Escogió el camino de la resistencia y resistió hasta el último aliento, quería volver a su tierra vivir y morir en ella, abrazando la firmeza y dignidad de sus estrellas, oler la sal de su océano y abrazar sus dunas. Mahfud era un hombre sencillo y a la vez grande. Sus enemigos conocen sus palabras, sus gestos y sus acciones, saben muy bien que luchó hasta el último punto de cada párrafo para ver un Sáhara de saharauis, un Sahara de hombres y mujeres libres.
Mahfud entregó su cuerpo libre al exilio de cada uno de nosotros, nos arrancó lágrimas de profundo dolor y soñó con acabar con el muro, las minas, los ejércitos y volver a El Aaiun, al manantial que le dio la breve vida que compartió desde la audacia de su ejemplo.
Se nos ha ido uno de los artífices del nacionalismo saharaui al que queríamos despedir en otro momento, pero aquí estamos hermano para seguir tu senda, la senda de la dignidad de lo que tú fuiste y serás siempre.
Con un nudo en mi garganta y un corazón lleno de dolor, tendré que resignarme a tu ausencia.
La luz de la jaima,
el olor de la arena
las huellas de un niño descalzo
las lágrimas rotas de la vida;
Se despiden hoy de ti.
Sembrando en cada uno,
tu imagen de hombre
fiel y convencido en tus ideas,
hasta el final
de esa gran leyenda
que nos dejas
como único legado.
Ali Salem Iselmu, escritor saharaui.
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