jueves, julio 17, 2008

Una vida en silencio


De aquellas promesas nacerán nuevas historias que brotaran de nuestros labios, apesadumbrados en medio de una inerme tranquilidad que nos lleva a juzgar el pasado trasladándolo al presente; huimos bajo el acoso de la aviación y las bombas enemigas que mataron nuestra esperanza de libertad, esperanza que se había extendido por muchas tierras africanas pero en el Sahara fue aniquilada por la ambición ciega y despiadada de reyes que querían más tierras y súbditos bajo su mano opresora.

Pero fieles a nuestro filosofía nómada salimos una vez más en busca de pasto y agua hacia tierras desconocidas, porque los verdugos envenenaron el agua y el ganado silenciaron Zemmur y Tiris construyendo la barrera de la muerte bajo la cual secuestraron caminos, carreteras, playas, ciudades y con su maquinaria de guerra mataron los principios beduinos de la libertad de movimiento tan imprescindibles para la propia vida. Treinta y dos años después nuestro pueblo sigue buscando un nuevo milagro que le enseñe el camino de esa nueva lluvia que traerá el esperado pasto verde en la llanura de Tiris.

En el brillo de nuestros ojos nacieron nuevas generaciones bajo un cielo que no es suyo y en una tierra a la que han sido condenados por la simple ambición de un rey cegado por la avaricia y el delirio expansionista de sus aspiraciones egoístas.

La indiferencia ante la injusticia es cruel, no podemos quedarnos quietos viendo que los años pasan y unas generaciones nacen y otras mueren bajo el dilema de esta tragedia, originada por la lucha permanente por unos intereses mezquinos que se contradicen con los valores del respeto, la solidaridad y la libertad. Los saharauis somos ese último pueblo africano que vio la bandera de un país bajar del cielo y otra subir, mientras se nos obligó, aun siendo hijos del agua y las nubes, a huir de nuestra tierra porque otros la ocuparon a la fuerza.
Ali Salem Iselmu

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