Durante la semana pasada, los artífices políticos del derribo del Muro de Berlín se han reunido veinte años después para celebrarlo.
Apenas dos años antes del derribo del muro con más proyección internacional, en el Sáhara se culminaba el segundo más largo de la tierra, después de la muralla china.
En realidad, el muro es un conjunto de muros de arena y piedra, de campos de minas, de alambradas, de sistemas de detección y despliegue de tropas construido por el gobierno marroquí como freno a las eficaces tácticas del Ejército de Liberación Saharaui. Las hostilidades han cesado en 1991, y el muro, y sus cada vez más dramáticas consecuencias, sigue en pie. Su edificación pretendía detener la voluntad de un pueblo; se ha convertido en un símbolo de sonrojo para la humanidad, uno como el que el triunfo de la sensatez acabó tirando en 1989.
Para los saharauis, es el muro de la separación, el muro contra el que choca la vida y la dignidad, pero sobre todo, es el Muro de la VERGÜENZA, porque, a pesar del Derecho Internacional, su intermitente silueta nos recuerda la ocupación ilegal.
A WALT WHITMAN
They devour the stars only in apparition.
El Muro
Solía
mirar
la niña
al este
las estrellas.
Esa noche
la nube ocre
cubrió sus astros.
No te aflijas,
niña, no llores.
Sopla fuerte,
y verás su
amenaza
llevada
por el viento,
verás sus
preciosas
filigranas
deshacerse
en el horizonte.
Pero aunque
tras la nube
no hubiera ares,
ni martes hubiese,
recuerda que hay más.
Siempre habrá más.
*Ver información sobre el Muro de la vergüenza aquí
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