El escritor saharaui Ali Salem Iselmu recita poemas en una librería de París |
Blog El País ¿Y dónde queda el Sahara?, por Ali Salem Iselmu | 24 de noviembre de 2016
Esta entrada ha sido escrita por el poeta
Ali Salem Iselmu, miembro de la Generación de la Amistad Saharaui.
Cuando el avión despegó, sentí como sus
alas se movían buscando el centro del cielo. Observé los árboles, el río que
bajaba de la montaña y las diminutas casas convertidas en puntos blancos. Cerré
los ojos, quería recordar el sonido de aquel pájaro que me despertaba por la
noche, cuando dormía en aquella cueva rodeada de dunas.
Toqué mis pies, no estaba descalzo. Volví a
llevar mí mano a la cabeza con la intención de quitarme el turbante, oler su
incienso y su perfume. Me encontré de repente con mis orejas, con mis ojos, con
todo mi cuerpo sentado en una silla sin ninguna posibilidad de moverme.
Las luces de París brillaban en aquel cielo
difuso, de estrellas débiles. La imagen de un hombre con una linterna, buscando
sus pisadas en el interior de la arena, era la única señal en una noche oscura,
una noche en la que uno busca, el beso de una amante; bajo la luz de una
hoguera que se consume ante sus ojos.
Cuantos kilómetros puedes recorrer en una
noche fría, una noche gélida en la que vas trasladándote de autobús en autobús,
en busca de un poco de calor. Pides en tu interior que vuelva a nacer el sol,
que se calienten las aguas del Sena y alguien pueda leer tú cartel de hombre
sin techo, un hombre que busca un acto de bondad en la mirada de algún
transeúnte.
Place de Clichy, San Lazare, Liége, Gare de Nord; son las estaciones de metro que
marcan el ajetreo de París. La velocidad de un mundo que se escapa, no vuelve y
se aleja cada vez más. Mientras en mis manos voy pasando, las páginas de un
libro que me va devolviendo, la sombra de aquella acacia y la pisada de aquel
elefante.
Pido un vaso de agua y la camarera no me
entiende, le vuelvo a insistir “je vuex de l’eau”, se siente confundida. Me
pregunta en inglés que lengua habla usted:
Le contesto: - yo hablo hasania, árabe y
español.
Ella se queda algo atónita y confundida. No
sabe en qué lengua me podía contestar. De repente empezó a hablarme en español,
diciéndome que era de Sidi Ifni, entonces yo sonreí, y le dije:
- Es
obvio que hables español, aquella tierra tuvo un pasado en común con España.
-Y tú de dónde eres. Me preguntó.
-Yo soy del Sáhara Occidental.
Cogí la botella de agua, me senté a leer un
libro de poemas en francés y en hasania.
Mientras aquella chica me seguía mirando. Varias veces sus ojos,
chocaron con mi cara. Parecía que aquellas breves palabras no eran suficientes,
algo más quería saber.
En ese momento me acordé de aquel enorme
anfiteatro, yo recitando poemas en París. El español, el francés y el hasania;
se abrazaban en un texto. Fluían las palabras. Otra realidad nacía del interior
de aquellos versos. Mientras los datos, las cifras perdían su significado ante
tanta intensidad.
Después de una breve pausa, de haber
colmado mi mente con poemas del Tiris, me acerqué al pequeño cesto. Deposité en
él la botella de agua vacía, me acerqué de nuevo a la barra y le dije en
francés:
-Au revior.
Ella me contestó:
- Adiós.
Caminé por el largo pasillo, mientras ella
me miraba. Yo estaba inmerso en aquellos poemas que hablaban de la tierra, el
hogar perdido y el contraste de paisajes que nace en el interior del Sáhara
para llegar al París de las múltiples estatuas.
En ese instante sentí de nuevo, el París de
las luces intensas, de las breves palabras.
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