Día 21 de mayo a las 19,30h. Presentación del libro de relatos La fuente de Saguia
Pedidos; tienda [arroba] umdraiga.com
“Si la lluvia llueve, el cuento debe contar”.
Hace unos días, mientras ojeaba un cuaderno de notas encontré esa cita con la que titulé esta intervención. No sé a quién pertenece, aunque me suena en boca de algún escritor latinoamericano, quizá Onelio Jorge Cardoso o Eduardo Galeano, no estoy seguro. La frase tiene gracia y es aguda. Llamó mi atención, no sólo porque sintetiza en pocas palabras cómo debe ser un cuento, sino porque en ella se conjugan dos términos muy significativos en la vida saharaui: lluvia y cuento. Lluvia como elemento material, para afrontar las innumerables inclemencias del desierto en pos de la supervivencia y cuento (en el amplio sentido de la palabra: fábula, leyenda, ficción o cualquier narración oral) para confortar el espíritu tras largas jornadas de marcha en aquellos parajes inhóspitos sufriendo sed, hambre, frío, calor o tormentas.
Lluvia y palabra. Palabras de lluvia o lluvia de palabras. Se puede combinar y jugar con los vocablos como los niños juegan en el Sahara y cantan dando giros para que “La lluvia llueve”.
La literatura oral saharaui llueve, aligera los vuelos y los sueños. Sin embargo, está gravemente herida, si no se recopila en libros o grabaciones, se extinguirá. Pero esta es otra historia y debe ser analizada en otro momento. Aunque de las raíces de esta oralidad, de su aroma y melodía se nutre, La Fuente de Saguia que hoy presentamos.
En La Fuente de Saguia hay relatos, evocaciones, artículos de poética prosa, vivencias, sensaciones y viajes. Cartografía de nuestras almas en el Caribe, en Europa o el desierto. Vivir unos días en el desierto es una experiencia dura y a la vez hermosa, cuentan algunas personas que han visitado nuestras jaimas. Pero, ¿qué es cuando te destierran a un lugar estéril como la Hamada, cuando tu vida allí es incertidumbre y una larga espera? En la espera hay matices, matices importantes, amargos o dulces. Dulces como el viaje del Sahara a Cuba y viceversa. Aquella experiencia no fue un simple viaje, fue mucho más. Claro que esos dos mundos, tan lejanos y distintos tienen sus particularidades, pero si uno ha estado varios años en uno y tantos en el otro, sobre todo, si se ha sentido en los dos como en casa, los llegas a querer como si hubieras nacido en los dos al mismo tiempo, el mismo día y a la misma hora. Nacer en el desierto y después ir a nacer ¿o a renacer? y bautizarse en el Caribe. Vivir y estudiar durante años en la Habana, Santiago o cualquier otra ciudad y retornar al mujaiam, a Smara, Dajla, Auserd o El Aaiún. Volver adulto para comenzar a sobrevivir en la espiral y empírica corriente del exilio. Volver a la clase en la jaima, a la primaria de la vida, para recibir dosis diarias, no de Marxismo- Leninismo, sino de: “No fumes, no te recuestes delante de los mayores, ni escuches música, ni hables delante de ellos sino es estrictamente necesario, etc”. Materia de costumbres, idiosincrasia, ritos y rutinas. Clases, simples clases de conducta social o religiosa. Y ¡qué paradoja! Es aprender los códigos no escritos y potenciar la intuición. Aprender también es intuir. Hay que intuir que debajo de ese turbante negro y polvoriento se esconde una persona conocida. Los primeros meses del regreso de Cuba, después de años de ausencia, uno no podía reconocer a nadie que se cubría el rostro, ni hermano, ni hermana, ni la muchacha alegre de hermosos ojos negros y melhfa colorida, la vecina. Mirabas, pero no veías, como si el sol y la arena, el nuevo paisaje, te deslumbrara.
En ese marchar y volver, en ese nomadeo más vasto que el de antaño, la sociedad saharaui también se retroalimenta de la caravana de sus hijos, los nuevos "hijos de la nube", que traen alegría a las jaimas, traen buenas noticias, vida, color, desenfado, traen otros conocimientos, juicios y también ignorancia, bastante ignorancia de sus costumbres, las que dejaron apiladas sin cargar cuando se fueron en modernas caravanas, no a transportar especias, perfumes, tela, espejos, ni azúcar, sino pergaminos enrollados escritos en otras lenguas. Hablan de medicina, derecho, ingenierías, educación, humanidades. O los hay que han vuelto con las manos vacías. Traen trova (vieja o nueva, qué más da, las dos son deliciosas) esa que cuando se pega al corazón nunca lo abandona. Traen el perfume del mar y el sabor de otras ciudades, la sonrisa verde y la ternura exótica de otras muchachas. Traen el amor dulcemente renovado. Traen la mezcla, esencia de todas las caravanas, esas que recorrieron el desierto desde el principio de los tiempos.
Traen sueños, imaginación. En fin, traen hasta aquí, La Fuente de Saguia.
Limam Boicha
La fuente de Saguia
Autores: Ali Salem Iselmu, Bahia Mahmud Awah, Chejdan Mahmud, Limam Boicha, Mohamed Salem Abdfatah Ebnu, Mohamidi Fakal-la, Saleh Abdalahi, Zahra Hasnaui.
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