martes, septiembre 05, 2006

Mis pasos en el éxodo y la batalla de Gleibat Legleya treinta años después

Un grupo de pequeñas montañas de rocas macizas se encuentran al noreste de Auserd, a unos setenta u ochenta kilómetros aproximadamente, eso vendría a ser en el lenguaje de los nómadas un día a trote de camellos.

Los montes están sembrados en el Tiris meridional con el típico paisaje característico de esta región de vegetación tipo sabana, donde se entremezclan grair de acacias, vegetaciones de emercba, ascaf, ensil, lehbalia y elgartufa. Subiendo los montes también se encuentran las famosas plantas de atil y también enbeg, pequeños frutos de color miel, una vez secos son muy codiciados por el chacal y también por los niños y pastores.

Gleibat Legleya nombre que me hace rescatar de la memoria muchas historias, de los primeros años de la invasión por Marruecos y Mauritania; son simplemente cuatro pequeños montes distanciados uno de otros a un kilómetro o menos, separados por islotes de agrur donde acampa a sus anchas dib (el chacal del desierto), neirabn (el conejo), elganfud (erizo) y el jerbo. Mi familia acampaba allí en los años setenta, aprovechando la bondad de la naturaleza, la lluvia y el contacto directo con esa singular vida de la badia.

En este lugar se desarrolló el año 1976 una famosa batalla donde las tropas mauritanas sufrieron una dura derrota a manos del ejército saharaui cuando Mauritania entró con Marruecos para ocupar la parte sur del territorio en lo que llamaban “defensa común”.

Recuerdo que el verano de 1988 tras regresar del Caribe, estuve en la zona sur. Hicimos parada para descansar y tomar un té por esos montes y un dirigente del POLISARIO me dijo: “Bahia, ¿ves allá el resto de lo que dejaron las tropas mauritanas en el 1976?”. Yo le respondí que conocía los montes porque mi familia solía salir de la ciudad y acampar cerca de ellos y también le dije que unos días antes de la batalla estaba yo de paso hacia Um Draiga.

Nos acercamos y aquello era un desguace de vehículos militares calcinados y destruidos por impactos de proyectiles, en medio de un precioso lugar de una tierra finísima, blanca, suave, vehículos jeep y camionetas de fabricación francesa con matriculas RIM (República Islámica de Mauritania) y con una media luna fusionada en verde, creo que representaba la bandera de Mauritania, todo formaba parte de la cara de la guerra que nos fue impuesta aquellos años por Mojtar uld Dadah y Hasan II, dos déspotas que conoció nuestra infancia y juventud y ahora están donde merecen estar.

Esa batalla había sucecido días después de que yo hubiera dejado esos montes de paso hacia Um Draiga, 1976, perdido en medio de la guerra y el éxodo, tenía quince años y recuerdo que llevaba unos pantalones de pana que llamábamos bananas, de color gris, que había comprado el verano de 1973 en Castellón de la Plana.

Mis zapatos eran unos deportivos de color azul, Keeds, que también los compre en Castellón. Nunca creí que algún día me sirvieran para recorrer un éxodo de más de dos mil kilómetros hasta Argelia.

Los compré porque eran cómodos para llevar la bicicleta y escalar los picos de los montes de Auserd, pensando que mi vida nunca iba a ser perturbada hasta tal extremo. La historia de esa batalla me la había contado aquel día de verano de 1988 un dirigente saharaui que operó durante muchos años en Tiris y que murió el año 2000 cerca de esa zona, era Nih uld Alem Blal que Dios lo acoja en su mejor rincón. Fue un distinguido dirigente militar que conocí en persona cuando operábamos en su zona, primera región militar, Agüeinit y Zug. Era una persona muy comunicativa, alegre, dialogante, inteligente, conocido por su valentía en la guerra como dirigente militar, y fue uno de los fundadores del Polisario.

Queridos compatriotas y amigos, he vuelto de otro periplo por la tierra y esta vez de un lugar donde de niño tomaba leche de camellas y jugaba con mis amigos persiguiendo las huellas del chacal y el ganfud.

Los recuerdos más vivos que llevo de Gleibat Legleya, son una gacela recién nacida que mi padre me trajo y que crié hasta grande; mi paso por ellos huyendo separado de los míos por la guerra; un joven caído en esa batalla, mi hermana cuando tuvo su primer niño en el exilio lo bautizo con su nombre, Entada y por último volví a pasar por el lugar que me vio huir del infierno pero esta vez estaba con Nih Uld Alem Blal aquel gran caid, que dedicó toda su vida a nosotros y a toda la causa saharaui.

Bahia Mahmud Awah

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