Un texto de Antònia Pons, 02/03/2018
De los libros que he leído me ha emocionado
especialmente el de Bahia M. Awah: La maestra que me enseñó en una tabla de
madera.
Es un poema de amor a su madre,
desaparecida prematuramente en el exilio.
Si os decidís a leerlo vais a viajar al
Tiris, esa mágica región que los saharauis que he conocido evocan con
nostalgia. Vais a experimentar las fatigas de los nómadas perdidos entre las
tormentas de arena, os moriréis de sed mientras esperáis la arrualla (llegada
del agua). Pero sobre todo, vais a sentir la presencia de Detu, la madre del
autor, muy cerca susurrándoos al oído. Os envolverá toda la bondad, el cariño y
el espíritu de sacrificio de una mujer que nació libre y que educó a sus hijos
para que vivieran en Libertad.
En mis viajes a la dura Hamada argelina he
conocido a mujeres como ella: cuidan de sus hijos y son el palo de la jaima de
sus familias, las que no pueden comer carne si no la reparten con sus amigos y
vecinos, las que miran hacia Occidente, las que acogen al huésped en sus
humildes hogares de adobe y lona y les hacen sentir que han arribado al hogar,
las que te perfuman, las que te ofrecen el cuenco de la Hospitalidad.
El libro de Bahia os transportará a las
noches mágicas del Gran Desierto en el que las dunas cantan bajo un cielo
cuajado de estrellas cercanas y escucharéis los versos de los grandes poetas
saharauis.
Quizás, si sois madres, sentiréis un poco
de envidia de Detu, la maestra que enseñó a sus hijos en el louh, porque
desearéis que los vuestros os recuerden y hablen de vosotras como Bahia habla
de Jadiyetu Omar.
Este libro te atrapa porque su autor ha
buscado las palabras en un lugar del corazón que es dónde viven eternamente
aquellos a quienes amamos.
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