Le llamaron el poeta de la resistencia, el poeta de la tierra ocupada, el testigo elocuente de anacba alfilistiniya[1], interpretada en los países del medio oriente y el norteafricano como anacba al arabiya, término que define la cohesión árabe entorno a Palestina como cuestión común.
A finales de los años setenta escuché por primera vez su nombre mientras yo estudiaba en Argelia. Aquellos años del asedio a Arafat y sus combatientes en Beirut, la guerra que hirió Beirut y profanó los campos de refugiados palestinos en Shabra y Shatila. Sentí y me llegaron sus profundos versos sobre aquella masacre cuando lo vi en la televisión argelina recitando sobre aquellos sucesos. Más tarde, a raíz de mis relaciones con estudiantes palestinos a los que conocí en La Habana y con los que compartí algo en común con ellos, las becas en el exilio, aprendí por primera vez versos suyos cantados por Marcel Jalifa الحين الي خبزة أمى [2] y debo confesar que estos versos me llevaron a recordar el pan, el té y el recitar de mi madre, de la que me encontraba entonces separado hacía once años y sin saber nada de ella. Las razones de nuestra distancia eran las mismas por la que estuvo el poeta separado de su madre y de su palestina.
Añoro el pan de mi madre
el café de mi madre
las canciones de mi madre.
Día a día
la infancia crece en mí.
Amo mi edad
porque si muero
sentiré vergüenza de las lágrimas de mi madre.
Muchos años después leí con más conciencia su poesía en periódicos árabes y la escuché en un programa de literatura que realizaba el fallecido hombre de letras Hasan Al Carmi, (Man Algail Wa Malmunaasaba)[3], espacio que se emitía los años ochenta en la BBC de Londres dirigido al mundo árabe, programa en el que se recitaba un poema y se preguntaba por el autor y la inspiración.
En estos últimos años en mi exilio sobradamente conocí quien era Mahmud Darwish, el poeta de la causa palestina que de niño, en 1948, fue despojado por el ejército israelí de su aldea natal, Al-Birwa, en la zona de la Palestina histórica que hoy es Israel.
Leí sus discursos poéticos, Once Astros, أحد عشر كوكبًا un poemario bilingüe, un libro al que, de forma casual, me llevaron las pesquisas en busca de otro del poeta y diplomático sirio Nizar Cabbani. Fue en la Casa del Libro de Madrid cuando en las verdes estanterías repletas de libros se detuvieron mis ojos en un violín, un olivo y una palmera que sobresale de las antiguas paredes de un palacio árabe. “Mahmud Darwish, Once Astros. (Poesía)”. Plácidamente leí la hermosa, triste y a la vez rotunda creación literaria donde la tierra, la causa del poeta y su gente están presentes en todo momento.
Los poetas como Mahmud Darwish entre la gente nunca mueren a pesar de los tiempos y las ideologías. Estará siempre vivo entre nosotros con la misma antorcha de libertad que alimentan sus pacíficos versos por la causa y resistencia común, que es la libertad. Como él afirmó “la poesía puede ser considerada como demasiado débil, un juguete que se arroja contra los rifles, pero a menudo es tan buena como la dinamita, cristaliza posiciones políticas mediante líneas que, memorizadas por los viejos y los jóvenes, fortalece la resistencia popular y proporciona eslóganes comunes”.
Descansa en paz, amigo de lucha, de casa arrasada, de aldea natal borrada de la tierra, poeta cantor, voz del pueblo.
Tal vez una tarde cansado de su exilio y con la mirada puesta en Palestina y en busca de Al Birwa escribió estos versos titulados “La última tarde en esta tierra”:
La última tarde en esta tierra cortamos nuestros días
de nuestros arbustos y contamos los corazones que nos llevaremos
y los que dejaremos, allí. La última tarde
no nos despedimos de nada, y no encontramos tiempo para nuestro fin.
A finales de los años setenta escuché por primera vez su nombre mientras yo estudiaba en Argelia. Aquellos años del asedio a Arafat y sus combatientes en Beirut, la guerra que hirió Beirut y profanó los campos de refugiados palestinos en Shabra y Shatila. Sentí y me llegaron sus profundos versos sobre aquella masacre cuando lo vi en la televisión argelina recitando sobre aquellos sucesos. Más tarde, a raíz de mis relaciones con estudiantes palestinos a los que conocí en La Habana y con los que compartí algo en común con ellos, las becas en el exilio, aprendí por primera vez versos suyos cantados por Marcel Jalifa الحين الي خبزة أمى [2] y debo confesar que estos versos me llevaron a recordar el pan, el té y el recitar de mi madre, de la que me encontraba entonces separado hacía once años y sin saber nada de ella. Las razones de nuestra distancia eran las mismas por la que estuvo el poeta separado de su madre y de su palestina.
Añoro el pan de mi madre
el café de mi madre
las canciones de mi madre.
Día a día
la infancia crece en mí.
Amo mi edad
porque si muero
sentiré vergüenza de las lágrimas de mi madre.
Muchos años después leí con más conciencia su poesía en periódicos árabes y la escuché en un programa de literatura que realizaba el fallecido hombre de letras Hasan Al Carmi, (Man Algail Wa Malmunaasaba)[3], espacio que se emitía los años ochenta en la BBC de Londres dirigido al mundo árabe, programa en el que se recitaba un poema y se preguntaba por el autor y la inspiración.
En estos últimos años en mi exilio sobradamente conocí quien era Mahmud Darwish, el poeta de la causa palestina que de niño, en 1948, fue despojado por el ejército israelí de su aldea natal, Al-Birwa, en la zona de la Palestina histórica que hoy es Israel.
Leí sus discursos poéticos, Once Astros, أحد عشر كوكبًا un poemario bilingüe, un libro al que, de forma casual, me llevaron las pesquisas en busca de otro del poeta y diplomático sirio Nizar Cabbani. Fue en la Casa del Libro de Madrid cuando en las verdes estanterías repletas de libros se detuvieron mis ojos en un violín, un olivo y una palmera que sobresale de las antiguas paredes de un palacio árabe. “Mahmud Darwish, Once Astros. (Poesía)”. Plácidamente leí la hermosa, triste y a la vez rotunda creación literaria donde la tierra, la causa del poeta y su gente están presentes en todo momento.
Los poetas como Mahmud Darwish entre la gente nunca mueren a pesar de los tiempos y las ideologías. Estará siempre vivo entre nosotros con la misma antorcha de libertad que alimentan sus pacíficos versos por la causa y resistencia común, que es la libertad. Como él afirmó “la poesía puede ser considerada como demasiado débil, un juguete que se arroja contra los rifles, pero a menudo es tan buena como la dinamita, cristaliza posiciones políticas mediante líneas que, memorizadas por los viejos y los jóvenes, fortalece la resistencia popular y proporciona eslóganes comunes”.
Descansa en paz, amigo de lucha, de casa arrasada, de aldea natal borrada de la tierra, poeta cantor, voz del pueblo.
Tal vez una tarde cansado de su exilio y con la mirada puesta en Palestina y en busca de Al Birwa escribió estos versos titulados “La última tarde en esta tierra”:
La última tarde en esta tierra cortamos nuestros días
de nuestros arbustos y contamos los corazones que nos llevaremos
y los que dejaremos, allí. La última tarde
no nos despedimos de nada, y no encontramos tiempo para nuestro fin.
Bahia Mahmud Awah
Ver:
http://www.mahmouddarwish.com/
http://www.mahmouddarwish.com/english/index.htm
Bahia querido: la noticia de la muerte de Mahmud Darwish me sorprendió aqui en Belice, en una tierra donde Palestina es muy considerada, probablemente porque en tres ocasiones el primer ministro fue el hijo de un refugiado palestino que aqui encontro una nueva casa, una nueva familia, un nuevo país, sin nunca olvidar que era arabe y Palestino y refugiado y amante de la libertad de culto, de cultura, de decision.
ResponderEliminarMahmud Darwish para mí también fue un poeta entrañable, el cantor de un Mediterraneo que ha desaparecido por las influencias coloniales inglesa y francesa, la particion de Palestina y el nuevo racismo antiarabe de Europa. Cuando lo leo me siento orgullosa de ser siciliana, aunque ahora sea mexicana. En el había el aliento de un Salahudin, un hombre capaz de respetar al otro aun cuando lo derrotaba; y la fuerza del viento, la fuerza de quien se dispersa y permanece. Con la muerte de Darwish no se va solo el gran poeta palestino, se va una parte de la poesia de un mundo que nos toca reconstruir a todas y todos, desde las dos orillas del Mediterraneo y desde los cinco continentes.
Un abrazo y gracias por tus palabras y la descripcion de como la poesia de Darwish inspira la tuya
Francesca
Muy bueno.
ResponderEliminarCada vez lo haces mejor.
Que dure mucho.
Un abrazo,
LP
Es una de las mejores notas sobre Darwish que he leido en internet. Os felicito.
ResponderEliminarUna docena de mujeres ú hombres como él podrían hacer cambiar muchas cosas. Lo triste es suele ser una o dos personas por generación.
Queda ahora que no olvidemos su intensa obra, que recitemos su poesía y que cunda el ejemplo de una vida valiente, solidaria, culta, fraterna.
Un abrazo grande,
Víktor
Gracias a todos amigos por entrar compartir mis pinceladas de lucha por un Sahara libre y un mundo todo paz y armonia. Gracias a mi entrañable amiga Francesca, Viktor el valenciano, al indomable luchador L.P
ResponderEliminarMi corazón y carino con todos vosotros. Viktor he visitado tu blog y es una joya de historias.