*Autor invitado: Ahmedu Gali
Érase una vez en una tierra no muy lejana, una hermosa princesa llamada
Susi que aspiraba a ser reina algún día para repartir justicia e igualdad y
combatir todo el mal que rodeaba a su pueblo. Pasaron días, meses y años y la
princesa según se hacía mayor, más ansiaba que llegara el día en el que se
vieran cumplidos sus deseos.
Un día el monarca de esa tierra decidió dejar el trono porque ya no podía
más y dándose cuenta de que la hija predilecta de la familia ya estaba
preparada para tomar las riendas del poder, le dejó paso a la princesa y la
familia la proclamó reina. La familia no la abandonó, sino que siguió aconsejándola
y apoyándola en todo lo que resultaba complicado para ella, contando siempre
con el servicio del mago de la familia. Le decían:
– Todo lo que no entiendas llama al mago y él acudirá allí donde estés
para darte la solución.
A la nueva anfitriona del palacio se le ocurrió un día ir a ver cómo vivía
la gente por los barrios y ciudades de su tierra y a sus alrededores, sobre
todo para ver la situación de los pobres que necesitaban de su ayuda en
cumplimiento de su promesa. Iba acompañada siempre por curiosos y chismosos allá
donde iba. Entonces le preguntó al mago:
– ¿Por qué veo a la gente muy
pequeña?
El mago le respondió:
– Es normal; mientras más arriba estés más pequeños te quedan los de
abajo.
Paseando y dejando calles atrás, pueblos y caminos transitados y otros
sin señales de vida llegaron hasta un camino muy oscuro sin saber a dónde le
conduciría. Siguió y siguió sigilosamente su camino, con una mezcla encontrada de
sensaciones de miedo y de curiosidad al mismo tiempo. De repente llegó a una
aldea vecina. Allí encontró a un tirano dictador que sometía a unas gentes con armas
de todo tipo. El escenario de lágrimas, sangre y olor a pólvora por todas
partes que encontró la dejó perpleja; el miedo le invadió todo el cuerpo. Miró a
todas partes, sólo observó humo y polvo. Con dificultad y voz ronca preguntó:
– Mago, mago y ahora dime qué hago.
– Acudiré estés donde estés pero
antes dime lo que ves –le respondió el mago.
– Veo sangre, lágrimas y gente gritando: “auxilio, auxilio, reina de al
lado ayúdanos que de nuestras tierras nos han sacado y a nuestra gente han
matado”.
El mago le susurró al oído:
– Yo Susi, cierro los ojos y no me
implico, verdugo estaré a tu lado para evitar tu enfado.
De vuelta al palacio, confusa y con pensamientos contradictorios, el mago
irrumpió en su pensamiento
– Reina Susi amada, no te preocupes por nada, sé lo que estas pensando y
por eso estoy al mando.
La reina le respondió
– Mi querido mago me han visto con el verdugo, ¿y a mi pueblo qué le digo?
– Diles que viste una amenaza inminente y quieres cuidar a tu gente y el
pobre, diga lo que diga, que Dios le bendiga.
Este es el cuento de la Princesa de al lado pero el mismo no ha acabado.
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