Un bosque verde espeso y muy cerrado, quizás es la imagen que más me impactó en mi tierna infancia, porque, mi primera exclamación al verlo desde la guagua “Girón V” era: “uy, si me meto allí, me perderé para siempre”. Tenia apenas 9 años de edad, quizás ya cumplidos o todavía por cumplir o, tal vez 10 años?
Con el tiempo, aquel bosque tenebroso se convertiría en tantas cosas para mí que, hoy en día aún añoro su generosidad, complicidad y compañía. Fue mi cobijo; mi alimento; mi mar; sitio de mis juegos y travesuras y cómo no, mis amores y desamores.
Era el mes de octubre de 1982 y, mi inquieta curiosidad volaba y tanto que se me difuminaba casi por completo: qué soy; de donde vengo; porqué vengo; a donde voy etc. tantas cosas que marcan y marcarían para siempre mi vida. En esos momentos se abría para mi un mundo nuevo, una vida en la que me sumerjo profundamente en todos los sentidos y maneras. No tenía lugar en mi mente otro fin, que explorar el lugar donde estoy, aquellos frutos grandes y amarillos que colgaban de los árboles y que se veían por todas partes en cantidades infinitas, hacían latir aún más fuerte mi curiosidad y mi apetito, que sin saber todavía qué era aquella fruta o especie vegetal, ya la deseaba y, no tuve que esperar tanto, justo al bajar de las guaguas corrimos en desbandada a los árboles y el griterío de todos y advertencias de otros no tenían cabida en ningún corazón en aquel intenso instante.
La TORONJA, que así se llama ase fruto tan absorbente en su presentación natural, fue mi primer bocado en Cuba, si, comí toronjas hasta la in saciedad, también la añoré, la agasajé, bailé y lloré en su honor; caminé largas jornadas en su busca y la encontré y, otras veces no; ahogó mi sed; fue motivo de mis peleas colegiales y, fue regalo una y mil veces a mis enamoradas y me alegré al recibirla como obsequio, la guardé bajo tierra como un tesoro en las épocas de escasez, luego iba a escondidas para saborearla, también la maltraté, porque era la mejor herramienta para sustituir una pelota de béisbol que era nuestro deporte predilecto.
Cuba, abrió sus puertas de par en par para mí, para nosotros y para millares de jóvenes de otros centenares de países. Cuba era mi destino y mi tierra de acogida durante 13 largos años pero también fructíferos y hermosos. Estudié casi todo el ciclo formativo allí, desde 5º de primaria hasta graduarme en la universidad. Yo definiría a Cuba como mi madrastra, pero esa que fue buena en todo momento, tolerante, eficaz, alegre y a la vez severa, me dio lo que tenía y se esmeró de que no me faltara ni me pasara nada y hasta me agasajó como hijo predilecto, sobre sus propios hijos. En Cuba no me permitían dormir porque me decían, que solo es necesario dormir cuando se esta muy cansado y a mi edad, ni siquiera había dado un paso de la vida real y... gracias a Dios, nunca desoyé sus sinceros consejos y traté con todos los medios de estar siempre en pie.
Nosotros: éramos 600 niños de entre 9 y 12 años de edad, todos nacidos en plena guerra del Sahara Occidental y nuestra primera infancia fue marcada por el fusil y la bala, las trinchares y el miedo constante y sobre todo los largos viajes a todas partes y a ningún sitio. El Sahara, tan luego supe que era el desierto más grande e inhóspito del mundo y, que mi país se llama así porque esta en su parte más occidental. Mi país ahora sé que existe realmente, porque convivo con personas que han estado o viven allí. Aquellos murmullos que oía de pequeño sobre un tal Sahara Occidental y sus ciudades y sus barrios eran ciertos y, que mi padre murió defendiéndola.
Cuando abandoné Cuba, ya con 22 años y estaba bastante crecidito y con un titulo de licenciado bajo el brazo, era un mes de octubre, como antaño cuando llegue a la isla, no tenía una idea exacta de a donde voy, pero quería ir, ver a mi familia era lo más urgente, de la ultima vez hacía ya 13 años, un día me desligué de ellos sin mediar palabra y ese hecho también para siempre separó nuestras maneras y actitudes, cierto, ya no me acordaba de sus rostros ni de sus palabras. Mi reencuentro fue lamentablemente frió, pero intenso, no derramé lagrima ninguna, apenas mi madre pudo dejar ver unas cuantas gotas. Tenía una sensación rara en esos momentos, que más adelante esa sensación, se transformaría en confusiones, malentendidos, incoherencias, pensamientos raros, obligaciones...
Así, casi agobiado hice volar mi imaginación y, lo hice de todas las maneras posibles, en uno de esos vuelos, año y medio después de mi llegada a Tindouf, aterricé en Gran Canaria, era marzo 1997.
Eso, es otra historia y, otra lucha. Supe aquí en canarias que 2 y 2 no son siempre 4 y otras cosas más y; supe cual es mi razón de ser en esta vida y también cual es la de los tigres y los leones y las hormigas y los buitres y las hienas.
Por ejemplo hoy sé que estoy desarraigado, que tengo cien cabezas y mil lenguas; mis pasos van marcando un rumbo de lo que no tenía que haber pasado nunca o, tal vez si, pero, sé que mi tristeza no es contagiosa, porque va encubierta con chocolate y un trasparente hilo de miel para disimularla.
Por ejemplo, que los buitres se alimentan de los animales muertos y vuelan muy alto y; las hormigas son tan fieras y voraces como los leones.
En fin, que con esto pretendo que me comprendan y que cada cual dé buenamente mucho de si, siempre siempre siempre.
Chejdan Mahmud Yazid
Con el tiempo, aquel bosque tenebroso se convertiría en tantas cosas para mí que, hoy en día aún añoro su generosidad, complicidad y compañía. Fue mi cobijo; mi alimento; mi mar; sitio de mis juegos y travesuras y cómo no, mis amores y desamores.
Era el mes de octubre de 1982 y, mi inquieta curiosidad volaba y tanto que se me difuminaba casi por completo: qué soy; de donde vengo; porqué vengo; a donde voy etc. tantas cosas que marcan y marcarían para siempre mi vida. En esos momentos se abría para mi un mundo nuevo, una vida en la que me sumerjo profundamente en todos los sentidos y maneras. No tenía lugar en mi mente otro fin, que explorar el lugar donde estoy, aquellos frutos grandes y amarillos que colgaban de los árboles y que se veían por todas partes en cantidades infinitas, hacían latir aún más fuerte mi curiosidad y mi apetito, que sin saber todavía qué era aquella fruta o especie vegetal, ya la deseaba y, no tuve que esperar tanto, justo al bajar de las guaguas corrimos en desbandada a los árboles y el griterío de todos y advertencias de otros no tenían cabida en ningún corazón en aquel intenso instante.
La TORONJA, que así se llama ase fruto tan absorbente en su presentación natural, fue mi primer bocado en Cuba, si, comí toronjas hasta la in saciedad, también la añoré, la agasajé, bailé y lloré en su honor; caminé largas jornadas en su busca y la encontré y, otras veces no; ahogó mi sed; fue motivo de mis peleas colegiales y, fue regalo una y mil veces a mis enamoradas y me alegré al recibirla como obsequio, la guardé bajo tierra como un tesoro en las épocas de escasez, luego iba a escondidas para saborearla, también la maltraté, porque era la mejor herramienta para sustituir una pelota de béisbol que era nuestro deporte predilecto.
Cuba, abrió sus puertas de par en par para mí, para nosotros y para millares de jóvenes de otros centenares de países. Cuba era mi destino y mi tierra de acogida durante 13 largos años pero también fructíferos y hermosos. Estudié casi todo el ciclo formativo allí, desde 5º de primaria hasta graduarme en la universidad. Yo definiría a Cuba como mi madrastra, pero esa que fue buena en todo momento, tolerante, eficaz, alegre y a la vez severa, me dio lo que tenía y se esmeró de que no me faltara ni me pasara nada y hasta me agasajó como hijo predilecto, sobre sus propios hijos. En Cuba no me permitían dormir porque me decían, que solo es necesario dormir cuando se esta muy cansado y a mi edad, ni siquiera había dado un paso de la vida real y... gracias a Dios, nunca desoyé sus sinceros consejos y traté con todos los medios de estar siempre en pie.
Nosotros: éramos 600 niños de entre 9 y 12 años de edad, todos nacidos en plena guerra del Sahara Occidental y nuestra primera infancia fue marcada por el fusil y la bala, las trinchares y el miedo constante y sobre todo los largos viajes a todas partes y a ningún sitio. El Sahara, tan luego supe que era el desierto más grande e inhóspito del mundo y, que mi país se llama así porque esta en su parte más occidental. Mi país ahora sé que existe realmente, porque convivo con personas que han estado o viven allí. Aquellos murmullos que oía de pequeño sobre un tal Sahara Occidental y sus ciudades y sus barrios eran ciertos y, que mi padre murió defendiéndola.
Cuando abandoné Cuba, ya con 22 años y estaba bastante crecidito y con un titulo de licenciado bajo el brazo, era un mes de octubre, como antaño cuando llegue a la isla, no tenía una idea exacta de a donde voy, pero quería ir, ver a mi familia era lo más urgente, de la ultima vez hacía ya 13 años, un día me desligué de ellos sin mediar palabra y ese hecho también para siempre separó nuestras maneras y actitudes, cierto, ya no me acordaba de sus rostros ni de sus palabras. Mi reencuentro fue lamentablemente frió, pero intenso, no derramé lagrima ninguna, apenas mi madre pudo dejar ver unas cuantas gotas. Tenía una sensación rara en esos momentos, que más adelante esa sensación, se transformaría en confusiones, malentendidos, incoherencias, pensamientos raros, obligaciones...
Así, casi agobiado hice volar mi imaginación y, lo hice de todas las maneras posibles, en uno de esos vuelos, año y medio después de mi llegada a Tindouf, aterricé en Gran Canaria, era marzo 1997.
Eso, es otra historia y, otra lucha. Supe aquí en canarias que 2 y 2 no son siempre 4 y otras cosas más y; supe cual es mi razón de ser en esta vida y también cual es la de los tigres y los leones y las hormigas y los buitres y las hienas.
Por ejemplo hoy sé que estoy desarraigado, que tengo cien cabezas y mil lenguas; mis pasos van marcando un rumbo de lo que no tenía que haber pasado nunca o, tal vez si, pero, sé que mi tristeza no es contagiosa, porque va encubierta con chocolate y un trasparente hilo de miel para disimularla.
Por ejemplo, que los buitres se alimentan de los animales muertos y vuelan muy alto y; las hormigas son tan fieras y voraces como los leones.
En fin, que con esto pretendo que me comprendan y que cada cual dé buenamente mucho de si, siempre siempre siempre.
Chejdan Mahmud Yazid
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