Juanjo Miera nos cuenta que estuvo en Santander en la
presentación del libro RITOS DE JAIMA, de Limam Boisha. (La presentación tuvo
lugar el 17 de octubre en la Librería Gil).
Angel Oria, de Alouda Cantabria, después de presentar la mesa
compuesta por Fernando Llorente escritor, Limam Boisha, autor del Libro y Palma
Aparicio en representación del Bubisher, a cuyo proyecto va destinado la
totalidad de lo que se recaude.
El escritor Fernando Llorente hizo una brillantísima
presentación del libro. Limam Boisha relató cómo se gestó el libro a partir de
una reunión con el escritor Gonzalo Moure y otros miembros de Bubisher, y los
esfuerzos que han realizado para poderlo editar.
Finalmente Palma explicó los sueños que tuvieron en esa
reunión, con Luisa Sánchez, también. El quinto sueño es QUE SE LEA EL LIBRO.
Tras un interesante coloquio finalizó la presentación.
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Palabras de Fernando Llorente
Muchas han sido las veces en las que, como reseñista de
libros, no he sido fiel a lo que pienso. Y desde luego ocurre siempre que los
libros que comento son poemarios. Porque lo que pienso, sin pretensión de
originalidad, es que la poesía no precisa de reseñas, comentarios o
explicaciones, que la poesía, y el arte en general, se explica y se presenta a
sí mismo. O quizá ni siquiera se explica, ya que las vivencias profundas son
tumores en el alma de los que poeta extrae unas palabras y les practica una
biopsia emocional. O sea, que se expresan, sin explicaciones, argumentos sin
argumentación. Los críticos profesionales y los profesores, en su condición de
tales diseccionan un poema, lo analizan, dicen cuánto tiene de metáfora, cuánto
de metonimia, a qué ritmo circulan sus sílabas por las venas del verso, y cosas
así. Pero solo como poetas, si lo son, o como lectores de poesía, esa otra
forma de ser poeta, sentirán un poema del todo, quizá solo un verso, después de
haberlo escrito o leído en la soledad y el silencio que tal riesgo comporta. Y
los sentirá como un bisturí que con más
o menos cuidado, les saja el alma de la que brotan gotas de la sangre de la
emoción. Eso pasa cuando un poema nos llega, y cuando nos llega, nos llega
hasta el fondo, allí donde las palabras ya están de más.
“Ritos de jaima” es un
libro con poemas que me han llegado. Así que en este momento debería continuar
mi intervención pidiendo disculpas por
reincidir en mi incoherencia tratando de presentar el libro que nos ha
reunido aquí, que es un libro que se presenta a sí mismo, que reclama, no un
presentador, sino un lector para ser el que es. Debería pedir disculpas, si no
fuera porque “Ritos de jaima”, está, sí, trenzado a base de poemas, pero es
mucho más que un poemario. Como escribe Javier Reverte en el prólogo, “se trata
de un libro que no se parece a ningún otro”. Es un libro que me da la razón de
un modo explícito, sus poemas se explican a sí mismos de viva voz, sin
necesidad de salirse de sus páginas. Para ello su autor, Limam Boisha, les echa
una mano, recurriendo a la prosa, no tanto para paliar inexistentes
insuficiencias poemáticas, como por si en algún momento nos despistamos los
lectores entre los versos. Una prosa por la que también la poesía se mueve con
soltura y conduce la lectura. Limam es poeta y no lo puede evitar cuando escribe
en prosa. Y así estructura un libro en el que, y me arrimo de nuevo a Javier
Reverte, “a partir de una referencia cultural del pueblo saharaui, acuña un
verso. Y a renglón seguido explica qué significa esa referencia”. O sea, que
los versos de “Ritos de jaima” se explican a sí mismos, por más que sea en una
prosa con toda su carga de poesía a cuestas.
Limam es poeta y es saharaui. Es un poeta saharaui que escribe
en español. Forma parte de la estirpe de
los “hombres de libro”, que animaban las acciones valerosas de los “hombres de
fusil”, al tiempo que fortalecían el espíritu de resistencia del pueblo
saharaui, tantas veces atacado sin éxito para el agresor, todavía hoy en curso
la última ofensiva. La poesía tradicional saharaui, y aún la que hoy escriben
y, sobre todo transmiten oralmente, los viejos poetas saharauis, sobreponen la
épica a la lírica. Es una poesía militante, combativa. La poesía de Limam, y en
general la de los poetas componentes de la Generación de la Amistad, que
también escriben en español, no deja de ser combativa, cuando menos
reivindicativa, no pueden dejar de serlo, pero no por ello deja de estar
transida de un, a veces desgarrado, contenido, a veces, siempre delicado
componente lírico. Es en “Ritos de jaima” donde los versos de Limam, en la
estela de su anterior poemario “Los versos de la madera”, se reúnen en torno a
la belleza el apasionamiento, atravesado de ternura, de un saharaui por su
pueblo.
El poeta Ángel González distingue en todo poema dos soportes,
la situación y la intención, distinción en la que no siempre es fácil marcar
los límites por el propio poeta, pues el componente emocional compartido lo
dificulta. Esa distinción queda para presentadores como yo, atrevidos. De todas
formas en “Ritos de jaima” no hay que arriesgarse mucho. La situación es la de
un pueblo que, no habiendo sido nunca libre, sin embargo la libertad es
elemento sustancial del código genético de todos y cada uno de los saharauis,
así como una tradición cultural consustancial con ese código como elemento de
cohesión. La intención, aparte motivaciones profundas que solo el poeta sabe,
es la de dar a conocer, y compartir, las huellas de un origen que fundamentan
el sentimiento de identidad nacional del pueblo saharaui, que le diferencian de
otros pueblos, a la vez que mantienen intacto su espíritu de resistencia, con
engarces de una generosa hospitalidad para propios y extraños, que es garantía
de supervivencia frente a la dureza de ese implacable adversario, y a la vez
complaciente cómplice, que es el desierto, y frente a la ambición criminal de
países depredadores, que arrasan con la legalidad, la justicia y los derechos
de los pueblos.
La situación y la intención se tornan poesía cuando caen en
las redes de la emoción. Podría quizá pensarse, tras lo que acabo de decir, que
en “Ritos de jaima” asoma la tragedia, o la lamentación. Pero no, no es
elegiaca la poesía de Limam. En otro momento he escrito, y aquí lo mantengo,
como lo haría todo el que conozca un poco al pueblo saharaui, que su lamento no
es lacrimógeno, que no es rabiosa su rabia ni su dolor lastimero. Su
sufrimiento es profundo y auténtico, tanto que solo puede asomar al rostro con
una sonrisa. Prodiga sonrisas Limam en “Ritos de jaima”, de los cuales, sin
perjuicio de su importancia para las personas y sus actos, son ritos de andar
por casa, digo, por jaima. Y Limam los poetiza y los cuenta como lo que son,
cuentas de un rosario que consagran el modo de ser y de estar los saharauis en
el mundo, por más que se les quiera arrojar a los márgenes de la historia. Con
“Ritos de jaima” Limam deja constancia de unas raíces culturales resistentes a
la sequedad de los pozos y a la violencia de los hombres. Y lo hace con la
belleza de la sencillez y el amor de quien se entrega a una causa injustamente
maltratada. La belleza y el amor son para este lector las contraseñas
literarias de “Ritos de jaima”, que franquean la entrada a una cultura en gran
medida desconocida, incluso por quienes frecuentan sus visitas solidarias a los
campamentos de refugiados saharauis en Tinduf, carencia que reduce la acción a
la ayuda humanitaria que, siendo necesaria, aparte de que se les debe, sin
embargo reclama más exigencias reivindicativas. No sé si formaba parte de la
intención consciente del autor, pero en cualquier caso “Ritos de jaima” es un
libro reivindicativo del lugar que le corresponde en el mundo al pueblo
saharaui, con los avales de su cultura y su historia. Lugar que no es otro que
el que le arrebataron, y que no va a dejar de ser nunca el que es porque su aire
está impregnado de la larguísima tradición cultural saharaui, configuradora de
un espíritu libre, y que Limam pormenoriza en su libro. Que con traiciones y
barbarie ese lugar haya sido profanado con desprecio de la legalidad y de todo
derecho, natural, positivo, incluso divino, aducido como pretexto
incontestable, no lograrán borrar las huellas de los pasos saharauis por su
desierto. Libros como “Ritos de jaima” alientan esa seguridad.
Si todo poemario se sostiene en una situación y una intención,
la situación, a su vez, se inscribe, y perdonen la obviedad, en unas
coordenadas espacio-temporales, por más que los espacios puedan ser interiores
y los tiempos inmemoriales. Los usos, creencias, costumbres, supersticiones, en
fin, los ritos de jaima son los de aquí y ahora en las jaimas del refugio y en
las viviendas bajo el terror de la ocupación, porque son los de siempre, pues
desde siempre y para siempre se cincelan en una tierra unas señas de identidad,
indelebles, por más que las tormentas de arena aparentemente cambien la faz del
desierto. Pero Limam ha querido ir y llevarnos al espacio sin el que la cultura
saharaui no sería la que es, como sin ella ese espacio sería otro. Nos conduce
por el espacio donde las raíces culturales saharauis encuentran su raíz. La
raíz de todas las raíces culturales saharauis. Espacio intemporal, misterioso,
mágico, místico, al que los acontecimientos desgraciados de las últimas décadas
han reforzado la luz de su halo mítico. Ese espacio que traza sus límites en el
corazón de los saharauis y se mide por las zancadas del deyar, el buscador de
camellos perdidos, como supo ver y transmitir el escritor Gonzalo Moure, cuando
acompañado de Limam, traductor y guía, lo recorrió para compartir sus vivencias
en el hermoso libro “La zancada del deyar”. Ese espacio del desierto saharaui
que hoy media entre la tierra prestada del exilio y la patria arrebatada. Ese
espacio es la badía. El saharaui es un pueblo beduino, nómada, esa es su
naturaleza, por más que en los últimos tiempos de la colonización española se
iniciara una tendencia a la sedentarización. En la badía naturaleza y cultura
se confunden, no es la segunda un derivado, más o menos adulterado, de la
primera. Naturaleza, badía , ritos son tres expresiones distintas y una sola
cultura verdadera, la saharaui, como campamentos de refugiados, territorios
liberados y territorios ocupados son tres espacios existenciales distintos y un
solo pueblo verdadero, el saharaui. Las tres expresiones, los tres espacios,
por más que los separen muros, están unidos y ungidos por los ritos de jaima
que Limam arranca raíz a raíz, desgrana verso a verso, explica glosa a glosa,
para mantener en el ramaje la diversidad de sabores y colores que anidan en los
corazones saharauis y habitan en la badía, esa profunda, dura y bella parcela
del Sahara Occidental, al que los saharauis del refugio acuden, tras el rastro
de las nubes generosas que compartan la madre lluvia para alimento de sus
rebaños, al tiempo que el aire propio alivie sus cuerpos y expanda sus espíritus.
También los saharauis de los territorios ocupados, en la medida que pueden,
buscan en su desierto un aire incontaminado de maldad. En realidad, la badía,
fuente de su cultura, es el verdadero refugio del espíritu saharaui. Es el
refugio amado del refugiado forzoso. Y sobre todo de quienes lo habitan,
mayoritariamente viejos saharauis, luchadores y sabios, que respirando su aire
esperan que la muerte les encuentre en su tierra. Ellos son los garantes de que
la cultura saharaui conserve la pureza de la tierra y del aire que,
respirándolo, la inspiraron. La badía es el santuario de la cultura saharaui;
la jaima es la estancia en la que se atesoran los ritos, tan familiares, que la
componen; los beduinos saharauis son sus centinelas. Limam, poeta saharaui, da
fe en su libro de que la cultura saharaui está a salvo, por más que se hostigue
a sus depositarios. “Ritos de jaima” sería un acta notarial, si no fuera porque
rezuma belleza, apasionamiento, ternura. Por eso “Ritos de jaima” es un canto
al derecho a la libertad pautado al ritmo de los latidos con los que los galaba –corazones que
palpitan en la tierra y, a la vez, montañas que elevan la mirada al cielo-
alientan y protegen una tierra y a un pueblo con su cultura.
Os habréis dado cuenta de que no os he dicho cuáles son esos
ritos ni, claro, cuáles son sus formas y sus significados. Tampoco os he leído
unos versos, ni siquiera una metáfora. Tampoco una línea de la explicación que
de sí mismos se dan metáforas y versos, a renglón seguido, como escribe Javier
Reverte. Nunca lo hago cuando reseño, comento o presento un libro. Por dos
razones complementarias. Una, que es una manera algo tramposa de respetar mi
parecer de que la poesía se explica y se presenta a sí misma. La otra razón es
que a mí no me gusta que me cuenten un libro o una película, pongamos por caso.
Las películas se ven y los libros se leen. Unos nos gustan y nos enseñan;
otros, nos aburren y no nos dicen nada. Cuando leáis “Ritos de jaima” serán los
poemas los que, explicándose a sí mismos, os sumergirán en las honduras, de las
que brota el alma de un pueblo que se expresa a través de unas prácticas
sociales, familiares, religiosas, en definitiva, culturales, por las que la
estética se aviene con la ética en ese ser y estar en el mundo el pueblo
saharaui. Son los ritos que Limam ha poetizado. Antes de leerlo, cuando lo
compréis estaréis colaborando con el hermoso proyecto Bubisher, al que Limam
destina todos los derechos de su libro. Bubisher es el nombre del pájaro de la
suerte para los saharauis -¿un rito?-, que a bordo de un camión se la lleva a
los niños de las escuelas en forma de libros, que ilustran, entretienen y
enseñan. Pequeño pájaro, el Bubisher que, impulsado su vuelo por el soplo
generoso, entre otros soplos generosos, de esta librería, ya ha obrado el
prodigio de construirse su Nido, en forma de una biblioteca estable en el
desierto, concretamente en el campo de refugiados Smara, que toma su nombre de
la ciudad santa del Sahara Occidental, desde hace 37 años ocupada por Marruecos,
y que en 1923 fue invadida por tropas francesas que arrasaron su biblioteca.
Llegará el día en el que se cumpla el derecho y la justicia y mi pueblo sea
libre, me dijo un beduino en la badia. Sí, llegará el día en el que el Bubisher
del refugio traslade su Nido, llevándolo bien seguro en su pico, bloque a
bloque, estantería a estantería, libro a libro hasta el lugar en donde un día
estuvo custodiada la cultura tradicional saharaui, hasta la ciudad de Smara,
hasta la ciudad santa y libre de Smara. En su vuelo el bubisher llevará la buena nueva del alimento espiritual de los
“Ritos de jaima” de Liman Boisha. GRACIAS.
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