jueves, marzo 08, 2007

La nostalgia del andante

Salió por la madrugada en medio de la penumbra, apenas podía conducir sus pasos, no se despidió de su familia, ni de sus amigos, quería abrazar el horizonte y sentirse libre sin ataduras; a toda prisa se dirigió al sur persiguiendo su voz, sus manos y sus ojos. Quería llegar a la tierra en la que alguna vez jugó con sus amigos revolcándose encima de las dunas y arrojando estiércol de camello encima de su cuerpo.

Su infancia quedó borrada de su vida, y la alegría de la que impregnó su mente se la llevaron los verdugos del alma en una acto de violación hacia sus sentimientos, pero estaba decidido a luchar contra todo aquello que le arrebataron y a través de la magia de su recuerdo quería recuperar la historia perdida de sus antepasados y visitar sus tumbas; largas noches de insomnio lo acompañaron de vuelta a los parajes que recorrió con sus pies descalzos persiguiendo gaviotas y caracoles. Pero él no había perdido la fe en su largo trayecto y guardaba la esperanza en un pequeño cofre, en ella quedaban pequeños objetos que le unían con todo lo que perdió en el pasado.

Cuando el sol entregó su último hilo de luz a la noche y apenas su vista lograba penetrar en el ruido de su corazón, quiso volver al fatal desenlace en el que inmerso volvió a recordar la tragedia en la que perdió sus brazos, sus pies y su vista en la ladera de una montaña persiguiendo las huellas de sus cabras. Con ello se esfumó el fulgor de sus pasos y abrazó en su mente los viajes utópicos a su esencia.

Sabía que la fuerza de su corazón podía más que la razón y sentado desde la lejanía le vino a la mente la imagen de todos aquellos que injustamente perdieron sus vidas pisando la tierra que alberga pasto y agua. Pero unos hombres secuestraron las ciudades, llanuras, montañas y ríos. En ellos sembraron la muerte para condenarnos a un terrible sufrimiento, cortaron para siempre el paso libre de las nubes y la lluvia, a partir de entonces ya no había más caravanas ni movimiento, todo quedó estático y mudo.

Las gacelas y avestruces emigraron confundidas, los zorros se refugiaron en las cordilleras y los camellos yacen como cadáveres en medio de las minas, el Sahara perdió su fértil virginidad y a él se le quedó arrugada el alma porque le arrebataron injustamente parte de su cuerpo. Desde entonces un muro de mil quinientos kilómetros divide la tierra, las familias y mantiene sitiado a todo el territorio.

Pero al final escribirá y dirá: “Yo he sido pastor y guerrero pero de pequeño siempre soñé que la leyenda del mar es mía y quienes habitan a su lado son mis hermanos”. Las lágrimas se derriten y el cuerpo es inepto mientras las minas siguen arrancando vidas al Sahara.

Ali Salem Iselmu



*En el territorio del Sahara Occidental hay más de 7 millones de minas antipersona, la mayor parte de ellas sembradas por Marruecos a lo largo del Muro de la vergüenza.

Cabe destacar que hasta el momento las autoridades marroquíes se abstienen a brindar cualquier información sobre las minas que han implantado en todo el territorio Saharaui. Marruecos no es firmante de la Convención de Ottawa contra las minas antipersona.

El gobierno saharaui, en cumplimiento de sus compromisos internacionales, destruyó en febrero de 2006 el primer stock de minas antipersonales. Esta fase comprendió la destrucción de 3321 minas. El pasado mes de febrero volvió a destruir otro stock de minas.

1 comentario:

José Camello Manzano dijo...

Hola, mensaje para Ali Iselmu: por favor, si peudes ponte en contacto conmigo via correo-e: produccion@libreproducciones.com. Soy José, nos conocimos en los campamentos en el 2000. Quería proponerte un proyecto. Salud