sábado, octubre 03, 2009

Los hombres de la tierra. Capítulo I


Gualicho es la destrucción…
En la llanura se respiraba un aire pernicioso, cargado de adversidad. El rayadito había faltado a su cita para sanarle la patita coja, la garza estaba más arisca de lo habitual, y el pequén llevaba días sin salir de su cueva. Se tocó su kelkay, el collar siempre le había dado suerte. Fue el presente de su padre el día que Ayelen, de la estirpe de los Mañke-Cóndores, se convirtió en la nueva machi del poblado.

Se aferró al relieve del árbol rewe, símbolo de los chamanes de este lado de la cordillera, hasta que la humedad de la sangre le hizo reaccionar. Pensaba estar preparada para cualquiera de las maldades de Gualicho tras tantos años de enfrentamiento. Sin embargo, su apariencia horrenda, dientes negros enmarcados en un rostro pálido salpicado de pelos, ya anticipaba lo peor. Amparado en la impunidad de un nuevo poder, soplaba abrasadoras nubes rojas que cubrían el cuerpo de la víctima, asfixiándola de calor. Sus artes perversas habían conseguido acabar con la mitad del poblado. Pero era el temor a lo ignoto lo que más inquietaba a Ayelen. Gualicho no era tan mortífero, ¿qué o quién le había hecho tan fuerte?

De día agotaba sus pensamientos yendo de tienda en tienda a prestar ayuda médica a enfermos y familiares. Por la noche se acurrucaba en las memorias de la infancia. Ni siquiera cuando el dios Elan vomitó fuego hubo tanta desolación en el valle. Sus paisanos lo achacaron a un enfado del dios por la tardanza en la ofrenda. Ayelen sabía de buena fuente que no fue tal necedad, sino un empacho; no debían haberle dado tanta comida en su ausencia.

Muchas voces se levantaron contra la decisión del jefe en aceptarla como sucesora de su padre. Ahora no sabía qué pensar. Quizá la cegara el orgullo. Tendría que decidirse a dar el paso…

Gualicho es la destrucción…Gualicho es la destrucción.
La señal de aviso llevaba días despertando a Salem, en la otra orilla del océano. A pesar del tono de advertencia, quería seguir escuchando la voz dulce, segada por un ligero tinte de desesperación, esa voz desconocida, a la que, no sabía cómo, empezaba a poner rasgos faciales….pero el sol asomaba por el lateral derecho de su jaima.

Salem llevaba semanas ensayando la danza de moda, la danza del dlim. Buscaba una ocasión para atraer la atención de una chica especial, y la fiesta de una boda en el frig vecino se la brindaba. Eso sí, las condiciones de la oferta eran duras, para su dignidad. Él nunca había bailado, y esta danza no se lo estaba poniendo fácil. ¿Qué idiota se entretendría en imitar los pasos imposibles de un avestruz?, pensaba Salem. Y aun suponiendo que me los aprendiera, ¿cómo narices voy a conseguir aparentar la elegancia esperada? Salem estaba atascado.

1 comentario:

Olivier Franconetti Benamor dijo...

vale!...

"Ay río de Sevilla,
qué bien pareces
lleno de velas blancas
y ramas verdes."

viva Triana!...viva sahara libre!!!