sábado, mayo 02, 2009

Mi té con Beibuh, el decano poeta saharaui, y Taguilalet uld Ahmed Salem





No era casual el encuentro y por supuesto el té que nos reunió largas horas y en el que serví de interlocutor para trasladar un excepcional diálogo literario de dos lenguas muy diferentes, entre investigadores de varias universidades y tres de los más colosales poetas saharauis en hasania aún vivos, uno de ellos octogenario al que en este té de trabajo me referiré en particular y de forma tal vez breve, sí, pero objetiva y a propósito. Estaban Badi, Beibuh, Sidi Brahim y Zaim, éste último no pertenece a esa generación, ya que es nacido en 1957. El encuentro se enmarcaba entre otros que nos llevaron a la zona liberada del Sahara Occidental, lugar que me trae recuerdos de los años del éxodo y los primeros y últimos años de la guerra.

Nuestra cita se desarrollaba al margen de los trabajos de las conferencias de las universidades españolas en Tifariti, territorio liberado del Sahara Occidental. Para todos el lugar no podía ser más adecuado, cuando se trataba de un territorio patrio en el que los tres vates respiraban y sentían lo que les han usurpado por la fuerza otros, la libertad en sosiego, al encontrarse en una porción de su tierra, Tifariti libre y soberana.

Eran los primeros días de una espectacular primavera sahariana que sólo saben disfrutar y evocar los autóctonos beduinos de esa naturaleza. Esa tifisqui, primavera eclosionada después del parto de las densas y pasajeras nubes que los nómadas acogen con esperanza y benevolencia y a la que sus niños cantan zidi zidi yashaab[1]. Las lluvias que después llevan a un lijrif[2] esperado como siempre, definido por los saharauis como am jrifu zein[3]. Porque el agua cuando cae marca inolvidables momentos en la memoria de cada individuo y sobre todo el acontecer en la vida de un poeta como Beibuh, Badi o Sidi Brahim, ya que la tierra empieza a eclosionar su generosa naturaleza vegetal y animal y la vida comienza, otra estación, a cobrar sentido para el hombre del desierto.

Badi, después de una toma de contacto y un preámbulo de presentación antes de que nuestras cámaras lo enfocaran, mostraba que el encuentro le estaba gustando. Y explicaba que cuando siente la fidelidad de la traducción se deja conducir a lo que se pretende, que es hablar de su cultura y su literatura en general. Y sin dejar que se me pasara la ocasión le agradecí el gesto al considerarme útil y a la altura del encuentro. Debo confesar que desde el primer momento me sentí muy cómodo en el diálogo y el amplio contenido que se vertió durante las casi tres horas de tertulia que nos ofrecieron en una amplia y acogedora jaima, llena de colores, alfombras y cojines. El momento me llevó a las entrañadas tertulias nocturnas que hacía mi madre con sus amigos. Mis compañeros investigadores estaban ebrios del nivel del encuentro y la sorpresa de cómo fuimos acogidos por estas grandes figuras del verbo hasaniano. La bandeja del té estaba conducida por una hermosa mujer, como gusta en la tradición saharaui, y sobre la que más tarde me confesaba Sidi Brahim, en un tono muy cómplice, que fue un amor de Badi en otros tiempos y ahora la relación es de una formidable amistad. Nuestra conversación se estaba desarrollando de la manera más complaciente y amena. En ella se habló de la biografía de cada uno, de su vida personal, de cuando eran poetas noveles, de su época de juventud, y también se habló de los momentos más íntimos y solemnes que cada uno experimentó en su poesía.

El objetivo de nuestra toma de contacto pretendía elaborar una biografía auténtica, renacida de los recuerdos personales en infancia, juventud, nomadeo, y al final el peso de los dilatados años de exilio que viven estos poetas. Pero hay que considerar que, por la naturaleza propia de su cultura, el poeta saharaui no se autorefleja ni se define en canto o elogio a su personalidad, sí que es un simple observador de gestas y epopeyas tanto épicas como líricas. Intenté conducir y orientar en la traducción algunas preguntas que iban en esa dirección que ellos querían eludir. Claro, porque de esta forma podía inducirles a buscar sensibles momentos en la vida de cada uno de ellos, respetando esa peculiar elegancia de estos grandes poetas. Sabía que en nuestro guión deberíamos preguntar por un poema de amor o un momento reflejado en su poesía que hablara en primera persona.

Centré en un determinado momento mi atención sobre Mohamed Moulud Budi, Beibuh. Nació en 1928 en Guelta, región de Zemur, norte del Sahara, hijo de familia nómada ganadera de camellos. Transcurrió su vida errando prácticamente alejado de los núcleos urbanos, lo que enriqueció su poesía de lo tradicional. Practicó el nomadeo junto a su familia y recorrió toda la geografía saharaui de norte a sur. Conoció la poesía desde muy pequeño, influido por sus padres, que eran poetas. En edad es el mayor del grupo con unos espléndidos 81 años y es una de las grandes figuras más veneradas por la sociedad saharaui junto con Badi.

Me dirigí a Beibuh y le dije:

– Mohamed Moulud, el investigador, le pregunta por un poema suyo muy personal que recuerde de cuando era joven. Sobre alguna mujer que le inspiró en un poema, o usted mismo, si en algún momento se reflejó en un verso, aquejado por un amor como suelen sufrir los románticos, los caballeros y los poetas en su vida.

Pero Beibuh sonrió y desahogadamente me cortó el camino con un no rotundo:

– No hay nada en absoluto y no le des más vueltas. En nuestra poesía no hablamos de nosotros mismos, nuestras personas quedan excluidas para no desentendernos de la vida social y el entorno.

Respondí yo:

– Tal vez no he explicado bien la pregunta, habría que acentuar y aclarar el enfoque de la misma.

Entonces ante su negativa, le aclaré que para nuestra poesía hasaniana está claro que no cantamos “el yo” para enaltecernos o destacarnos, sí que componemos en primera persona pero trasladando un dolor o alegría cara a otros. Y le manifesté que para un investigador occidental la biografía de un poeta necesita ingredientes íntimos y muchos pormenores de su vida, amor desgracias, etc. A la sazón, insistiendo, redirigí de nuevo mi pregunta:

– ¿Recuerda algún gaf corto, que haya dedicado a alguien en especial cuando era joven?

Sin embargo la rotundidad de Beibuh era firme e incuestionable:

– Sólo os diré que quise ser en mi poesía un observador de acontecimientos acaecidos en la vida de mi cultura saharaui, y eso es lo que me ha interesado desde hace mucho tiempo.

Pero el poeta Sidi Brahim, siguiendo de cerca la conversación con los dos idiomas, como hombre que fue traductor en la época de la colonia, le insinuaba a Beibuh de forma escueta y con voz amigable al tono de la conversación:

– Recítale Aguilalet uld Ahmed Salem, ¿no la recuerdas?

Beibuh hizo una breve pausa como si buscara en la memoria algo muy lejano, mirando hacia el horizonte sur que se divisaba desde la puerta de la jaima, y señaló:

– Hag, hag, ah, sí, pero es un gueif[4] o un taguilalet[5] muy corto y nunca le ha dado importancia. Corrían los años cincuenta, cuando componía en ese pequeño género que llamamos busuer[6]. Recuerdo una tarde que estábamos haciendo un té en megfa[7] Taguilalet uld Ahemd Salem, la que está situada cerca de las colinas de Edlú, entre Smara y Guelta. Era por la tarde, disfrutaba de un té con otras personas y en eso me acordé de alguien que tal vez pudo ser algo importante en mi vida. Entonces inesperadamente y al hilo de una amigable conversación con acólitos de aquellos años compuse este gueif ó aguilal. La gente lo ha recogido y ha sobrevivido en la memoria.

يلعكل اعليك امنين بد الحزم أذيك اطوالت
تكلالت ولد احمد سالم فمنين اكلالت

Oh amor, intensamente preocupada,
reina sobre ti la inquietud.
Mas menguará
como Taguilalet uld Ahmed Salem.


Aguilalet uld Ahmed Salem uno de los primeros cortos gaf que Beibuh componía en aquellos años cincuenta cuando aprendía en ese pequeño género que los poetas llaman busuer. Se hace un juego de retórica en los dos últimos versos cuando dice “donde mengua Taguilalet uld Ahmed Salem”, habla en nombre de su amada por el largo tiempo que ha transcurrido sin tener contacto. Pero al final todo inesperadamente se hará muy corto como el breve verso y el diminuto monte. Beibuh tiene ese don de poseer una voz grave y proyectada con muchos armónicos, sobre todo cuando recita modulando gradualmente su voz con ritmos altos, bajos y una espléndida y melancólica afinación de voz para recitar. Y todos los que estábamos allí coincidimos al unísono en haah, walah ala aski[8].

Bahia Mahmud Awah

-----------------
[1] No pares
[2] Estación equivalente al otoño para los saharauis
[3] Un año de buen otoño
[4] Diminutivo de verso, algo así como “versito”.
[5] Juego de palabras, aguilal significa verso corto, y Taguilalet es el nombre de un diminuto monte en Zemur que lleva el nombre de Uld Ahmed Salem, que dio título a ese breve poema escrito por Beibuh. El poeta juega con estos dos términos.
[6] Poesía breve y poco elaborada, que se hace en el momento y tiene mucho éxito popular.
[7] Falda norte de cada montaña o monte.
[8] Expresiones que se usan en hasania por el público de recital poético o musical, cuando está muy entregado y complacido con lo que está escuchando.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

mi amigo hussam es de nablús
su sonrisa pícara es contagiosa
pero esconde tristeza vieja
hussam no tiene país...aún
pero lleva consigo sus raíces
y gracias a él supimos
de la poesía innatata de los árabes
de la caligrafía esbelta
de los sonidos del desierto
shukran hussam
"mansur"

Anónimo dijo...

Hay ciertos momentos en los que una se estremece, tras una lectura que tiene el poder de ensanchar, comprimir o dilatar el espacio/tiempo. No me preguntéis que ha pasado, lo sucedido entretanto que leía estas tres páginas ha cobrado cuerpo, como si yo estuviera presente en Tifariti en un eterno aquí y ahora.

Gracias por tantos y tan buenos momentos.

Ilde