giulia Maltese, tras haber agradecido a los
organizadores la oportunidad ofrecida a la literatura saharaui de estar
presente por segunda vez (Limam Boisha, presenció el acto por primera vez el 9
de octubre de 2015) en el Festival internacional, aprovechó para conmemorar el
41 aniversario de la Unidad Nacional Saharaui, insistiendo en la necesidad de
asumir un compromiso ético con la causa del Sáhara Occidental insistiendo en el
“discurso cultural”. Pasó luego a analizar el término “migración”, extraño al
vocabulario del pueblo saharaui hasta 1975, cuando, por primera vez, el término
luju (exilio) entró a formar parte de la lengua hasanía (Gómez Martín, 2013)
debido a la ocupación marroquí y diáspora hacia los campamentos de refugiados.
A su breve introducción de carácter histórico político, siguieron las preguntas
a los poetas, orientadas más bien a encauzar la conversación entre los
ponentes, recorriendo las etapas de la biografía de los poetas.
En primer lugar, a Limam Boisha y Luali
Lahsen se detuvieron en su infancia en los campamentos, en el internado “9 de
junio”, las dificultades, el hambre, el miedo a los bombardeos que entre los
niños pasaba desapercibido. Luego, los años en Cuba: aquel viaje desde Tinduf a
Orán, para luego subirse a un transatlántico ruso y llegar al Caribe después de
dos días de viaje. El mar, las forestas, las toronjas, la lluvia, el choque con
un mundo y un pueblo tan lejanos y tan hermanos a la vez. Los 15 años en la
isla de la segunda generación de aquellos saharauis becados en Cuba, la
“educación de calidad” que recibieron, las fotos y “cuatro cartas” enviadas
desde el Sáhara por sus familias, el parcial aislamiento mediático en el que
vivían. Después, la vuelta a la hamada, a los 23 años, con sus títulos bajo el
brazo, sin apenas reconocer a sus familiares, el choque cultural consecuencia
de la “esquizofrenia del exilio”, del sincretismo identitario del que son
víctimas. Las dificultades a las que se enfrentaron “los cubanos” a la hora de
intentar reintegrarse en el contexto social y religioso saharaui. Y sin
embargo, a la vez, la sensación de pertenecer a aquella realidad, la necesidad
de volver a sus raíces. De esta manera, la poesía se presenta como espacio de
reflexión y auto-afirmación en el que el poeta saharaui busca encontrarse
primero a sí mismo para luego disolver su yo en la multiplicidad del nosotros
que es patria y pueblo, a la vez. Revolución, lucha, desilusión. La poesía como
“arma cargada de presente y futuro” y “respuesta a los desafíos de la
migración”. En lo específico, destacó el compromiso ético y estético literario de
la plataforma de la Generación de la Amistad Saharaui, de la que ambos poetas
son miembros fundadores. Finalmente, Limam Boisha ahondó en el compromiso
asumido por el Bubisher, ONG de la que es presidente, en los campamentos de
refugiados saharauis, sus logros presentes y objetivos futuros.
El acto suscitó mucho interés en el público
y despertó el interés de periodistas (el diario La Repubblica ha decidido
publicar un estudio detallado sobre literatura saharaui) y académicos,
nacionales e internacionales.
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