Yo hice poesía de mis indefinidos andares; con eso, tejiendo como pude, elaboré esta poesía que, no es más que el souvenir para un amigo. Aunque, sea aquel: infiel, traidor o, hermano.
Haciendo poesía se establece el vínculo necesario, humano y, se enlazan caminos que después pueden o no, divergirse y, eso, depende de la madre o de Dios.
Mi poesía es dulcemente amarga, que inevitablemente aró su camino. Yo lo anduve descalzo y, por eso me detuve para escribir, porque ya me dolían las ampollas de los pies. Bendita atención. Ahora sé que no me he fijado en lo que había en los bordes de mi camino, pero eso me consuela, porque al menos, no me distraje.
Desde la piedra vencedora de los tiempos inmemoriales, se hace consciente la fuerza de la humildad. No me peguéis hermanos míos, que la guerra es descabellada desde siempre y, sé que seguimos invocando aún la tiranía de la ofensa.
Los caminos de Dios son infinitos: reza el Corán.
Chejdan Mahmud
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