Organización de las Naciones Unidas, Gobierno de España, comunidad internacional y a quien corresponda, hoy pido la palabra para contar una historia de un lugar que huele a mar, a algas y a luna llena. Un rincón del planeta exuberante, afortunado y poblado de gentes nobles que impregnan de color el paisaje.
Les pido a ustedes la palabra con la intención de ser oído, pues no sé a quien acudir. Hoy seré yo, pero no es la primera vez que les pedimos ser escuchados, pues así lo hicieron mis padres y también mis abuelos. Y yo creo en ellos, y en lo que un día decidieron, es decir, ponerse en sus manos, acallar las armas y esperar una solución digna y justa al conflicto que ya se prolonga 35 años.
Como no quiero traicionar la confianza que depositaron en ustedes las anteriores generaciones, en un momento en que se oyen con fuerza voces que piden el retorno a las armas, les pido hoy, que por favor escuchen esta historia de hombres confiados en un complicado entramado de intereses. Una historia tristemente narrada en las portadas de los periódicos y en los informativos de todo el mundo. Una historia que hoy se muestra desgarrada en las calles de El Aaiún, la capital del Sahara Occidental. Un episodio que ustedes contemplan impasibles y que nace de la rabia, de la impotencia y de la desesperanza.
Hablo en nombre de mi pueblo porque está cansado de vivir con miedo, porque está harto de tragarse las lágrimas que podrían llenar un océano, y porque su voz es continuamente silenciada en la tierra que les fue robada. Les pido me escuchen porque el gobierno invasor se salta sistemáticamente las reglas del juego y disfraza con chaqueta y corbata una falsa democracia.
Me dirijo a ustedes porque me contaron que uno de sus cometidos es velar por el respeto de los derechos humanos y por extensión, velar por el derecho a la autodeterminación de los pueblos. ¿Cuántos muertos son necesarios para condenar una masacre llevada a cabo entre la población civil saharaui? ¿Cuántos desaparecidos son necesarios para que ustedes dejen de mirar a otro lado?
Hoy, alzo mi voz y me atrevo a hablarles a ustedes porque mi pueblo ha sido despojado de sus bienes, de sus casas y hace tiempo que no puede disfrutar de la tierra rica y agradecida que les pertenece. Hablo por los que ya no pueden hablar, y que yacen en fosas comunes cavadas precipitadamente por el ejército marroquí para esconder el delito.
Organización de las Naciones Unidas, Gobierno de España, comunidad internacional y a quien corresponda, hoy pido la palabra para contar una historia de un lugar que huele a indiferencia, a represión y a olvido. Un rincón del planeta sitiado, mutilado y poblado de gentes nobles que con valentía enarbolan la bandera de la dignidad pues es lo único que no les han podido arrebatar.
Hoy les cuento esta historia, tal y como se cuentan las historias en El Sahara. No hace falta escribirlas, pues aquel que las escucha ha de estar muy atento y recordarlas para volverlas a contar una vez más. Los saharauis llevan grabada su historia a golpe de sangre y dolor. Por ello, les agradezco que escuchen hoy mis palabras y tan solo les pediré una cosa más. A ustedes miembros de la Organización de las Naciones Unidas, del Gobierno de España, de la comunidad internacional y a quien corresponda, les pido pongan atención y recuerden la historia de los hombres y mujeres del Sahara para que puedan contarla tan solo una vez más con la esperanza de que esta vez sirva para frenar el genocidio de un pueblo que cree en la libertad y en la paz. Y que sirva en definitiva para que el pueblo saharaui de una vez por todas pueda comenzar a construir nuevas historias. Las historia de un pueblo libre, soberano, y protagonista y dueño de su destino.
Sukeina Aali-Taleb Semlali
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