“Leyendo descubrimos nuestro mundo, nuestra historia, y a
nosotros mismos”, dice el escritor norteamericano Daniel Joseph Boorstin. Y en
este mundo nuestro, podemos leer y descubrir que hay bibliotecas flotantes como
Epos que, en el invierno recorre los fiordos e islas de la costa oeste de
Noruega y traslada libros a pequeñas comunidades. Además de libros en el barco
proyectan películas, se hacen cuentacuentos, recitales poéticos y todo tipo de
actividades de ocio.
En Alaska durante los veranos, mientras los padres se
divertían pescando, los niños apenas tenían qué hacer hasta que alguien se le
ocurrió llevarles un bibliobús y todo se transformó. Los días se llenaron de
colores en medio de la fría soledad de aquel lejano territorio.
Pero la geografía de la lectura (o más bien de quienes la
fomentan) está preñada de dificultades, y al mismo tiempo de una sublime
creatividad. Para alcanzar lugares tan o
más recónditos que Alaska, ha habido
hombres voluntariosos e intrépidos, que han demostrado que el pobre burro, no
puede ser tan bruto como se dice y menos transportando libros como el ya
célebre biblioburro en Colombia. Ya existen muchos biblioburros, tanto en
Colombia como en Zimbabue y otros países.
En otras tierras tienen biblio-elefantes que llevan materiales
educativos y de información a remotos pueblos como en el norte de
Tailandia. Pero nada nos resulta más
cercano a los saharauis, como lo que hacen en algunas provincias de Kenia, allí
tienen: ¡bibliocamellos! Este proyecto comenzó en 1996 con tres y ahora la
flota cuenta con más de seis dromedarios.
Y si en tantos lugares utilizan tan dispares animales, cómo en
nuestros campamentos de refugiados, en la Hamada de Argelia no iba a ver
pájaros que nos traen la buena suerte de los libros.
Un pájaro que en la cultura saharaui es muy especial: el
Bubisher, el que anuncia buenas nuevas. Y esas excelentes noticias han sido la
solidaridad de varias personas, las que han hecho posible que se materialice
este loco y maravilloso sueño.
En el Sahara, primero fue el pájaro, luego el Nido y por
último y más importante el huevo de la lectura. De esa cáscara brotará cultura,
inteligencia y conocimiento.
Mi generación hemos tenido la oportunidad de estudiar. Fueron
tiempos muy duros y había que ir tras la educación a países lejanos, pero muy
solidarios como Cuba. A diferencia de las últimas décadas del siglo pasado,
ahora hay menos becas que antaño y las actuales, si es que existen, se dan con
cuenta gotas. Y desgraciadamente la educación, se ha deteriorado hasta grados
preocupantes.
Por lo tanto, proyectos así, representan una bocanada de
ilusión, de esperanza en el futuro. El Bubisher ha penetrando en el alma de los
niños y las niñas. Les está abriendo un mundo desconocido, de exuberante
imaginación. Un mundo que les hará libres, seguros de sí mismos y en el cual
sabrán admirar y respetar la cultura saharaui.
Limam Boisha.
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