Cuando las húmedas ideas nacen desnudas y la patria es una caravana en el sueño de Amin Maalouf nuestro territorio se vuelve diminuto y grande, de allí nace la capacidad de imaginar y sentir desde la lejanía lo que pertenece a uno sin renunciar a otro contexto totalmente diferente que nos aporta otra perspectiva.
Recuerdo a este escritor libanés, exiliado en Francia, en su libro “Identidades Asesinas” como hacia una exposición del mosaico étnico y religioso del que se compone el Líbano y me pregunto si en el Sahara la identidad marroquí sigue intentando borrar cualquier vestigio de la cultura saharaui, imponiendo a los jóvenes hablar dariya frente al hasania, el francés frente al castellano, tratando de esta manera transformar la realidad cultural saharaui en los últimos treinta años.
La triste ocupación territorial y política que sufre el Sahara es también una ocupación cultural hecha desde la imposición de los colonos y todos los nuevos hábitos que han introducido en el territorio apoyados por el propio estado marroquí empecinado en trasladar la juventud saharaui al interior de Marruecos para desligarla de sus raíces y así transformar en un tiempo breve el contexto cultural de esta región.
Yo nunca he estado en El Aaiun pero si he visto fotografías e imágenes de la televisión y según me cuentan quienes crecieron en esta ciudad la comunidad de colonos marroquíes es hoy mayoritaria en número frente a los saharauis que los han desplazado al barrio Maatala y otras zonas de la ciudad; la Melhfa y la Darra que son la ropa tradicional del Sahara cada vez se ven menos y las políticas educativas en todos los centros escolares adoptan métodos de enseñanza que garantizan los intereses colonialistas del ocupante a través de una manipulación de la historia y los hechos.
El Sahara no sólo ha padecido el saqueo de la pesca y el fosfato, también ha visto la usurpación de su identidad, historia y cultura se le ha impedido existir por quienes han callado su voz, borrado su imagen y transformado su mapa en el atlas mundial. Pero a pesar de ello la personalidad Bidan traducida a la realidad saharaui es un ente dinámico y con mucha fuerza que sigue resistiendo frente a este agravio impuesto desde afuera; el nómada seguirá persiguiendo por el desierto el lenguaje de los dromedarios, trazando tableros de arena y bebiendo leche en cuencos de madera en una jaima sin puertas.
La realidad de la otra parte de los saharauis en los campamentos es más esperanzadora porque las estrategias de educación han dado muchos frutos, el hasania se sigue hablando junto al castellano y la comunidad de refugiados está progresando sin renunciar a su pasado histórico, el estado ha dedicado mucho esfuerzo a la educación y la salud; hoy cuenta con mucho personal preparado capaz de tener una visión que permita a este pueblo reconciliarse con su identidad cultural frente a las constantes amenazas que intentan tergiversar su realidad.
El pecado de Marruecos en el Sahara es haber subestimado la fortaleza de la población calificándola de incapaz de asumir una resistencia que mantenga viva la esperanza en construir un proyecto común capaz de entablar el diálogo con el otro desde el respeto a la diferencia como vehículo que garantice la convivencia y la tolerancia, no desde la negación del otro para conseguir unos objetivos que mantengan su presencia colonial en esta tierra.
La lucha por conservar la identidad es una larga batalla en este conflicto en la que una parte siempre lucha por dominar a la otra sometiéndola y obligándola para absorberla de forma definitiva, haciendo que se diluya con el tiempo. Los marroquíes necesitan que su proyecto de conquista cuaje en el corazón de los saharauis, pero me temo que eso nunca ocurrirá porque sus métodos de lucha contra este pequeño pero gran pueblo son su peor agonía en el Sahara.
Ali Salem Iselmu. Generación de la Amistad.
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