La noche del viernes todos los maestros habían ido a ver a sus familias. Era extraño que aquella noche, después de la siempre tenebresa hora del Magreb, no se escuchara el inconfundible sonido del generador que abastecia al internado de luz. Habían colocado unos candiles que desprendían un horroroso olor a aceite quemado o algo parecido, en algunas esquinas del comedor. Fuimos a cenar a oscuras y en medio de aquella oscuridad muchos perdimos el apetito. Salí hacia afuera sólo, y deambulé por el enorme patio de la escuela. Alguién habló de que la luna estaba "tomada". ¿Por quién? todos nos preguntábamos sin encontrar una respuesta. Algún "iluminado" habló con dramatismo de que había llegado la hora del "Juicio Final". Tuve mucho miedo y deambulé en busca de compañía. Busqué la de mi querida hermana mayor, para que "el Juicio Final" me pillara en protectora compañía. Otros sin saber qué hacer se refugiaron en las aulas. Hubo quien corrió a ver si podía abordar un coche a las afueras, para llevarlo a su familia.
No había ni una persona adulta. Una hora después apareció Suadah. Los niños se alegraron y muchos formaron un círculo alrededor de él. Todos hablaban y preguntaban al hombre qué era lo que pasaba con la luna. Cuando Suadah, que era el encargado de la lavandería, comenzó hablar todos los niños callaron. Suadah, era un hombre enorme, fuerte como un león. Habló con voz firme y serena, y dijo: "Hijos míos deben tranquilizarse, eso es una "operación" hecha por los americanos, para demostrar su poderío al mundo, han tapado una parte de la luna con una toalla".
Limam Boicha