Entrevista a Saleh Abdalahi, poeta y coautor de “La primavera
saharaui. Escritores saharauis con Gdeim Izik”
Se define como un poeta autodidacta. Saleh Abdalahi nació en
El Aaiún (1971), cuando el Sáhara era todavía una provincia española. Hoy
reside en Palma de Mallorca. Estudió en Cuba, como muchos sahararuis, donde se
licenció en dibujo técnico. Salem Abdalahi ha escrito con otros autores “La
primavera saharaui. Escritores saharauis con Gdeim Izik”, para que no caiga en
el olvido el desmantelamiento a sangre y fuego de este campamento, por parte
del Reino de Marruecos, en noviembre de 2010.
Ha participado en libros de poesía como “Añoranza” o
“Bubesher” y en solitario ha escrito “La arena de tus huellas”. La antología
sobre Gdeim Izik tiene un precedente. En 2005, varios poetas saharauis –entre
ellos, Salem Abdalahi- colaboraron en un libro para denunciar la brutal
represión de la primera intifada en los territorios ocupados.
¿Cómo surge la idea de publicar “La primavera saharaui.
Escritores saharauis con Gdeim Izik”?
Es un libro de denuncia que surge a raíz del desmantelamiento
del campamento de Gdeim Izik. Destinamos el dinero de la venta de los libros a
las familias de los presos políticos de Gdeim Izik. Un grupo de poetas
saharauis (algunos residimos en España y otros en los campamentos de
refugiados) pretendemos así aportar nuestro grano de arena en la lucha por la
libertad de nuestro pueblo. A través de la poesía y la palabra. Son medios, de
protesta y denuncia, con mucho futuro para hacer llegar a la gente nuestras
reivindicaciones.
¿Se os puede considerar un grupo de poetas? ¿Qué relación
mantenéis entre vosotros?
Somos todos amigos de estudios. De hecho, nos denominamos “La
generación de la amistad”. La mayoría cursamos nuestras licenciaturas en Cuba y
nuestra edad ronda los 40 años. Compartimos además inquietudes y amigos. Me
gustaría destacar en ese sentido al grupo de “Escritores por el Sáhara”, que
nos han manifestado permanentemente su solidaridad. Gente como Ricardo Gómez,
Gonzalo Mauri, Ana Rossetti, María Jesús Alvarado o Juan Carlos Gimeno.
¿Cómo definirías tu obra poética?
Es la obra de un poeta autodidacta. Mi poesía es joven, muy
clara, fresca, cercana y con un lenguaje sencillo. Diría también que alberga
mucha esperanza pero también mucho dolor. Hay como una mezcla de estos dos
sentimientos. Intento también que mis poemas sean cercanos a los sentimientos
universales, y despojados de adornos.
¿Y, a muy grandes rasgos, la poesía saharaui?
Pienso que es una poesía muy condicionada por la ocupación,
que nace de la cultura árabe y musulmana aunque después pueda expresarse en
castellano o en árabe. Tiene, además, un carácter épico y al servicio de la
causa de nuestro pueblo. Pero, ojo, aunque se ponga la poesía al servicio de un
colectivo, continúa siendo libre e individual. Es una poesía independiente.
Tampoco se trata de una poesía panfletaria.
¿Ha sido históricamente siempre así?
Antes del conflicto y la ocupación, existía una gran tradición
oral. La poesía era, además, como una brújula para los beduinos. Les resultaba
muy útil en la vida cotidiana, por ejemplo, para orientarse respecto a los
accidentes geográficos. Es una poesía, asimismo, que recoge toda la tradición
popular saharaui.
Escribes tu poesía en castellano.
En los territorios ocupados hay escritores en árabe y también
en castellano. Los saharauis consideramos el castellano como nuestro segundo
idioma; además, es para nosotros un factor de identificación. Tampoco hemos de
olvidar la presencia española en el Sáhara durante cien años. En las escuelas
saharauis niños y niñas aprenden la lengua castellana (también se estudia
francés e inglés). A ello hay que añadir nuestros vínculos con Cuba y la
relación de niños y niñas saharauis con las familias acogedoras españolas. Pero
la lengua castellana también nos sirve para buscar apoyos en el exterior. En
algunas protestas la gente grita ante las cámaras de vídeo consignas, como
“Fuera Marruecos” o “Viva el Sáhara libre”, en castellano. En Túnez lo hacen en
francés y en Egipto, en inglés.
¿Cómo recuerdas tu etapa formativa en Cuba?
Las escuelas cubanas acogían a niños y niñas saharauis para
que cursaran allí sus estudios. Compartíamos escuela con jóvenes de Nicaragua,
Sudán, Etiopía o Angola, entre otros muchos. Cuba ha formado numerosos cuadros
y profesionales que después han podido ejercer en muchos países africanos. En
mi caso, llegué a integrarme con mis compañeros en la realidad de Cuba. Éramos
prácticamente cubanos. Muchos saharauis han estudiado en la isla para luego
desarrollar sus profesiones.
Además de la poesía y la literatura en general, ¿Qué focos
culturales resaltarías actualmente en el Sáhara?
En los campamentos de refugiados hay un festival anual, que se
celebra en octubre, sobre cultura y tradición popular saharaui. Además,
destacaría el festival Artifariti, sobre arte en general, pero en el que se
utilizan habitualmente los recursos locales (la última edición se dedicó a los
derechos humanos). También se celebra todos los años el festival de cine
Fisahara, cuyo objetivo es acompañar a la población saharaui en los campamentos
de refugiados. Resaltaría también el papel de la escuela de cine; y de los
maratones deportivos. En cada campamento y en cada escuela hay grupos
musicales, deportivos y de teatro.
Por último, ¿Cuál es la realidad de los territorios
saharauis ocupados por Marruecos?
En mi opinión, hay un punto de inflexión en la intifada de
2005. La gente rompe entonces un eslabón de miedo y ve que tiene posibilidades
de que su voz se escuche en el mundo. Pierden la fe en la justicia y la
legalidad internacional. Pero también pierden el miedo. Salen, con la palabra y
con sus cuerpos, a luchar por sus derechos. Y se atreven a señalar al gran
culpable, el gobierno marroquí. Por lo demás, en los territorios ocupados viven
familias divididas y sometidas a mucha presión, pero es gente que da todo lo
que tiene.
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