*Foto: Christine Spengler
Las primeras construcciones que los saharauis levantaron en la Hamada del exilio, no tenían los nombres que tienen hoy. Nada tenía nombre, tal vez porque no había tiempo para pensar en nombres o tal vez era porque a nadie se le había ocurrido.
Cuando los primeros campamentos se instalaron en territorio argelino, empezaron a llamarles por los nombres de los sitios donde se iban instalando. Annibca, Laueina, Sabty, Bir toulat… En el desierto no existe ningún accidente geográfico que no tuviese nombre, incluso en la Hamada.
Se instalaron alrededor de los pozos que había en esa remota región que con sólo nombrarla, las abuelas metían los dedos en la arena e imploraban el perdón y la clemencia del altísimo.
Los nombres que conocemos ahora, excepto Annasar (La victoria) el campamento que se levantó en Rabuni, llegaron después.
Alguien decidió que los campamentos tendrían los nombres de pueblos y ciudades del Sáhara, que los internados serían fechas históricas, que los colegios, hospitales, centros de formación, etc. tendrían nombres de hombres y mujeres que dieron su vida por la libertad del Sáhara, también nombres de amigos de la causa, así como de ciudades extranjeras o acontecimientos importantes en la historia de la lucha de los pueblos por la liberación.
A mediados de los años setenta y debido al cambio que significó la lucha por la independencia, en la vida de los saharauis, la onomástica saharaui comenzó a evolucionar. Ese cambio se produjo sobre todo en los nombres de las niñas. Nombres como Revolución, Revolucionaria, Militante, República, Las masas, Los fusiles, llegaron con el fragor de la batalla, fueron días difíciles y duros, pero el milagro de la vida no se podía posponer y había que ponerle nombre.
Benin, Yemen, Sáhara, Saguia, Sario, nombres lejanos, amigos, cercanos, de la tierra…
Eran tiempos de aprendizaje, de formación, de enseñanza para todos y alguien pensó que era un bonito y, quien sabe, hasta premonitorio y bautizó a su hija con el nombre de Atakwin (Formación).
La primera caravana de ayuda humanitaria que llegó a los campamentos coincidió con el nacimiento de una niña. Sus padres, en agradecimiento por el gesto humanitario, decidieron que la niña se llamase, Alkáfila (Caravana). Nombres, deseos, sueños, esperanzas.
Ruyuu (El retorno) Amal (Esperanza) Alhurría (La libertad) Alwihda (La unión). Nombres que permanecen, que se renuevan, que se multiplican.
En el caso de los niños varones, la onomástica, apenas sufrió cambios y se debe a que los padres adoptaron la decisión casi sagrada de poner a los hijos los nombres de aquellos que iban cayendo en el frente de batalla. Era un acto de compromiso, de continuidad, de permanencia. Cada bebé que llegaba y sobrevivía en aquellos años difíciles, representaba un triunfo, una victoria. Su vida era el símbolo de que la muerte no ha sido en vano, su vida llevaría el nombre de una muerte sagrada.
El escaso cambio se produce, cuando los padres deciden bautizar al hijo con el apodo, o sobrenombre con que era conocido algún guerrillero.
Las Resoluciones (Alkararat) es el nombre de un joven con la edad de la revolución, la edad de la lucha; que como cientos de jóvenes llevan, hoy con orgullo, los nombres de los mejores y queridos hijos del Sáhara; los que abrazaron la muerte porque no les dejaron otra opción para llegar a la vida.
Cuando los primeros campamentos se instalaron en territorio argelino, empezaron a llamarles por los nombres de los sitios donde se iban instalando. Annibca, Laueina, Sabty, Bir toulat… En el desierto no existe ningún accidente geográfico que no tuviese nombre, incluso en la Hamada.
Se instalaron alrededor de los pozos que había en esa remota región que con sólo nombrarla, las abuelas metían los dedos en la arena e imploraban el perdón y la clemencia del altísimo.
Los nombres que conocemos ahora, excepto Annasar (La victoria) el campamento que se levantó en Rabuni, llegaron después.
Alguien decidió que los campamentos tendrían los nombres de pueblos y ciudades del Sáhara, que los internados serían fechas históricas, que los colegios, hospitales, centros de formación, etc. tendrían nombres de hombres y mujeres que dieron su vida por la libertad del Sáhara, también nombres de amigos de la causa, así como de ciudades extranjeras o acontecimientos importantes en la historia de la lucha de los pueblos por la liberación.
A mediados de los años setenta y debido al cambio que significó la lucha por la independencia, en la vida de los saharauis, la onomástica saharaui comenzó a evolucionar. Ese cambio se produjo sobre todo en los nombres de las niñas. Nombres como Revolución, Revolucionaria, Militante, República, Las masas, Los fusiles, llegaron con el fragor de la batalla, fueron días difíciles y duros, pero el milagro de la vida no se podía posponer y había que ponerle nombre.
Benin, Yemen, Sáhara, Saguia, Sario, nombres lejanos, amigos, cercanos, de la tierra…
Eran tiempos de aprendizaje, de formación, de enseñanza para todos y alguien pensó que era un bonito y, quien sabe, hasta premonitorio y bautizó a su hija con el nombre de Atakwin (Formación).
La primera caravana de ayuda humanitaria que llegó a los campamentos coincidió con el nacimiento de una niña. Sus padres, en agradecimiento por el gesto humanitario, decidieron que la niña se llamase, Alkáfila (Caravana). Nombres, deseos, sueños, esperanzas.
Ruyuu (El retorno) Amal (Esperanza) Alhurría (La libertad) Alwihda (La unión). Nombres que permanecen, que se renuevan, que se multiplican.
En el caso de los niños varones, la onomástica, apenas sufrió cambios y se debe a que los padres adoptaron la decisión casi sagrada de poner a los hijos los nombres de aquellos que iban cayendo en el frente de batalla. Era un acto de compromiso, de continuidad, de permanencia. Cada bebé que llegaba y sobrevivía en aquellos años difíciles, representaba un triunfo, una victoria. Su vida era el símbolo de que la muerte no ha sido en vano, su vida llevaría el nombre de una muerte sagrada.
El escaso cambio se produce, cuando los padres deciden bautizar al hijo con el apodo, o sobrenombre con que era conocido algún guerrillero.
Las Resoluciones (Alkararat) es el nombre de un joven con la edad de la revolución, la edad de la lucha; que como cientos de jóvenes llevan, hoy con orgullo, los nombres de los mejores y queridos hijos del Sáhara; los que abrazaron la muerte porque no les dejaron otra opción para llegar a la vida.
Sus sueños, sus metas, sus aspiraciones, como sus nombres, permanecen, se renuevan, se multiplican.
En estos días renacen nombres de siempre con aromas nuevos, con vientos de libertad y con la convicción de la victoria.
Hoy nacen Aminetu, Ali Salem, Luali, Mohamed, Sultana, Hmad, Naama, Sukeina y cientos de nombres, ancestrales nombres, de mujeres y hombres, de jóvenes y niños que se levantan cada día, decididos a enfrentarse a la muerte, resueltos a resistir frente a las garras de la bestia.
En estos tiempos de terror, de torturas, de violaciones, tiempos en los que se intenta silenciar y apagar la voz de la razón.
En estos tiempos en que el derecho internacional es pisoteado y que el olvido, el abandono y el mirar a otra parte pactan las soluciones.
En estos tiempos desafortunadamente injustos, los saharauis seguimos enfrentando las calamidades que se nos acumulan.
Intentan acabar con nosotros, borrarnos del mapa, quitarnos los nombres, pero ahí estamos remendando nuestra jaima en plena tempestad, ahí estamos remendando nuestras huellas para que no puedan borrar nuestro rastro, ahí estamos fieles a los que han muerto y a los que morirán por esta causa, aquí estamos bautizando cada día la historia, firmes y decididos a continuar la lucha hasta la victoria definitiva.
Ebnu, 28 de Septiembre de 2009
Disfruté enormemente esta entrada. Sumo Amal a mi lista de palabras predilectas, por su sonoridad y su significado.
ResponderEliminarUn abrazo desde México,
Atenea
p.d. Imposible acabar con el pueblo saharaui.
Precioso texto y muy ilustrativo. Me encantó leerlo.
ResponderEliminarNo dejes de compartir la realidad y la belleza de las gentes de tu pueblo con el mundo; estoy convencida de que con ello les ayudas enormemente.
Enhorabuena a Ebnu por este texto que constituye una interesantísima aportación al estudio del patrimonio lingüístico saharaui.
ResponderEliminarUn cordial abrazo de Pablo
Pablo-Ignacio de Dalmases
Os olvidasteis de Lembarki, primer martir de la entifada,
ResponderEliminarsaludos
Carlos