Parece que no me puedo escaquear y la letra
tirana me apela en este día triste para muchas madres egipcias. Ojeo y leo,
como de casualidad, las sinceras palabras de un viejo conocido de la infancia
adolescencia víctima de la sanguinaria máquina de represión marroquí. Cita
junio del ochenta en Aaiún, y en mi mente se reproduce abril del mismo año,
ciento diez kilómetros más al norte, donde una nube de banderas patrias
cubrieron durante horas las callejuelas y azoteas de cal y salitre del tullido
puerto tarfayeño. Horas de orgullo y dignidad que parieron, fértiles como
semillas VAR, años de terror y tortura bajo la mirada sádica del troglodita
régimen alauita. Habla del Cuartel de Artillería, pues ese era su nombre en la
época de España.
¿Y qué aiunés no lo conocía? Era la
atracción ultra de los más pequeños y de los otros... ¿Qué aiunés merecedor del
gentilicio y con los suficientes años en la mochila, no se acuerda de la
tristona hiena con su sonrisa llorona de alimaña jubilada por papá desierto?
¿Quién osa denominarse aiunés, de los de antaño, sin haberse muerto de risa y
seguir vivo para contarlo tras ver al chimpancé mandril cuartelero hacer de las
suyas? Reconozco que era todo un manitas y, en parte, era el manitú del pequeño
zoológico ubicado en tan singular lugar que, junto a su vecino Cine Las Dunas y
durante años, alegró nuestros apacibles domingos hispanobeduinos que todo lo
curan. Pero el destino, no se sabe por qué razones ocultas y vedadas para
nosotros los humanos de acá, se presenta a veces trágico como sólo él sabe
serlo y nos sonríe, colmillos sangrientos fuera -¡y quién lo desdentara de un
cabezazo!-, con esa sonrisa que aquí llamamos amarilla. Y el lugar de nuestros
sueños y sonrisas, donde las bocas y los ojos se abrían de asombro e
incredulidad ante tan fascinante panorama zoológico, se convirtió, sin
advertírnoslo y por arte de magia alauita, en el infierno de los infiernos.
Devino traicioneramente nuestro Hades, donde bocas y ojos se abrían y saltaban
del terror y el suplicio que tan genuinamente suministraban los sanguinolentos
carniceros del régimen.
Doloroso recuerdo el que trajo a colación
el amigo en un día como hoy, triste para muchas madres egipcias. Y hoy, esta
mañana, un amigo venido de las tierras de Mari con quien compartí Hamada,
Tripolitania y todas las lindezas y maldiciones de la vigésimo quinta promoción
de "Animales y Búhos", me llamó precisamente desde otra ubicación
aiunense entrañable: la entrada del Colegio La Paz. Cerca estuve del paro,
cardíaco se entiende porque del otro uno siempre está cerca, si es que no está
ya dentro, y me acordé de mi colega operado recientemente a corazón abierto. La
Paz no es para menos, fue donde aprendimos lo básico y nos especializamos en
mezclar e hibridar urbanismo y beduindad; donde vieron la luz nuestros primeros
collage de multiculturalismo y tolerancia. Me alegré tanto por la ubicación de
la llamada que incluso le largué a mi querido amigo, un amigo de verdad y no de
fogueo, información reservada relativa a cierto secreto senegalés. Hoy también,
y va la tercera referencia, hablo con una persona amiga de la vieja guardia que
por fin cruzó el charco.
Mi sincero consejo ha sido salir a las
calles aiunenses por fases; primero en pequeñas dosis de veinte a treinta minutos
y volver corriendo a casa. Luego, ir aumentando la dosis hasta sentir que el
corazón se va acostumbrando a la tortura visual y el cerebro va controlando el
shock emocional causado por el conflicto insalvable entre recuerdos aiunenses
de "Aquellos maravillosos años" y la dura, roja y rojiza realidad de
la ocupación marroquí. Realidad que convirtió a nuestro querido zoológico del
Cuartel de Artillería en el lúgubre y terrorífico torturadero PCCM. Ha pasado
ya mucho tiempo, y éste, el tiempo, nos ablanda, nos convierte en plastilina,
nos aplasta y acabamos siendo palestinizados en este día triste para muchas
madres egipcias.
*Foto de
Abdallahi Labraihmani: Junio 1980/ Presos en el ex-cuartel de la artillería
española en El Aaiun, P.C.C.M. Este era el ex-cuartel de la artillería española
en Aaiun, convertido en centro de reclusión e interrogatorio a saharauis por el
estado marroquí. La mayoría de los desaparecidos de la ciudad de Aaiun y
cercanías fallecieron en este cuartel bajo tortura. La música de este cuartel
desde febrero 1980 hasta enero 1981 cuando fui trasladado dirección a los
grandes campos de exterminio de Kalat Meguna y Agdez. Eran los gritos de
tortura durante toda la noche. Siempre empezaban las torturas sobre las diez de
la noche y terminaban a las seis de la mañana. Cuando por la noche oía algún Land-Rover
acercarse marcha atrás a la sala de torturas era señal evidente de que alguien había
muerto esa noche, a los pocos minutos lo sacaban envuelto en una manta y lo ponían
en el vehiculo con la lona totalmente bajada. Solo ellos y Dios saben donde los
enterraban. Este cuartel forma parte de la historia del terror saharaui.
1 comentario:
Cool!
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