miércoles, enero 03, 2007

El curandero

Haddara llevaba varias noches sin poder dormir. Una pesadilla en forma de convoy le había sumido en un constante desvelo. Cada vez que lograba conciliar el sueño, aunque sea por unos breves instantes, aparecía la caravana de camiones. Primero asomaban unos potentes focos que le cegaban inconsciente vista, después parecían alejarse, pero de repente y de manera brusca corregían su rumbo y enfilaban hacia él para arrollarlo, sin contemplaciones, y justo en el momento de aplastarlo unos ensordecedores ruidos de cláxones llenaban la cabeza de Haddara, y le hacían despertarse de un sobresalto.
El mismo sueño se le repetía cada noche, una y otra vez. Al final de cada pesadilla el hombre se quedaba con los ojos abiertos, y la mirada perdida en el infinito.

Cuando Haddara ya no pudo soportar aquella situación, se fue al médico, éste le recetó un medicamento caro y le prodigó algunos consejos que Haddara no tomó en cuenta. Durante otras noches la caravana seguía travesía, y Haddara visitó otras consultas engordando los cheques de las recetas sin ningún resultado positivo.

Estaba rendido cuando le recomendaron ir a ver a un curandero. Aceptó simplemente por curiosidad. El curandero le escuchó con mucha atención, cuando Haddara terminó su relato, el curandero tomó un papel arrugado, escribió algo, sopló sobre la tinta, y dobló la hoja varias veces. Antes de entregarlo a Haddara le dijo: "Ponlo debajo de tu almohada, y no se te ocurra abrirlo, y mucho menos leer su contenido".
La siguiente noche después de la visita Haddara durmió a placer, como si nunca lo hubiera hecho antes en su vida. Durante toda la siguiente semana tuvo un sueño reparador, pero cada mañana al levantarse miraba el papelito que descansaba debajo de la almohada, y le invadía una curiosidad por saber, lo que ese hechizo decía, pero después de un rato, recordaba la advertencia, y dejaba el papel en su sitio.

Un día la curiosidad pudo más que él, abrió el papel, y leyó su contenido. Una sonrisa cruzó por sus labios.

Por la noche cuando se acostó, la caravana retornó con sus ruidos y sus molestías. Por la mañana Haddara fue a ver al curandero y este nada más verle llegar le exclamó: "Ya no puedo hacer nada por tí. Has derrumbado la señal".

Haddara volvió a su hogar, y en el camino de vuelta no dejaba de pensar en cómo el curandero pudo detener la pesadilla, escribiendo simplemente la palabra: Stop. Y cómo la pesadilla del convoy, se había detenido respetando las señales de tráfico de este tenebroso sueño.

Limam Boicha.

1 comentario:

francesco dijo...

Es la tercera vez que yo escribo sobre vuestra lucha non violenta en mi blog en italiano

Mi blog se llama: Vogliamo il referendum

http://www.bloggers.it/vogliamoilreferendum/