8 de julio de 1987. Tenía más de veinte años, acababa de finalizar mis estudios dos años atrás, inmerso con muchos compañeros en las primeras tareas de vida o muerte por la tierra, a las que estábamos enfrentándonos. Seguidores de la vida de Nelson Mandela en las emisiones de la BBC de Londres, la Voz de América y la emisora Hilversum en sus ediciones lengua española. Dos años más tarde me cautivó la voz de Tracy Chapman con su inconfundible estilo folk, guitarra acústica y esa peculiar garganta con la que entonaba Talkin´Bout A Revolution.
Desde entonces descubrí y aprendí que todos no podemos tener las mismas inquietudes, cada uno debe representar y encarnar en su momento sus convicciones y manera de lucha personales. El mundo y sus imperantes acontecimientos acaban de abrirnos los ojos. Africa, pilar de nuestras preocupaciones, estaba sumergida en muchos problemas y conflictos, que hacían madurar a tiempo las conciencias de los que estaban afectados o ligados, como era nuestro caso.
Mandela dijo “Después de escalar una gran colina, uno se encuentra sólo con que quedan muchas más colinas que escalar”.
Tracy Chapman cantó “Los pobres van a levantarse/y conseguir su parte/la gente pobre va a levantarse y tomar lo que es suyo”
Aquel 8 de julio de 1987 caía abatido en combate mi mejor condiscípulo de infancia Sidahmed Berray, alias uld Treibi, el día anterior yo estaba herido a causa de un bombardeo efectuado por dos aviones caza bombardeos marroquíes que nos lanzaban unos misiles tierra aire, “Los Maverick”, más conocidos por "Dispara y Olvida", puesto que una vez que su cabeza se programa sobre un objetivo, seguía hacia él de forma automática.
Desde entonces descubrí y aprendí que todos no podemos tener las mismas inquietudes, cada uno debe representar y encarnar en su momento sus convicciones y manera de lucha personales. El mundo y sus imperantes acontecimientos acaban de abrirnos los ojos. Africa, pilar de nuestras preocupaciones, estaba sumergida en muchos problemas y conflictos, que hacían madurar a tiempo las conciencias de los que estaban afectados o ligados, como era nuestro caso.
Mandela dijo “Después de escalar una gran colina, uno se encuentra sólo con que quedan muchas más colinas que escalar”.
Tracy Chapman cantó “Los pobres van a levantarse/y conseguir su parte/la gente pobre va a levantarse y tomar lo que es suyo”
Aquel 8 de julio de 1987 caía abatido en combate mi mejor condiscípulo de infancia Sidahmed Berray, alias uld Treibi, el día anterior yo estaba herido a causa de un bombardeo efectuado por dos aviones caza bombardeos marroquíes que nos lanzaban unos misiles tierra aire, “Los Maverick”, más conocidos por "Dispara y Olvida", puesto que una vez que su cabeza se programa sobre un objetivo, seguía hacia él de forma automática.
Son más de veintiún años transcurridos desde entonces. Y muchos julios y agostos pasaron desde aquella fecha. Ahora tal vez muchos dirán esta reflexión ¿a cuenta de qué viene? De un nuevo aniversario de esa fecha del mes de julio, de una historia olvidada, para recordar a un amigo o simplemente en busca de alimentar una prosa.
Sin embargo yo diría que a pesar de la incongruencia de ese tipo de historias y la poca afluencia de la memoria entre la gente, los saharauis y nuestros amigos hemos de ir juntos a buscar el ayer de nuestro pasado trágico y sus inolvidables personajes que son retazos a componer para consolidar nuestra historia.
A veces por relativizar circunstancias y hechos dejamos entender que estamos perdiendo en los escenarios de la memoria, de la que hemos sido autores anónimos en algún momento. Los pueblos del tercer mundo son la fuente de la que el expedicionario, el colonizador y el intelectual del primer mundo realimentan su pluma, a veces por darnos a conocer y en otras por recrearse en la maravillosa cultura de nuestro continente. Todo acontecimiento acaecido en nuestra vida es pasado y éste es historia. Hay historias con protagonistas, en el elfayir[1], en ahma o ashad leiam[2], vencidos por la sed del desierto. La memoria es un puzzle que conforma la historia y la tradición de los pueblos, es identidad y existencia.
No hemos finalizado la apuesta que estamos jugando con el paso de los años y el futuro. Creer en los que se marcharon para siempre, es comprometernos a seguir el camino y mantenerlos vivos a través de la memoria. Porque ellos han dejado la vida por nuestros sueños y se marchitaron como una flor. Cuántas historias aún dormidas sin desvelar y cuántas esperan ser rescatadas del olvido. ¡Muchas, buscadlas, rescatadlas, contadlas, es vuestra identidad! Para que la memoria les absuelva.
Sin ello estaríamos ejecutando para la historia falsos caminos, equivocados senderos cuando sólo hay uno, el verdadero, el que nos guiará con pasos firmes, para que el día de mañana lo que hemos escrito quede fielmente transmitido y en buenas manos depositado, y con ello siempre estarán con nosotros los que creemos que nos han dejado a lo largo del camino. El relato surge, y ya lo he dicho despejando la incógnita ¿a cuenta de qué viene? Pensando en aquellos meses de julio y agosto en Gleib Teralal, Tiris sur. El verano más inolvidable y caluroso que he conocido, partiendo del Zemur norte al más recóndito sur de la hermosa, blanca y fina región de Tiris.
Pero fijaros que el tiempo a veces nos admira porque nos deja señas de identidad para recordarlo, un mes, un día, un viento, un siroco, una madrugada o una esperada lluvia. En este mes de agostote 2008 leía unos poemas y pensamientos de Eduardo Galeano, la coherencia e interrelación de preocupaciones por la injusticia cometida, la barbaridad y ambición de los hombres. Pensamientos en cortos poemas a los que al instante uní mi sentir.
Galeano dice a propósito “Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan”. Este lugar, esta mañana y este abrazo tan esperados necesitan que lo arribemos contando delicias de nuestras epopeyas, tanto personales como colectivas, y no en busca de la grandeza o la eternidad en el tiempo, simplemente para afianzar y encauzar nuestra identidad como personas con memoria.
Sidahmed, mi amigo de infancia, caía un ocho de julio, obviamente por otros sueños diferentes al de cualquier otro caído en un día de otro diferente julio. Tenía que haber vivido aquellos tres excelentes meses julio, agosto y septiembre, pero el destino ya estaba escrito, como decimos en hasania elmectuba. Cayó invicto en una espléndida mañana de Tiris, sin vientos, el cielo era un cuadro azul celeste, de blanco manchado con pocas y pasajeras nubes, que días mas tarde refrescaron su darih[3] y regaron dormidas semillas para brotar sedientas plantas de emurcba, ascaf y ensil y hacer correr pequeños riachuelos para dar vida al manto dorado de las dunas de Azefal[4]. Ese día también recogimos agua dulce de daya[5], llenábamos los grib[6] colgados en los costados de cada coche. Las lluvias refrescaron las dos últimas semanas de aquel mes de julio y las primeras de agosto.
Pasábamos todo el mes de agosto tomando agua caída del cielo y en cada rezo de los viernes leíamos una fetua[7] por el alma de mi amigo y la de sus compañeros de trinchera, El Bar, Graibis, Mohamed…
¿Por qué entonces nuestra dormida memoria? Eduardo Galeano se pregunta “¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos? ¿Será por los muros de la incomunicación, que los grandes medios de comunicación construyen cada día?”. Apliquémonos esta interrogante e inquietud de Galeano, rompamos los muros de nuestra memoria.
Bahia Mahmud Awah
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[1] Elfayir: factor de sorpresa que históricamente aprovechan los saharauis para vencer en una batalla
[2] Ahma o ashad leiam: el más duro de los días, por calor o cuando se complican las decisiones
[3] Darih: tumba
[4] Azefal: zona de Tiris, caracterizada por sus blancas dunas y vegetación de ascaf y emurcba
[5] Daya: charca
[6] Grib: plural de guerba, odre
[7] Fetua: rezo por los difuntos que se hace los viernes
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