Bahia Mahmud, Aminetu Haidar y Limam Boisha. Al fondo el Río Mississippi |
Por: Limam Boisha | (Abril 2014)
Al parecer sigo todavía con los síntomas del
cambio, con la descompensación horaria o, como popularmente se le conoce, el jet
lag. Eso me han dicho algunas personas. Porque tengo sueño a todas horas,
como si me hubiera picado la mosca tse tse. Y no sé si fue anoche, ayer, la
semana anterior o el mes pasado, cuando escribí estas notas.
Para los que no lo han experimentado, parece
que cada uno tiene el suyo particular. Bahía, mi compañero de viaje a
Minnesota, (EE.UU), me dijo: "Para evitarlo tengo que ayunar durante todo
el viaje hasta llegar a destino”. Otros piden comida vegetariana durante el
vuelo: “La comida vegetariana es ligera y te evita los efectos".
Para mí fue como si me hubieran propinado un
golpe. Uno contundente y tan efectivo que ni me di cuenta. Y que sin embargo,
me dejó noqueado. Sigo sin saber a ciencia cierta qué me estaba pasando. ¿Qué
me pasó?
El jet lag provoca insomnio y ganas de
ir a orinar a cualquier hora de la madrugada.
Si es de noche, en tu cabeza resulta que es de día. Si es de día, en tu
cuerpo y mente resulta que es de noche. Si crees que puedes combatirlo con café
o té, estás equivocado. Eso no hace más que empeorarlo.
Ay, el café, el café americano. Por cierto,
¿por qué es tan complicado pedir uno con leche en los Estados Unidos de
América? No saber la lengua solo es un obstáculo. Le dices al camarero que te
traiga un café con leche y se queda desconcertado. Es como pedir a un saharaui
que elija qué tomar entre tantas bebidas. Esa expresión que los saharauis
ponemos, sobre todo, cuando venimos por primera vez al mundo desarrollado y nos
dicen:
– ¿Qué quieres beber? ¿Coca Cola, normal, light,
zero?... ¿Fanta, Sprite, Acuarius?... ¿Algún zumo?… Hay de naranja, tropical,
mediterráneo. ¿Qué te apetece?
– ¿…?
– ¿Café?, ¿descafeinado de máquina o de sobre?
¿Solo?, ¿con leche?, ¿entera o desnatada?, ¿fría, caliente, templada? ¿Alguna
infusión en especial?
– ¿…? Silencio
Nos quedamos inmóviles, con una interrogante
que atraviesa nuestros cerebros y rostros sin saber qué responder. A uno le dan
ganas de gritar: “Quiero beber algo…Lo que sea”. Y el que ofrece, se queda
sorprendido. No sabe qué decir y mucho menos elegir por otro, que solo está
acostumbrado a una bebida. Agua, leche en polvo o un vaso de té. En el mejor de
los casos, cuando hay invitados, aparecen en el escenario de la jaima un par de
bebidas refrescantes.
Pues una cara de desconcierto y sorpresa así
es la que pone un camarero americano cuando le dices con lo que consideras
impecable inglés de Oxford o en su caso, acento americano de Minnesota: coffee
with milk. Él sacude su cabeza y te responde: “oh, yes, of course”.
Con esa expresión jovial nacida del mismísimo espíritu del sueño americano. Se
va a traerte tu café con leche. Y tú dices: "uy, no puedo creerlo, me ha
entendido a la primera. Pues no hablo tan mal el inglés como pensaba”. Entonces
te relajas y te quedas conversando con tu amigo sobre los paisajes helados de
Minnesota, la belleza de algunos monumentos, teatros. La estabilidad de siglos
que tienen en su territorio. La eficiencia con que hacen muchas cosas. Se ve
enseguida que no tienen ganas de bajarse del burro de la Primera Potencia
mundial.
Minutos después llega el camarero con una
enorme jarra de plástico llena a rebosar de café. La coloca que te tapa la
vista. No acompañada de la leche que has pedido, of course, sino de una
sonrisa blanca y contagiosa que te impide reaccionar y corregir el pedido. Y
mientras, miras el tamaño del vaso y tus ojos resbalan y se ahogan en la
sorpresa de tanto café. Al mismo tiempo intentas construir tu mejor frase, para
decirle que se ha equivocado de mesa y que tú no has pedido dos coca-colas en
un mismo vaso, (a no ser que ellos hagan la oferta del 2x1), sino un café con
leche. Buscas al camarero y ves que éste ya desapareció tras una pared
infranqueable, que imaginas que puede ser la de la cocina.
Observas los comensales de las mesas del
restaurante y llama tu atención que todos están ante enormes platos de carne,
patatas, verduras y te quedas con la duda: ¿La gente está comiendo o cenando?
¿Cómo es posible que esté pidiendo el desayuno? ¿Qué hora es? ¿Es el efecto del
jet lag?
Luego te relajas e intentas solucionar el
desaguisado con el camarero. Preparas tu frase de intelectual africano de
visita en una universidad americana, que viene por una semana. En seguida, otro
extraño pensamiento (no puede ser más que producto del jet lag), cruza
por tu febril mente: ¿Qué es la tan cacareada multiculturalidad? ¿Acaso no es
integrarse en otra cultura?
Si es así multiculturalidad significa, en este
caso, probar un café americano. Uno de verdad, auténtico. Entonces, decides
dejar al camarero en paz y te tomas el café-jarra-cocacola. Lo pruebas y no
puedes con él. Sabe más a agua que a café. (Aunque a ellos les sirve para
combatir el frío). Te armas de valor y te rebelas. Ya tienes tu frase hecha y
vuelves a llamar al camarero. Viene con
su misma sonrisa, pero sin la leche que has pedido y no te digo ya las
tostadas. Le pides que te traiga otro vaso vacío, leche caliente, un par de
tostadas y un vaso de agua sin hielo. Le
haces entender que te corre prisa. ¡Vas a dar una charla sobre cultura
saharaui! Please. Se va con cara de qué es lo que ha pedido este hombre.
No tarda ni tres minutos y te trae dos enormes
termos, uno de café y otro de leche, dos vasos de agua fría, uno con y otro sin
hielo, otro más con agua del tiempo. Te
coloca el pedido encima de la mesa. Consciente de que no sabe ni lo que has
pedido. Pero ya se sabe que el eslogan de algunos camareros es “vamos a ver si
cuela o no cuela”.
El camarero se aleja con una expresión, que no
puede ser más que una frase: ¡Qué raros son estos extranjeros! Mandas tras él
las gracias, porque se ha esfumado. Te pones a preparar tu extraño pedido.
Miras el escenario: hay tres vasos llenos de agua. ¿Para qué tres vasos?
Resignado coges el de agua con hielo. Miras y ves que nadie te observa. Lo
vacías en la jarra del café. Y dices: estoy mejorando la fórmula del café
americano. En ese vaso vacío, pones café por aquí, leche por allá y ya tienes
un café con leche versión española. ¡No me lo puedo creer! ¡Por fin he podido
tomar un buen café con leche!
Vas confuso a todas partes. No entiendes nada
y nadie te entiende. La sensación es la de ser como un ordenador lleno de
virus. Lento y en el que hay varias ventanas abiertas. Le han dado unas cuantas
órdenes al mismo tiempo: encender, apagar, reiniciar, abrir pestañas, cerrar
pestañas. Cuando quieres dormir estás comiendo o hablando y cuando estás
durmiendo crees que tienes que conferenciar, recitar un poema o comer. ¿Es esto
el jet lag o es mi propio jet lag?
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