El pintor saharaui Larbi Lehbib en su taller |
Ruge el viento tras la lona de la jaima.
Hoy ha sido un día más de calor. En su interior, nuestro hombre saca una
libreta donde anota recuerdos, inventa historias y relata la vida en el
campamento. A veces le gusta pensar cómo era la vida en la ciudad, el ajetreo,
el ruido, sus gentes y el olor a mar. Escribe a mano para luego trasladarlo al
bloc de notas de su Samsung Galaxy, con paciencia y esmero. Y entonces, cuando
todos duermen, mientras los escarabajos
excavan túneles en la tierra, camina hasta un lugar elevado en busca de un poco
de cobertura. Consigue enviarnos su crónica, su relato, su historia. Memoria
viva de todo un pueblo que deja escapar los días en un campamento de refugiados
en el más inhóspito de todos los desiertos. Mi admiración y respeto a nuestro
compañero, Mohamidi Fakal-la, un valiente caballero del desierto.
Esta entrada ha sido escrita por Mohamidi
Fakal-la desde los campamentos de refugiados saharauis.
Retenido por las horas hasta muy entrada la
noche, en el angosto taller artístico bajo una nube de incienso que se
entremezcla con olores de pintura acrílica y óleo, va configurando con ligereza
sobre lienzo el rostro de una anciana mujer, con un último retoque de pincelada
de la mano diestra del pintor Larbi Lehbib. Licenciado en Artes Plásticas en el
extremo occidental de la isla de Cuba, hace ya más de una década, desde
entonces vive con sus allegados en un campamento de refugiados en el inhóspito
desierto de la hamada.
Desde un exilio implacable se debate con
entusiasmo propio para dar una imagen positiva y a la vez emotiva, en la que se
queden plasmados con técnica y estilo los colores, la cal y el agua que
componen con majestuosidad el valor indeleble de un gigantesco cuadro de
vivencias, amor, tristeza, entusiasmo, esperanza, soledad y separación, bajo la
bóveda de lona de una inmensa jaima.
"La anciana" no resulta ser el
primer cuadro del pintor saharaui en su aval artístico. Debutó en el año 2002
en las galerías del Ministerio de Cultura saharaui en Rabuni. De hecho, con una
escultura de lefrena1 y complementos del ritual té tradicional el pintor
pretende cerrar su labor anual y fijar nuevas metas de futuro. Está trabajada a
base de material reciclado, pieza a pieza, de los residuos del vertedero de uno
de los mayores campamentos de refugiados saharauis. Son destacables también las
exposiciones que montó con anterioridad en la localidad liberada de Tifariti,
así como en La Habana, Argel y en la ciudad española de Santander.
En las raquíticas paredes sin revestir del
taller se amontonan cuadros, libros, dibujos sobre relieve, serigrafías,
ilustraciones de cuentos, revistas, tela, pintura, entre otros trabajos que
exhibe con esmero, y relucen las siglas de un hombre que quiere llevar el noble
mensaje de su pueblo mucho más allá de las habituales salas de conferencias de
matiz político. Detrás de cada rúbrica se esconde todo un rigor de imaginación
de una historia, o alguna leyenda, cuyo protagonista principal podría ser un
niño, una mujer, un hombre, una tormenta de arena, un calor extremo o un grito
de libertad que encierra con su eco el espacio comprendido entre la tierra y el
universo, en un rincón insólito, invicta la gente que lo habita desde hace
muchos años, esperando justicia.
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1 Especie de brasero donde se prepara el
té y pinchitos de carne y que también sirve para calentar el cuarto o echar
lebjur, incienso saharaui
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