Mamadou es un chico senegalés que vive en una aldea cerca de Dakar. Tiene nueve hermanas: Aichatu, Fundy, Mariam, Salma, Fátima, Binta, Binbasra, Aminetu y Hawa. Sus padres son Samba y Tegda.
Tres vacas, una choza y una pequeña parcela es todo lo que tienen.
Mamadou, como muchos chicos de su pueblo, quiso emigrar para mejorar la vida de los suyos. Para eso reunió todo el dinero que pudo, incluso su padre vendió una de sus vacas sagradas para asegurar una plaza en el cayuco. Mamadou preparó su equipaje, consistente en una petaca de agua de 5 litros, un puñado de maní y unos pocos billetes de sefa que su madre le había cosido en el bolsillo interior de su chaqueta descolorida.
- Cuando llegues a Europa envíame un generador y una bomba para la parcela, ¡ya, no tengo espalda!- dijo Samba con ojos suplicantes.
- No le hagas caso hijo, aprieta el cinturón, trabaja como un hombre y ahorra dinero, así podremos comprar una lujosa casa en Dakar y abandonar esta miserable aldea- dijo Tegda
Mamadou se despidió de su familia para reunirse con sus colegas de viaje, que habían contratado a un hombre dedicado a este negocio. Viajaron en un coche todo terreno varios días, recorrieron infinidades de tierras desérticas y aparecieron ante sus ojos las luces parpadeantes de una ciudad que reposaba en las faldas de una gran montaña
- Aquella es Tánger, allí tomarán el cayuco hacia Europa –les dijo el conductor del coche, que volvió a la tierra de Senegal. Anduvieron contentos, pero su alegría no duró mucho, supieron por sus paisanos de Fulan y Sirguil-la que fueron engañados. Aquella ciudad era en realidad Zuerat, ubicada en la frontera del Sahara con Mauritania. Acordaron continuar el camino y lo coordinaron con un contrabandista que les llevó a 5km del muro defensivo marroquí.
- Ahí hay soldados minas y radares – les dijo con una sonrisa asesina – si lográis rebasar este objetivo llegaréis fácil a vuestro destino.
Caminaron temerosos y con mucha precaución. Unos soldados los descubrieron y les dispararon. Huyeron asustados, hambrientos y desorientados en la tenebrosa noche del desierto. Fueron localizados por los militares saharauis, que les llevaron a la ciudad de Bir Lehlu, les brindaron cobijo, alimentos y recibieron visitas de organizaciones humanitarias.
Algunos decidieron repetir una nueva aventura pero Mamadou quiso volver a su aldea. Su familia estaba preocupada, se había corrido el rumor de la muerte en las aguas del mediterráneo de todos los jóvenes que emigraron.
Sus hermanas y sus padres le abrazaron derramando muchas lágrimas.
- Gracias a Dios has vuelto, Mamadou, no queremos dinero, no queremos riquezas, es más valiosa tu vida – le dijo su madre
- Aquí tienes mis vacas y mi parcela, nunca jamás nos abandones, hijo mío – murmuró su padre.
- Ha sido una gran experiencia. He sufrido mucha hambre, sed, cansancio y he visto de cerca el fantasma de la muerte – dijo Mamadou y agregó sonriente – también tuve el honor de conocer al pueblo saharaui. El más hospitalario y bondadoso de todos los pueblos del mundo.
Abdurrahaman Bud-da
*Foto: Un grupo de inmigrantes subsaharianos gritan pidiendo agua desde el interior de un autobús que les conduce esposados a un lugar no determinado del sur de Marruecos (Foto: Efe); Noticia Octubre de 2005.
1 comentario:
Es precioso. Sencillo, profundo. Maravilloso.Sigue escribiendo así. Felicidades.
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