Texto: Mohamidi
Fakala, escritor y periodista reflexiona en verso desde los campos de
refugiados saharauis en el sur de Argelia. Ilustración: Fadel Jalifa
De esta
reflexión en verso que surge desde el largo exilio que padece el alma del
desterrado, caso del poeta Mohamidi y de los saharauis, quiero detenerme a
pensar en lo escrito por Edward Said: “El exilio no es, después de todo, una
cuestión de elección: uno nace en él y le sucede a uno. Pero dado que el
exiliado se niega a mantenerse al margen de sus heridas, hay que aprender
cosas. Él o ella deben cultivar una subjetividad escrupulosa (ni indulgente ni
malhumorada)”.
Sueños blancos
durmientes
en los párpados
de la noche, temerarios,
delirantes,
esgrimiendo las notas de un bohemio.
Despertar de
trincheras a solas,
clamando los
estribillos de granizos.
¡Ilusionistas
héroes entristecidos!,
fuera de las
horas de fulgores
con destello de
candiles.
El dolor comulga
en los tiempos,
aún sin miedo.
El borde del
limbo se presta
con murmullos de
sujetos desconocidos.
Océano muerto en
el influjo
de lejanas olas
desérticas con muros.
Un tambor de
regocijo
colapsa el
temblor de una tímida sonrisa.
Los balcones
siguen llevando tu nombre,
y las grietas
esconden una melodía
de violín
enloquecido.
Corazón mudo
ligado a la soberbia,
caldea inquieto
el universo.
Tras amaneceres,
rayan los cielos
de un día sin prisa.
Pincelada gris
que oculta el rostro de la luna.
El barro
retracta la frialdad en el nido,
sumando
recuerdos despiertos,
y otros que han
sido despedidos.
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