*Fuente: Bubisher
El lunes 10 de noviembre salí muy temprano
de casa al aeropuerto de Madrid. Viajaba para participar en la primera
presentación que se iba a hacer de Ritos de jaima en Italia. El libro ha sido
traducido por Giulia Maltese y editado por Rayuela Edizioni. Una editorial
pequeña, pero magnífica, que lucha en desigual batalla contra gigantes como
Mondadori. Es pequeña y sin recursos pero su apuesta es audaz y va
contracorriente. Apuesta y mucho por la poesía. Y por grandes poetas
latinoamericanos como el nicaragüense, Ernesto Cardenal o el argentino, Juan
Gelman, entre otros. Ahora su editor Milton Fernández, quiere apostar y fuerte
por la literatura saharaui para darle voz en Italia, donde es una gran
desconocida. Ritos de jaima sólo es el primero, seguro que vendrá más. Ese es
su compromiso.
Para viajar con Ryanair hay que estar en el
aeropuerto no dos o tres horas, sino dos o tres días antes. Porque con esa
compañía uno nunca sabe con qué sorpresa se va a encontrar. Puedes quedarte sin
una plaza, -¿irte de pie?-, o no viajar aunque hayas pagado el billete. Incluso
pagar dos veces por el mismo billete. O pagar más por el equipaje que por el
billete. Cosas así siempre pueden
ocurrir si vuelas con ellos. Es el terror de los despistados, yo entre ellos.
Tomadas todas las precauciones: superado el laberinto de la reserva, recordada,
siete días después, la impresión de la Tarjeta de Embarque, preparado el
bocadillo, el agua, el pasaporte, la residencia, las huellas dactilares y el
alma, me puse en marcha.
En el aeropuerto me coloqué en la cola de
los No Ciudadanos de la Unión Europea. Allí me estamparon un sello equivalente
a una Visa. Delante de mi estaban dos
mujeres dominicanas que habían llegado ¡pobres incautas! sin sus tarjetas de
embarque imprimidas. Mil argumentos dieron, mil protestas, enfados, mil
súplicas, pero la empleada rayanairesa seguía impertérrita y solo les
informó de que cada una de ellas tenía
que pagar 45 euros por una copia o quedarían en tierra. ¡Cuarenta y cinco
euros! Esa tarjeta de embarque debe figurar en el Record de los Guinness,
porque no conozco ninguna más cara en el mundo. Después de varios minutos a las
dos señoras les torcieron el pescuezo del bolsillo y cada una tuvo que embolsar
la cantidad referida. Low Cost al precio de Lacoste. Tremendo.
Los que trajimos todo en regla, nos
cobraron el peaje de la incertidumbre y el susto de que nos podían salir con
cualquier historia. Menos mal que la mañana otoñal lucía un sol espléndido y de
ella se podía disfrutar a través de los enormes ventanales del aeropuerto.
El reverso de la mañana otoñal de Madrid estaba
en el cielo de Bolonia, nublado, gris, igual que la ciudad donde aterrizamos y
estaba vestida toda de lluvia, frío y
oscuridad. Todavía no era la seis de la tarde y parecía las once de la noche.
Pero allí estaba esperándome en el
aeropuerto la intrépida Giulia Maltese, buena traductora, y mejor persona.
Fuimos en autobús, la lluvia y el viento seguían sin dar tregua. Las noticias
hablaban de media Italia bañada en aguas.
De Bolonia fuimos en tren a Forlí, en hora
punta, y los vagones estaban repletos de gente. En el trayecto, Giulia se disculpaba porque no tenía coche para
recogerme, y porque el viaje duraba cincuenta minutos en tren desde Bolonia a
Forlí y lo hicimos de pie. Me enternecían sus disculpas. Él que tenía que
disculparse era yo, como saharaui es mi obligación, y ella no era más que una
persona generosa que en medio de la lluvia dejaba la comodidad de su piso,
gastaba su tiempo y dinero para ir a recogerme en el aeropuerto. Cuando podía
estar haciendo cualquier otra cosa. Cincuenta minutos pasaron sin darnos cuenta
hablando del Sahara, del Bubisher y de las actividades que nos esperaban.
En la estación de Forlí nos recogió la
profesora Gloria Bazzocchi, a la que ya conocía de un viaje que hicimos hace un
par de años Gonzalo Moure, Bahia Awah,
y yo. En aquella ocasión nos había invitado para hablar de la literatura
saharaui. La profesora Gloria Bazzocchi
está cada vez más comprometida con la difusión y traducción de la literatura
saharaui, con la poesía y con la causa saharaui.
Nada mejor para zafarnos del cansancio del
viaje que una buena pizza italiana, aderezada con una agradable charla con dos
mujeres simpáticas y generosas.
Al día siguiente compartí una magnifica conferencia “Memoria y
cultura saharaui” con los alumnos de la profesora Bazzocchi. Dos horas fueron más que suficientes para
abordar la temática saharaui desde todas las vertientes: histórica, política,
social, etc. Salió a relucir el tema del muro de la vergüenza. Porque en Berlín
acababan de celebrar el 25 aniversario de la caída del Muro que partía la ciudad en dos. Mientras
comentábamos la noticia en clase , hablábamos del muro del Sahara del que nada se decía. Al respecto, me
contó un amigo que ha estado en Berlín que hay un mural donde se informa sobre
los otros muros que siguen en pie. Allí está el que ha construido Israel en
tierra Palestina, el de Estados Unidos, el de
las dos Coreas, el de Ceuta y Melilla. Están todos. Todos, menos el del
Sáhara, uno de los más largos, más militarizados y más letales del mundo.
“-¿Por qué será que hay muros tan
altisonantes y muros tan mudos? ¿Será por los muros de la incomunicación que
los grandes medios de comunicación construyen cada día?” Se pregunta Eduardo
Galeano en su artículo Muros.
Cuánto ruido mediático celebrando el 25
aniversario de la Caída del muro de Berlín,- Qué terrible silencio sigue
cubriendo el muro del Sahara. Cuánta razón tiene Galeano.
Limam Boisha
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