sábado, octubre 17, 2015

#SOSSAHARA. Graves inundaciones en los campamentos de refugiados saharauis (I)


Con el advenimiento de las primeras gotas de agua las palomas reanudaron su vuelo migratorio y el viejo gato huraño descendió mojado del tejado, sin haberse logrado en su juego encubierto, sus verdaderas intenciones cara a las aves. El felino, cansado, se quedó durmiendo en el sofá de la esquina, haciendo caso omiso a las inundaciones que se apoderaron de buena parte de la casa.
Las fuertes lluvias se prolongaron hasta muy entrada la noche y en las primeras horas del amanecer la gente se levantó para contemplar un panorama apreciable donde el agua y el desierto se fundieron en un abrazo intrínseco.
Con la espalda pegada a la fría pared de adobe, uno se refugia plenamente en la penumbra del cuarto menos espacioso que reza en dirección al patio abierto a un cielo totalmente nublado, para encontrar la nueva imagen.
Ese espacio abierto es sin duda el dominador común de cualquier beduino a la hora de reflexión natural o sobrenatural. No es más que una verdadera simbiosis donde lo interno y lo exterior se ven ligados en una plegaria casi inusual.
En el Sahara la lluvia siempre ha sido motivo de inspiración colectiva. Y un canto al aire límpido, empujado por otros cielos y por lejanos mares que se identifican con nuestro pasado y nuestra identidad. Las resecas hojas de la única acacia del patio, crujen bajo nuestros pies enfangados. Por lo tanto la lluvia del último viernes es un canto de libertad y un motivo para comenzar a arar, no en la mar.
Si todas las invocaciones tienen nombre de santo, por cierto, lo que suceda en adelante conviene...
Mohamidi Fakal-la

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