Silvia Melero
Me pregunto cuántas primaveras de lucha y
resistencia ha pasado ya el pueblo saharaui. Si echo las cuentas me salen casi
40. No está mal. Cuatro décadas viendo florecer esperanzas, regando el sueño de
volver a su tierra, podando rabias y odios, sembrando batallas pacíficas. Pero
también cuatro décadas soportando tormentas que intentan apagar su fuego
rebelde, esquivando las tijeras violentas que quieren cortar sus alas de vuelo
libre, encajando los golpes marroquies que violan sistemáticamente sus
derechos.
Todas esas primaveras de lucha han
inspirado versos y libros. Se presentaba hace unos días en la sala Zanzibar de
Madrid ‘La primavera saharaui. Escritores saharauis con Gdeim Izik’. Sus
beneficios van destinados a los presos políticos saharauis. Es un libro
publicado por La Generación de la Amistad, un grupo de poetas y escritores
saharauis que rescatan en español, su segunda lengua, la historia y la cultura
de su pueblo. En este caso, poemas y relatos que visibilizan el desmantelamiento
del campamento Gdeim Izik, el Campamento de la Dignidad, un campamento de
jaimas, una protesta pacífica, sofocada violentamente por Marruecos a las
afueras de El Aaiún en 2010. Letras que configuran el dolor, palabras de
impotencia, poesía para dibujar y exteriorizar lo que se siente ante la
actuación de la policía marroquí. Otra vez. Más violaciones de derechos
humanos. Dicen los analistas que ahí, en Gdeim Izik, nació el germen de las
revoluciones árabes que se sucedieron en Egipto, Túnez, Libia y Siria.
Todas esas primaveras recogidas en un
libro. El arte como herramienta, la palabra como arma, el poema convertido en
grito desesperado.
La periodista Conchi Moya, autora de
‘Delicias saharauis’, explicaba que el libro nace de esa respuesta inmediata de
los escritores saharauis ante el desmantelamiento de Gdeim Izik, las
detenciones, asesinatos y desapariciones de la población saharaui por parte del
Gobierno marroquí. Alzó la mirada digna Bachir Ahmed para decir que la RASD
(República Árabe Saharaui Democrática) no necesita ser reconocida por nadie,
que ya es, que la crearon los y las saharauis en 1976. No necesitan permiso de
la ONU ni de los países europeos para existir, aunque sí la reconocen la Unión
Africana y unos 80 Estados. Alzó también su voz cálida y firme Zahra Hasnaui
para recitarle a la flor del desierto, para traernos el aroma que impregna sus
recuerdos desde el exilio. Recordó Bahia Mahmud Awah el compromiso de otro
poeta, Mahmud Darwich: “La poesía puede ser considerada como demasiado débil,
un juguete que se arroja contra los rifles, pero a menudo es tan buena como la
dinamita, cristaliza posiciones políticas mediante líneas que, memorizadas por
los viejos y los jóvenes, fortalecen la resistencia popular y proporcionan
eslóganes comunes”.
Los versos trajeron el desierto y el mar,
el mar del Sáhara Occidental ocupado por Marruecos, el mar en el que fijan su
mirada esperanzada los saharauis, las aguas que quieren volver a ver (y cuyos
recursos son ahora explotados por Marruecos y España).
Nombró Gonzalo Moure el proyecto Bubisher,
un bibliocamión cargado de libros, de historias, de cuentos, que recorre las
escuelas en los campamentos de refugiados de Tindouf (Argelia). Abriendo
camino, una vez más, con las palabras. Haciendo kilómetros con metáforas y
personajes que colorean los días de espera en el desierto, la sed de justicia,
el ansia de libertad. Se hace camino al andar, diría Machado. Cuántos caminos
ha intentado ya abrir el pueblo saharauis en estas 40 primaveras. Cuántas
piedras y muros intentan desmotivar y anular su resistencia.
Dejó Sukeina Ali Taleb flotando en el aire
estos versos duros de Ali Salem Iselmu: Culpable.
La voz inocente de un niño,
es culpable de la muerte,
culpable del odio de los verdugos
de la ausencia de su ciudad.
Culpable de que entierren
su voz para siempre
ante el silencio cómplice
de la indiferencia.
Dirán que la bala
atravesó su cuerpo,
atravesó su alma
y desgarró su corazón.
Una vez más
culparan a su madre,
a su hermano
a sus amigos.
Y al final,
los vasallos
encerrados en la ignominia
del delito
culparán al niño saharaui
de su muerte.
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