La tortura siempre ha sido un medio utilizado por las tiranías para imponer su ideología totalitaria sobre las personas que no comulgan con su poder absoluto. Aquellos pequeños héroes anónimos que con su valentía desafían la maquinaria cobarde del horror se exponen a la venganza ciega de los déspotas.
Los súbditos de una monarquía feudal no tienen derechos, ni deberes sólo pueden obedecer a los caprichos de un poder diseñado para ignorarlos y menospreciarlos. Ante esta realidad pierden la dignidad de su libertad y se convierten en víctimas de sus verdugos. Mariem Mint Amgiazlat tiene un espíritu saharaui indomable, capaz de vencer con su cuerpo derrotado; los ciegos golpes que desfiguraron la imagen de su rostro, silenciaron su voz impoluta y violaron su condición de ser humano.
En estos momentos que escribo estas líneas miles de soldados marroquíes siguen ocupando sus posiciones en el Muro de la Vergüenza. Las ciudades de El Aaiun, Dajla y Smara están tomadas a la fuerza, los observadores de la ONU descansando en sus lujosos hoteles y la Unión Europa premia a Marruecos con el Estatuto Avanzado. Mariem no será portada de ningún periódico, no hablarán de ella los políticos, tampoco los tertulianos de las televisiones ni los columnistas de la prensa escrita. Ésta es la historia incómoda de muchos saharauis, una historia de venganza, usurpación y silencio cómplice.
Parece que se han puesto de acuerdo todos en una gran confabulación de intereses espurios para hundirnos en las arenas del desierto, negándonos la sencilla razón de nuestra lucha pacífica y no violenta que persigue devolverle al mundo el sentido cívico de la justicia. Se empeñan en darle al tirano la zanahoria, envalentonarlo para que siga abriendo la herida del paciente ante una terrible hemorragia. No aciertan con el diagnóstico, siempre se equivocan a favor del mismo.
Mariem, Aminetu, Sultana, Ghalia Djimi y tantas otras, todas ellas tienen algo en común, son mujeres saharauis, activistas de derechos humanos, defensoras pacíficas de sus ideas y luchadoras por la igualdad. Pertenecen a una estirpe femenina que ha soportado la cárcel, la tortura y la sinrazón de la violencia, pero a pesar de todo seguirán marcando con su sacrificio esa necesidad primordial de recuperar su derecho de ser ciudadanas de la verdadera ideología de la libertad.
Ali Salem Iselmu
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