El derecho
cultural y de identidad inculcado por Marruecos en el Sahara Occidental como CULTURICIDIO
Texto
ponencia: Bahia Mahmud Awah y fotos Ana Pulido
Ponencia y debate en el V Congreso Internacional de
Antropología AIBR 2019. Pensar culturas cambiar mundos. El pasado jueves 11 de julio
presenté en este congreso de la antropología celebrado en la Universidad
Autónoma de Madrid un tema que me preocupa sobre el culturicidio cultural que
practica impunemente la administración marroquí en las ciudades saharauis
ocupadas, El Aaiun, Smara, Dajla y Bojador.
Debo señalar que este tema llamó mucho la atención entre
ponentes, estudiantes e investigadores que trabajan en el continente africano. “Investigadores,
antropólogos, sociólogos e historiadores, los saharauis claman vuestra
conciencia académica en visibilizar y tratar en los foros académicos este
tema”. Concluí en mi ponencia apelando la conciencia del científico social.
En el pueblo saharaui
“Hay un sello característico en aquellos semblantes que refleja con bastante
claridad la diferencia de pueblos, individuos y hasta familias”. (Bonelli,
1887: 124-125)
(…) La fisonomía nos separa de
ellos, / los atuendos nos separan, / el ajuar nos separa, / Y la lengua nos
separa/ y de ellos nos aísla (…) el poeta Beibuh Uld Biddi Uld El Hach
Me introduje en este complejo y preocupante
tema aclarando que: Esta comunicación que voy a presentar, partiendo de su
temática, la he titulado “Culturicidio de la ocupación militar, caso Sahara
Occidental”. Pero no sin antes aclarar algunos aspectos relacionados con
esta categoría, culturicidio, que la antropología entiende en su concepto
académico como etnocidio. La expresión “culturicidio” aún no está definida
ni incorporada al registro académico como flagrante violación de los derechos
culturales y de identidad en conflictos bélicos. Algunos investigadores
antropólogos usan culturicidio como análogo del genocidio en el contexto
cultural, como en los casos de Guatemala, Argentina y actualmente en la
excolonia española el Sahara Occidental, en la parte del territorio que ocupa
Marruecos desde 1976. “Si una cultura está sometida a un dominio absoluto de
otras sobre ella, puede quedar herida, o deformada, o incluso desparecer”.
Ngugi wa Thiong´o en su libro “Desplazar el centro” La lucha por las libertades
culturales. Entiendo que los intelectuales saharauis del exilio debemos partir
del discurso de nuestros eruditos africanos. Es decir emprender la resistencia
a la condenación, como nos apela Wa Thiong´o en «El papel de los
intelectuales».
Ese pensador keniata autor del libro
“Descolonizar la mente” en este contexto de violación contra la cultura
afirma que “La receta para la cura más adecuada depende de un análisis riguroso
de la realidad”. Y en este trabajo parto de este planteamiento en el que Ngugi
nos insiste en la rigurosidad. Y el erudito y poeta saharaui Badi Uld Mohamed
Salem también nos lo reitera en esta frase cuando quiere afirmar sobre un hecho
expuesto al debate y que necesita de rigurosidad. “Que Dios me deje sordo si en
algún momento he escuchado algo sobre ello”. El rigor en la historia y sus
hechos es fundamental para los eruditos saharauis.
Respecto al uso del término culturicidio,
consulté con mi director de tesis, el profesor Juan Carlos Gimeno, sobre este
emergente concepto en el lenguaje de la antropología, que está buscando su
espacio para ser verbalizado como tal en los eventos académicos y tratado en
diferentes contextos culturales. Y me aclaró que, “Independientemente de la
cuestión teórica o disciplinar hay un elemento muy importante que es la
recepción normativa de estos términos en el derecho internacional y la
posibilidad de utilizarlos para la denuncia y la defensa de pueblos,
comunidades y colectivos particulares”. Y evidentemente es lo que me ha llevado
a este tema que está en debate entre los saharauis dispersos entre la
ocupación, el exilio y la diáspora.
Gimeno me aclaró también que el “genocidio es un término que se usa para
el culturicidio, siempre tratando de delimitar las características de genocidio
que hace que una experiencia particular sea definida con este término”.
Por otra parte, en mis indagaciones sobre el
concepto he leído que el culturicidio es un debate dentro de los efectos de la
violencia en Guatemala y en Argentina. Y con estos antecedentes me he situado
en el contexto para poder tratar la categoría etnocidio en un contexto cultural
violentado, que en este caso afecta a la cultura afro-árabe-senhaya del pueblo
del Sahara Occidental, que vive desde 1976 bajo una administración marroquí de
ocupación, de cultura opuesta e impuesta a la suya.
Cuando trabajaba el texto leí un artículo del
cineasta y político argentino Jorge Edmundo Coscia, quien desempeñó el cargo de
Secretario de Cultura de Argentina. Ese artículo fue publicado en septiembre de
2011 bajo el título de “El culturicidio en Argentina” y aquí Jorge Coscia usa
el término para denunciar la hegemonía cultural. Y cito este fragmento de su
texto:
“No podemos negar que no puede haber políticas
culturales exitosas en países que fracasan, países que no logran encontrar un
destino de autonomía, de justicia, un destino, en definitiva, contenedor de la
vida de la gente que son esencialmente vidas culturales”. Y concluye afirmando
que “la hegemonía cultural es la madre de todas las hegemonías”.
Cuando el
poder quiere dominar un pueblo política, geográficamente y borrarle como
identidad cultural, lo primero y más eficaz que le aplica es la destrucción de
sus particularidades culturales, desnudarle de su esencia cultural en el
sentido de Ngugi wa Thiong´o: “En el continente negro empezamos a entender que
el poder colonial real no consistía en los cañones de la primera mañana sino en
lo que seguía a los cañones. Y detrás de ellos venía la nueva escuela”. Marruecos
tras la retirada de España eliminó todos los colegios bilingües hasania-español
que habían en el territorio e impuso su nuevo diseño de neocolonización,
escuelas donde predomina la dariya marroquí y la lengua francesa. Y esta
política de marroquinización hizo que empezarán a erosionarse la lengua
saharaui, hasania, y el español, como legado lingüístico heredado de un siglo
de convivencia cultural.
Así empezó la
praxis de la neocolonización y la ocupación en el Sahara Occidental, borrando lenguas
y moldeándolas a su concepto de marroquinidad cultural”. El caso que se da en
el Sahara Occidental es atípico, porque Marruecos ha sido colonizado por
Francia y tras su independencia comete la atrocidad de convertirse en reproductor
de la practica colonial en el continente que sus pueblos predican doctrinas de
descolonización y anticonialismo en todas sus formas.
Y aquí quiero
destacar que la identidad cultural saharaui comienza a configurarse desde el
siglo XI cuando aparece el primer verso en hasania. Y se consolida a finales
del siglo XVII tras la guerra Shar Bebba[1]
1466-1674 entre las tribus árabes Beni Hasan venidas a África desde la
península arábiga y la confederación bereber africana Maquil en su simbiosis de
senhaya, zenata, lemtuna, mezaba y zenaga, que habitaban el territorio mucho
antes de la invasión árabe al norte de África.
Las dos culturas, la senhaya africana y la
árabe se mezclaron, convivieron y de este mestizaje cultural nació la lengua
saharaui y mauritana, hasania, con su muy marcada y distinguida literatura e
idiosincrasia social, con notorios rasgos que las distinguen del entorno
geográfico africano y árabe.
Respecto a
estas particularidades visibles de la identidad cultural saharaui y mauritana,
si nos remitimos a finales del siglo XIX encontramos uno de los primeros
testigos occidentales que remarcaron los rasgos diferentes de esta cultura con
respecto a las otras vecinas. Me refiero al expedicionario colonial español
Emilio Bonelli en su viaje al territorio del Sahara Occidental en 1887. Cito un
fragmento de su texto:
“Esa raza
varonil, sagaz é (sic) inteligente, más altanera cuanto mayor es su
decaimiento, y que, no obstante la mezcla consiguiente de individuos de
diversas tribus y comarcas, conserva inalterables los caracteres generales con
que se la conoce en el orden sociológico. No se encuentra en el Sahara el mismo
tipo que en la Tunicia, Trípoli, Argelia ó Marruecos, con los cuales podríamos
comparar sus habitantes. Hay un sello característico en aquellos semblantes que
refleja con bastante claridad la diferencia de pueblos, individuos y hasta
familias. (Bonelli, 1887: 124-125)
Las tesis
marroquíes sobre el territorio y sus habitantes intentan tergiversar la
historia y exponen que el Sahara Occidental y Mauritania no son más que la
prolongación de la cultura marroquí en otros tiempos, mucho atrás. La cita de
Bonelli refuta ese planteamiento marroquí inargumentable. Y el tratado
sociológico del sabio saharaui Chej Mohamed El Mami (1792-1865), Qitab Albadia,
también lo refuta categóricamente en un pasaje de la obra, cuando afirma:
“Somos un pueblo nómada que vive situado entre el Reino Ismaelí (en referencia
a Marruecos) y el país Albisyabilla” (en referencia al Imperio de Mali) en Rio
Senegal.
El fiel
registro del pasado de la cultura saharaui y su historia está en el verso. El
difunto erudito y poeta nacional saharaui Beibuh Uld El Hach, (1929-2017) al
respecto subraya en estos versos los opuestos rasgos culturales saharauis con
los de Marruecos. Tesis que va en la misma consonancia que Emilio Bonelli.
(…) La fisonomía nos separa de
ellos,
los atuendos nos separan,
el ajuar nos separa,
Y la lengua nos separa
y de ellos
nos aísla (…)
Y aquí estoy
hablando de la identidad cultural saharaui en su actual situación, expuesta a erosionarse
a la fuerza, ser absorbida o destruida por la cultura marroquí, impuesta desde
1976 a la población autóctona saharaui de los territorios ocupados.
Este tema no
es la primera vez que ha sido tratado por académicos de las ciencias sociales como
denuncia dentro del contexto de etnocidio o culturicidio. El profesor en
derecho constitucional Francisco José Palacios de la Universidad de Zaragoza, en
un artículo publicado en marzo de 2011 titulado “Sahara y Palestina: Olvidados
etnocidios en un siniestro simulacro de soluciones”, afirma que:
La Resolución
1514 de la ONU que data de 1960 y contempla los derechos políticos y culturales
indica que: “La sujeción de pueblos a una subyugación, dominación y explotación
extranjeras constituye una negación de los derechos humanos fundamentales, es
contraria a la Carta de las Naciones Unidas y compromete la causa de la paz y
de la cooperación mundiales”.
¿Por qué
entonces a la población saharaui que vive bajo ocupación marroquí no se le ha
respetado ese derecho de existir culturalmente contemplado en la Carta Magna de
las Naciones Unidas? ¿Se trata entonces de un etnocidio, culturicidio o
genocidio cultural que el mundo y sus convenciones, tanto políticas como
académicas, ignoran?
El pensador y
académico keniata Ngugi wa Thiong´o en su libro “Descolonizar la mente” cuando
estudia las hegemónicas lenguas neocoloniales en África explica cómo el
colonizador o el nuevo colonizador intenta destruir un pueblo y su cultura. Y
cito sus palabras:
“El efecto de
una bomba cultural es aniquilar la creencia de un pueblo en sus nombres, en sus
lenguas, en su entorno natural, en su tradición de lucha, en su unidad, en sus
capacidades, en último término, en sí mismos”.
Justamente es
esto lo que pretende Marruecos con su política de culturicidio que practica en la
parte anexionada del territorio. Y partiendo de este
planteamiento de Ngugi, a continuación voy identificando aspectos principales
de la cultura saharaui que en este caso son violentados por el régimen marroquí
durante estos 42 años de administración de facto en el territorio.
Tres núcleos
urbanos donde Marruecos ejerce este culturicidio en el Sahara. Veremos en este
mapa donde identifico los tres puntos de concentración de la población saharaui,
y la coexistencia con la administración de facto que impuso la ocupación con
sus colonos traídos desde diferentes zonas de Marruecos para modificar la
demografía de la población saharaui.
Elaborando argumentos
he recogido testimonios, imágenes cedidas por activistas culturales, pinturas realizadas
por artistas saharauis, videos de testimonios recogidos por escritores viajeros
de España y también información aportada por miembros de la plataforma Defensores
del patrimonio cultural saharaui, que se encuentran en territorios ocupados. Este
culturicidio hoy puesto en debate entre los saharauis abarca tanto el
patrimonio cultural material como el inmaterial.
Patrimonio
cultural inmaterial: el más
afectado es el idioma hasania y sus oraturas (literaturas), vehículo principal
de la identidad cultural saharaui. El hasania ya no se enseña en el colegio y
es sustituido por la dariya marroquí desde una edad muy temprana en las
guarderías y los colegios que dirigen y gestionan colonos marroquíes.
Facsímil versos escritos en hasania del poeta y jurista saharaui Sidati Uld Chej Ahmed El Heiba |
Ngugi wa
Thiong'o afirma que “El cañón violenta el cuerpo y la escuela fascina el alma”.
La lengua hasania se ha quedado limitada exclusivamente en el ámbito familiar
saharaui. ¿Y por qué? Y esta es la pregunta que le hice al presidente de la
Asoc. por la Conservación, Protección y Difusión del Patrimonio Cultural
Saharaui, Bachri Uld Ben Taleb residente en los territorios ocupados. Cito
textualmente su respuesta: “El maestro, el vendedor, el taxista, el policía, el
gendarme, el frutero, el funcionario, el agente secreto hasta el barrendero
todos son colonos marroquíes organizados en torno a esta política de
destrucción cultural. Esta invasión del espacio social impuesta desde 1976, te
obliga a usar el que para ti era un registro extraño; y sin más te ves obligado
a dirigirte a ellos minuto, hora, semana, día y año con su dariya. Y así están
neutralizando el uso de hasania fuera de la casa. Están destruyendo poco a poco
nuestra cultura con métodos desde la escuela y la guardería”.
La
nomenclatura sobre cómo se construye el trinomio de apellidos saharauis, que es
el puente genealógico que enlaza la persona con sus ancestros, fue eliminada
desde 1976 por la administración marroquí. Lo que antes era Mohamed Uld Brahim
Uld Salek, hoy es Mohamed El Costurero o El Barrandero o El de Cabeza Grande.
En el caso de las mujeres, lo que era Sukeina Mint Yedehlu, hoy es Sukeina El
Idrisi, y cito el caso de la hija del gran clásico saharaui Yedehlu Uld Sid. A
Sukeina le borraron el apellido familiar saharaui y le impusieron “El Idrisi”,
apellido marroquí que no existe en la cultura saharaui.
Facsímil nomenclaturas constitución de los apellidos saharauis con su particularidad Uld o Mint que enlazan el nombre con los apellidos |
En cuanto a
las prácticas sociales, conocidas como Al Aaraf, caso la fiesta del bautizo,
la fiesta del divorcio o la visita a las tumbas de los familiares, también son perseguidos
por la administración de ocupación.
Tras los
levantamientos saharauis del año 2005 la administración marroquí prohibió la
visita a los cementerios, porque esta práctica supone desde tiempo inmemorial
un tipo de resistencia pacífica antiocupación. Y cito el caso de la tumba de
Hafed Buyema, primera víctima asesinada en 1974 por el franquismo en El Aaiun, que
se encuentra en el Cementerio Cuartel del Ejército. Marruecos prohibió el
acceso a ese cementerio por las reiteradas veces que la tumba de aquel
militante aparecía cubierta con la bandera nacional saharaui.
Los nombres
saharauis de Lala, Mulay y Sidi son vetados en los documentos por la
administración, porque Lala en la dariya del ocupante es la Princesa, hija,
hermana o nieta del Rey. Mulay es el príncipe o nieto del rey y el nombre Sidi
es un trato que se da para mencionar al Rey, es decir mi amo, mi señor. Sin
embargo, en la cultura saharaui y mauritana son simplemente nombres propios.
Patrimonio
cultural material. Se refiere
principalmente a los edificios históricos de la época colonial que forman parte
del registro de la historia del territorio y su pasado colonial saharaui. Los más
emblemáticos fueron derruidos por el régimen, entre ellos El Fuerte de Dajla, el
primero que fue construido en el territorio. Otros han sido derruidos o corren
grave peligro, como iglesias, fuertes y la primera casa construida por una
familia saharaui en El Aaiun, los Moyan.
Está también
el caso de lemsid, recintos tradicionales para la oración, que los
saharauis construían frente a sus jaimas o casas, también usados enseñar a los
niños a leer y como espacio de reunión de los mayores.
Orantes saharauis haciendo su rezo en un emsid, (lemsid) |
Otro rasgo
muy distintivo de la identidad saharaui es la vestimenta tradicional, la melhfa
de la mujer y la darraá del hombre. Y por ello y como señal de
resistencia e identidad, todos los presos políticos saharauis, cuando son
presentados en los tribunales, entran luciendo sus darraá o sus melhfa.
El uso de la
jaima tradicional saharaui está prohibido por la administración marroquí tanto para
los nómadas del territorio como para la población que suele salir de las
ciudades para respirar aire de libertad fuera de los tres núcleos urbanos
saharauis. Y para ello ya existe una nueva placa en los códigos de circulación que
les prohíbe montar jaimas tanto en las playas y fuera de las ciudades. Hay
casos de familias que para usar las jaimas en su vida nómada están obligados a
solicitar permiso para montarlas en sus desplazamientos.
La tradicional jaima saharaui prohíbida por la administración de ocupación marroquí en los territorios saharauis, convertida en símbolo de la desobediencia a la ocupación marroquí |
Quiero
exponer el caso de mi tía, hermana de mi madre, quien me pidió que no mencionara
su nombre. Vive en la parte del territorio ocupado desde 1976, la última vez
que visitó las tumbas de su padre y de su abuelo fue en noviembre de 1974,
siendo el Sahara aún administrado por España. Las visitas se practican de forma
familiar y con su día de ritos, como rezos, diálogo con los muertos, alabanzas
y una comida compartida por el alma del familiar. Una práctica con tintes
religiosos y de tradiciones. En noviembre de 2007, mi familiar decidió reunir a
sus hijos y comunicarle su deseo de visitar las mencionadas tumbas en la región
central de Tiris. Los cinco hijos y la madre viuda partieron camino hacia el
lugar donde está la tumba de su padre Omar y su abuelo Bujari. Y aquí cito los
nombres porque como antes había citado fueron apellidos eliminados de los
nuevos documentos expedidos por la administración marroquí. Omar, el padre,
había muerto en Am Ehkim Eshamis, el Año del Eclipse Solar, 1958. Su
tumba está al noroeste del monte Lask, en la ladera este de una pequeña colina
que lleva su nombre, conocida por Edleit Omar, la Colina de Omar, en
referencia a la vecindad de la tumba. Y por otra parte la tumba de su abuelo
dista unos 2 kilómetros al norte del monte Lask, en un lugar llamado Bughrara,
situado al sur del destacado monte Dumes donde está la tumba del sabio y
fundador de la primera Universidad Itinerante Saharaui del Derecho Consuetudinario,
Mohamed Uld Mohamed Salem, muerto en 1884.
La tumba de Omar recreada por el pintor saharaui Fadel Jalifa rodeada por cercos de púas, campos de minas y carros militares marroquíes en el Sahara ocupado |
En palabras
de mi tía, y cito textualmente: “Ese día venía con mis hijos y con mucha
ilusión a cumplir el deber que siempre hemos practicado en nuestra cultura en
recuerdo a los seres más queridos que nos hayan dejado”. El tono de su voz era
muy apagado, la imaginé mirando hacia el suelo, al tratar de escenificar cómo
fue impedida la visita a las tumbas de sus familiares. “Cuando ya estábamos
cerca del monte Lask lo primero que vimos fue una Jashla, cuartel
militar, fortificaciones, zanjas, abrigos de refugio y cercos de púas, justo en
la ladera de la colina impidiendo el acceso a la tumba de mi padre. Cuando los
militares marroquíes nos vieron se acercaron rodeándonos y les dije que quería
acceder a rezar por el alma de mi padre, cuya tumba está en la ladera. Burlones
y desafiantes me dijeron: “Mejor que os larguéis de aquí cuanto antes con esa
ropa salvaje”.
¿Y justo en
este momento qué sentiste?, le pregunté a mi tía. “Cuando vi las caras burlonas
con que me respondieron los militares, me dolió mucho que también la tumba de
mi padre y de mi abuelo estén asediadas por cercos y campos de minas y que mis
hijos y yo estamos privados de visitarlas. Entonces ante la intimidatoria
mirada de los militares leí en sus ojos que mejor que yo y mis hijos nos marcháramos
de allí antes de un mal mayor, porque sabía de casos que fueron agredidos y
violados”.
En un momento
tras hacerle esta pregunta, mi tía hizo una pausa y me dijo: “¿A que no vas a
publicar lo que te estoy contando? Ya sabes que de hacerlo me podrías hacer
daño a mí y a mis hijos”.
Le prometí
que no lo publicaría, pero que lo hablaría con investigadores y académicos que
se interesarían para su estudio.
Y con estas
breves conclusiones concluyo y dejo el tema abierto al debate entre los
científicos sociales:
1.
Lo
que acabéis de escuchar ¿es culturicidio, etnocidio, genocidio cultural?
2.
¿En
qué lado al respecto debe estar el mundo de la investigación que trabaja en esa
área del continente africano, en especial el mundo académico español y
portugueses?
3.
“Investigadores, antropólogos, sociólogos e historiadores,
los saharauis claman vuestra conciencia académica en visibilizar y tratar en
los foros este tema”.
4.
Y por
último y con esto acabo, en 5 minutos os invito a observar estas imágenes que
por sí solas documentan lo anteriormente expuesto en mi comunicación.
[1]
Bebba fue el nombre de un miembro de las facciones tribales
de los senhaya que habitaban esa parte del áfrica saheliana y occidental, es
decir Sahara Occidental y Mauritania. Se dice que Bebba poseía un ganado
camellar de su propiedad y a la vez cuidaba un pequeño ganado que no era de su
propiedad, solo le ha sido confiado por una familia para protegerlo. Ulemas
árabes le exigieron que debería dar el tributo de la sharia que
correspondía a la cantidad de su ganado y lo hizo como todos los años. Pero también
intentaron que entregara el tributo por el pequeño ganado que no es de su
propiedad y él rechazo alegando que no es suyo el ganado. Se cuenta que fue
agredido por los ulemas árabes y al enterarse los senhaya emprendieron contra
los árabes la guerra Shar Bebba que duro 30 años.
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